Leí ayer en Hildebrandt en sus trece un artículo de un ciudadano que conocí hace unos 20 años y que, además del mal gusto de llamar San Alfonso del milagro a quien no le puede contestar, se ocupa de mí con falsedad. Nunca he sido Presidente del IU ni me propuse selo. Tras el Congreso integré una presidencia colegiada de ocho miembros, que era más o menos lo mismo que el Comité Directivo anterior que también integraba.
Cuando Alfonso comenzó el proceso de ruptura propuse, entre otros, un congreso bajo la regla “un militante, un voto”. Me encargaron su organización con una comisión en la que todos los partidos participaron y organizamos más de 400 congresos provinciales y distritales previos al Congreso de Huampaní de enero de 1989. Se inscribieron más de 150 000 ciudadanos y los que no teníamos partido éramos más de cien mil. Si Alfonso, que se inscribió y tuve el padrón con su firma en mis manos- hubiera asistido a este Congreso que tuvo presentes más de 3 000 delegados elegidos en los congresos previos, sin duda hubiera retomado el liderazgo y puesto sus condiciones. Su ausencia debilitó la posibilidad de cambiar lo que era sólo una alianza electoral de partidos.
El articulista habla de mi ambición por la candidatura presidencial y eso tampoco es cierto. Suelo contar una anécdota que se produjo un año antes en una relajada conversación entre Alfonso y yo. Alfonso comentó que un amigo le había dicho que él era el dueño de los votos de IU. Le dije que estaba equivocado, que él era el hombre de la unidad de la izquierda y que si rompía IU cualquier c… sacaría más votos que él. Era obvio que pensaba que la ruptura destruía las posibilidades de todos. En un seminario de la Comisión Sudamericana de Paz, en Caracas de 1991, dirigido por Juan Somavía y al que asistió el general Morales Bermúdez, Alfonso sostuvo que el pueblo lo había flagelado por dos razones: por la ruptura de IU y por su amistad con Alan García.
Tras el Congreso, junto con Gustavo Mohme y Jorge del Prado, hicimos reiterados esfuerzos por convencerlo de aceptar la candidatura y yo me negué a aceptarla cada vez que me la propusieron hasta que Alfonso se inscribió como candidato presidencial con algunos de los partidos de IU, sellando la ruptura. Allí había que defender el espacio político que tanta gente construyó trabajosamente. Para mí esa candidatura significó sacar la cara –en su peor momento- por la izquierda que integré y por peruanos muy valiosos que al quedar fuera de juego retrocederían lo avanzado en democracia. Más de medio millón de votos dejaron a varios de sus representantes en el Parlamento pero el daño de esa ruptura que fragmentó la izquierda es uno de los factores que elevó a Fujimori.
Ni siquiera quise ser parlamentario, permitiéndolo la ley de entonces al candidato presidencial. No entiendo cómo ese ciudadano me increpa lo que yo haya hecho en el Parlamento al que llegué en 1993, no por IU sino por el MDI, que formamos con Rolando Ames, Gustavo Mohme, Javier Iguíñiz, Óscar Ugarte, Gloria Helfer y Julio Castro, entre otros, cuando IU, cuando IU ya no existía. Existen los textos del MDI y de la IU, propuestas programáticas democráticas por todos lados pero prefiero hablar en primera persona: traté de construir una izquierda democrática y combatí siempre las tesis de lucha armada incluso desde mis clases en le Universidad. No he sido no marxista ni leninista y sí he propuesto un socialismo democrático. A diferencia del articulista, lo que pienso está impreso en más de quince libros y en muchos artículos de la prensa nacional. Izquierda Unida fue una apuesta democrática y se comprueba con la forma en que gobernamos Lima. La historia tendrá que reconocer el liderazgo de Barrantes haber hecho avanzar la democracia a pesar de varios componentes ideológicos en contrario presentes en todos en mayor o menor medida. La experiencia hizo avanzar. Es cierto que no avanzamos en relación al defecto que afecta a la mayoría de partidos, de izquierda, centro o derecha en el Perú: el caudillismo exacerbado que explica mucho de estas rupturas y que lo forjan no sólo líderes caudillistas sino seguidores que necesitan un caudillo como el articulista de marras. Tendrá que entenderse alguna vez que los partidos son asociaciones de ciudadanos y funcionan con reglas que se asumen libremente pero que todos cumplen. Y una de de esas normas es que siempre los líderes tienen que ser aves de paso.
Sigo siendo amigo de los que se fueron y de los que nos quedamos. Tienen derecho a criticar mi terquedad: yo no quise romper e hice toso lo que pude para impedirlo. Fui consecuente con que le dije a Alfonso en la primera conversación política que tuve con él en 1983, tras invitarme a ir como Teniente Alcalde: “Tú y los partidos son indispensables y los demás no debemos agudizar la contradicción.” Fue al día siguiente de la inscripción de la lista, que tuve que encabezar yo-recién llegado-, porque tras una discusión Alfonso se retiró y desapareció una hora antes del cierre del plazo para inscribir la lista municipal.
Solo una referencia a las torpes afirmaciones del articulista sobre Susana Villarán y Fuerza Social. Poner flores en la tumba de un amigo o de alguien al que uno quiere es normal y burlarse de eso es tonto y falto de mínima calidad humana. Fuerza Social no es la continuidad de Izquierda Unida ni de ninguno de sus partidos. Es gente mucho más joven que, salvo Susana y alguno más, no vivía en esa época. Déjenlos ser lo que quieran ser, con respeto.