‘Aquí he aprendido de todos, eso es ser una universidad’

Punto Edu – 20/08/2007

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Con una destacada trayectoria dedicada a la enseñanza, la actividad política y la investigación, el reconocido sociólogo Henry Pease nos habla sobre su vida en nuestra casa de estudios, a la que ingresó en 1962 y en la que se desempeña como docente desde hace 36 años.

¿Cómo empezó su relación con la Pontificia Universidad Católica del Perú?
Cuando todavía estaba en el colegio hubo un concurso convocado por la Católica para alumnos de quinto de media sobre una encíclica que acababa de publicar el Papa Juan XXIII. Recuerdo que participé y gané un premio, pero ya conocía la Universidad por mi hermano Franklin, que era cinco años mayor. Él había ingresado en 1958 y siempre iba a la casa con sus amigos y yo veía todo eso.

¿Qué le llamaba la atención de la vida universitaria?
A esa edad lo que a uno más le atrae es lo nuevo. Yo a veces me colaba en las actividades de mi hermano y sus amigos. La Católica siempre era un punto de referencia.

¿Por qué decidió estudiar Ciencias Económicas?
Cuando ingresé en 1962 quería estudiar Economía. Por error postulé a Ciencias Económicas, que en realidad era Contabilidad. Para obtener el título de economista tenía que estudiar un año más y pasar por una serie cursos adicionales. Es por eso que en tercer año me pasé a Sociales a estudiar Ciencia Política. Los temas que más me interesaban eran la política y la economía.

¿Cuando usted ingresó a la Universidad participaba en la política universitaria?
Poco a poco. Tiempo atrás había trabajado con mi padre en el Ministerio de Educación, en una campaña de alfabetización que fue bastante exitosa. Se me ocurrió proponer una tarea similar en la Universidad como trabajo de extensión social. Me junté con unos amigos y presentamos el proyecto al padre Mac Gregor. A partir de eso recorrí todos los locales de la Universidad, salón por salón, tratando de convencer a los alumnos para que se unieran.

¿Se llegó a concretar el proyecto?
Sí, lo hicimos en Comas, que era mucho más pobre de lo que es ahora. La mayoría de su población era analfabeta. Íbamos a hacer catequesis con Augusto Vargas Alzamora. Al final del primer año había 200 aprobados. En el segundo año se hicieron campamentos de trabajo en Cañete. Desde entonces se convirtió en una tradición que la Federación de Estudiantes se comprometiera a fondo en este tema. Dos años después, en 1965, fui presidente de la FEPUC y comenzamos a trabajar en El Agustino.

¿De qué manera los estudiantes contribuían en la organización de la Universidad?
Solíamos organizar una convención anual de estudiantes, donde tratábamos los temas que nos interesaban. Había profesores que también querían impulsar cambios en la Universidad. Ahí, de alguna manera, se trabajó la idea de los Estudios Generales. También presentamos el proyecto de un reglamento de revisión de pruebas que después, en mis 36 años como docente, he tenido que cumplir.

¿De qué manera la vida política en la Universidad le sirvió después?
Tendría que decir antes que yo no he entrado a la política por la Universidad ni por un partido que me pusiera una etiqueta. Eso fue un estilo que tuvo su tiempo y que ya no funciona.

Entonces, ¿qué lo motivó?
Entré con la idea de reclamar la política como actividad ciudadana. Esto no significa que esté en contra de los partidos. Cuando entré al movimiento estudiantil, por ejemplo, no me quise inscribir en un partido porque prefería ser dirigente sin tener una consigna partidaria. Eso me permitía trabajar con todos.

¿Qué profesor de la Universidad Católica lo ha marcado?
Han sido muchos, podría decir que cada uno me ha dado algo. He tenido relación con muchos profesores y alumnos sin estar en sus clases ni en sus facultades. Cada uno era una persona disponible, a la que podías acercarte y plantearle problemas colectivos. No he tenido una figura central, aquí he aprendido de todos; eso es ser una Universidad.

¿Qué recuerdos guarda del padre Mac Gregor?
Mac Gregor tenía el componente más importante de un demócrata: tolerar al otro, entenderlo y respetarlo. Años después lo desarrolló en momentos muy críticos. Supo aceptar que quien piensa distinto tiene el mismo derecho a expresarse. Muchas veces los gobiernos no consideran esto y, sistemáticamente, excluyen. Y el paso siguiente de la exclusión es la violencia.

¿Por qué es importante para los profesores dedicarse a otras actividades además de la enseñanza?
Mi generación de Ciencias Sociales siempre ha tenido la necesidad de migrar hacia distintas ONG para desarrollar investigaciones. Enseñar no es sólo dictar en clase, sino conversar con los alumnos. Investigar y enseñar es el mejor camino para no desactualizarse. Un sociólogo o politólogo es un investigador o asesor. Ser un actor político, en mi caso, ha sido producto de las circunstancias. Profesionalmente, uno debe estar vinculado a lo que estudia.

¿Por qué siempre se ha mantenido vinculado a la Universidad?
Porque creo que es una manera de devolver un poquito de lo que he recibido. En la Universidad tengo no sólo la oportunidad de servir, sino también de seguir aprendiendo.

¿Qué es lo que más aprecia de los alumnos?
La capacidad de preguntar, cuestionar y discutir. Esa fue la mejor parte de la relación con mi padre. Él me enseñó eso. Para mí, discutir es la manera de enamorarme de un tema. En el apasionamiento de la discusión uno va dejando cabos sueltos y, luego, comienza a entrar al tema desde otro estado de ánimo y puede verlo de otra manera.

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