Con un estilo claro y directo, el primer ministro Salomón Lerner presentó al país el programa de gobierno que ‘operacionaliza’ la gran transformación ofrecida por el presidente Humala. Ciertamente, si el 2016 se cumplen esas metas sociales, económicas y políticas, habremos iniciado una gran transformación. Habrá que evaluar puntualmente cada tema, pero sin duda servirá este texto para monitorear el proceso político que está comenzando.
Quiero destacar en este artículo la manera de gobernar del presidente Humala y la esencia del mensaje de su primer ministro. Se parece más al estilo del presidente Paniagua, austero y despersonalizado, en vez de omnipresente y apabullante como el del presidente García. Eso deja un espacio al jefe del Gabinete, como cabeza de los ministros, articulador de la ejecución política e interlocutor del Parlamento. Se facilita por la relación fluida que existe entre el presidente y el primer ministro que ya la tenían desde la campaña por el puesto entonces ocupado por Lerner. No hay competencia posible entre ambos cargos, porque el presidente es el jefe de Gobierno.
El mensaje del primer ministro tiene contenidos esenciales de lo que será –ya está siendo– la conducción política del Gobierno. Un primer gesto, enormemente válido para mí, es que el Gabinete no ha solicitado delegación de facultades legislativas, ese vicio en el que cayeron todos los gobiernos menos el del presidente Toledo. Pero va de la mano con los consejos de concertación propuestos y reactivados y con la estrategia de prevención de los conflictos sociales partiendo del reconocimiento de los derechos de la población y sobre la base de la recuperación de la credibilidad de las instituciones públicas. Este mismo estilo se expresa en la forma en que se ha llegado a decidir el adicional tributo de la gran minería y estas buenas maneras son indispensables para que el crecimiento económico siga dándose y la inclusión social sea posible.
Para iniciar una profunda y gradual reforma del Estado, de sus relaciones con la sociedad y una reforma política, es importante el debate de temas específicos, pero esta forma de abordar los cambios es lo más adecuado, porque el diálogo y la concertación es una apuesta metodológica de toda política pública de nuestros tiempos. En las políticas públicas importa más la manera de formularlas que las ideas que tenga el que lo hace, porque el proceso es necesariamente participativo y democrático o la política no funciona. El primer ministro ha enfatizado su demanda para que la tolerancia y el diálogo se instalen en la sociedad y, sin perder un ápice de radicalidad en sus objetivos de inclusión social, ha reclamado conciliación y reconciliación. Es la mejor manera de comenzar un camino juntos y por eso se ve tan desorientada a la oposición en el Congreso. Claro que el paso del tiempo les dará baterías para criticar fallas y errores del Gobierno, pero es hora de abrir espacios donde se concierten los grandes objetivos y políticas para la inclusión de tantos peruanos olvidados. Me hizo recordar lo que unos alumnos –los más jóvenes– me dijeron en una clase la semana pasada, repitiendo a uno de sus maestros de historia, José Agustín de la Puente, y recordándome a mi hermano Franklin: “El Perú ha vivido de espaldas a los Andes, su columna vertebral”. Por eso, ha propuesto un reencuentro histórico con el Perú rural a partir de un cambio metodológico: “mirar nuestro crecimiento desde abajo y desde adentro”. Son varias premisas que pueden empezar la gran transformación comenzando por la manera en que nos tratamos y haciendo posible la conjunción de esfuerzos para construir una sólida voluntad de inclusión y solidaridad que serán compatibles con la competitividad, la eficiencia y la innovación tecnológica que requiere nuestro desarrollo económico.