Cuando discutimos asuntos de Estado –y lo son nuestras relaciones exteriores- conviene que todos, en particular políticos y periodistas, frenemos exageraciones y ponderemos los comentarios. No hay que dramatizar tanto ni priorizar los enconos personales o ideológicos, la radicalidad que aquí siempre se da en la lucha política verbal y en los titulares, afecta en este caso a intereses superiores. Toda Cancillería se mueve en la coyuntura y tiene que adaptar decisiones en plazos muy cortos, pero políticos y periodistas terminan afectando los intereses superiores del país por la manera en que hacen su crítica.