Pocos creyeron en la famosa frase de Vargas Llosa. Tras el 10 de abril esa es la realidad. Demasiado temprano Toledo comenzó a subir hasta pasar el 30%. Comenzó el ‘palo encebado’: todos le dan palo al que está arriba hasta tumbarlo. Fue imposible no contestar agravios cuando usaron hasta las tácticas de Montesinos en aspectos de vida privada, que ninguna persona honorable puede dejar de responder. Ese fue un error pero no explica todo lo ocurrido.
La derecha peruana ha vuelto a desdeñar a un candidato de centro liberal confirmando su raigambre conservadora que la lleva a estrellarse con la pared como ocurrió cuando Fernando Belaunde planteaba en los años 60 una reforma agraria en democracia y con ponderación. Al tirársela abajo con ayuda del PAP, abrieron curso al gobierno militar y su reforma agraria vertical y burocrática. Hoy una derecha conservadora creyó que un gringo desabrido, aunque buen flautista, conocido gestor de intereses privados y públicos, que no defendió la democracia ante el fujimorato, podía ser presidente. El PAP estuvo detrás y el apoyo mediático fue impresionante. A Toledo se lo bajaron mientras Humala subía inconteniblemente y el gringo desabrido no pasó a segunda vuelta, solo sirvió para impedir que pasara Toledo.
La subida de Humala tiene elementos objetivos que Toledo ha reconocido en su derrota. Diez años de democracia fueron para la mayoría de los peruanos tiempo de estrechez en los salarios, en el empleo, en la salud y en la educación.
Sostengo que ningún demócrata puede optar por la dinastía Fujimori. Ya no funcionan los miedos de los 90. Quienes lo apoyen hoy mostrarán una desviación ideológica antidemocrática. No se apoya a quien tiene antecedentes de ejercicio autocrático y corrupto y eso es el fujimorismo. Keiko es una figura joven y bonita pero en su trayectoria personal reproduce las características del régimen. Fue la hija más comprometida, pues reemplazó a su madre en el rol de primera dama, aceptándolo por resolución suprema. No ha podido demostrar cómo financió sus estudios en EE.UU., pagados en efectivo y a todas luces con indebidos fondos públicos. Ha hecho evidente su identificación con todo lo hecho por su padre y eso es suficiente.
Nadie que apoye a Fujimori y su continuación dinástica puede luego defender la democracia y sus valores. Por mucho tiempo se ha tolerado que prime el liberalismo económico arrasando con el liberalismo político algo que no es aceptado ni en el liberalismo clásico ni en ninguna forma moderna de democracia. Sostuve, en un debate, que había menos distancia entre el liberalismo y el socialismo democrático que entre en liberalismo y el neoconservadurismo que es este liberalismo económico sin liberalismo político. Mi interlocutor no me entendió. La cancha la rayó el propio Vargas Llosa enfrentando el exabrupto legal del entonces ministro Rey. ¿Se imaginan lo que hará de vicepresidente ahora que –¡por fin¡– se proclamó fujimorista? Llegó la hora de estas definiciones aunque Humala no es propiamente un socialista y tiene que demostrar su opción democrática. Ya hay dos del famoso sancochado que han dicho que no votarán por Fujimori. Simon y Beingolea. Este último tiene importancia porque implicaría una efectiva renovación en un partido que tiene cada vez más rasgos conservadores que liberales.
La salida es política. En el Parlamento, Humala necesita los votos de otras fuerzas para cualquier decisión importante. Debe tender puentes y los demás deben ser generosos pero cautos. Claro que para ello falta la votación en segunda vuelta y eso no será fácil. Los puentes deberían plantearse antes. Eso sí, a la autocracia se le enfrenta en las calles y los jóvenes lo saben. Ellos iniciaron la protesta contra la autocracia y hoy se preparan para reanudarla. Yo he ofrecido a los estudiantes de la PUCP, angustiados adicionalmente por razones que todos conocen, en un acto enorme y generoso que me hicieron por mis 40 años de profesor, que saldré con ellos a pesar de mi bastón, aunque me fallen las fuerzas. Sigue leyendo