Nos acercamos al final de la campaña municipal con varias lecciones. La primera tiene que ver con la corrupción y la decencia en política. Álex Kouri tuvo la osadía de aspirar al gobierno de Lima tras el escándalo de sus ‘vladivideos’ corruptos y el peaje chalaco en una obra muy discutible; Lourdes Flores le salió al frente con valentía y decisión. Pero Kouri persistió en errores ética y políticamente enormes. Trató de engañar confundiendo domicilio legal con vecindad y para colmo se inscribió desde un partido inexistente, simple franquicia para ofrecerse como vientre de alquiler. El JNE lo sacó de la carrera, pero cuando lo hizo Lourdes ya lo aventajaba en las encuestas. Más de un analista enfatizó que la correcta decisión del jurado lo libró de la derrota, pero no lo libró de la crítica ética y democrática.
La coyuntura cambió y se volvió contra Lourdes no solo porque no tuvo un discurso distinto a tiempo sino porque le saltó a la cara el Caso Cataño. Seamos claros, nadie ha acusado de corrupción a Lourdes pero los servicios profesionales de un político tienen más limitaciones que los de los demás abogados. Eso se ha usado y le hizo daño, pero tampoco sirvió a Lourdes unirse al coro macartista contra Susana Villarán, porque la sepultó en su nicho de votos propios y perdió la intención de voto que ganó al posicionarse contra Kouri.
En esa misma coyuntura se posicionó Susana. Tuvo la capacidad política para torear la campaña y subir. No está dicha la última palabra pero ya se pueden ver más fortalezas que debilidades. Ella representa una apuesta de izquierda democrática y su partido es una agrupación que expresa una nueva generación, que no tiene las limitaciones ni los prejuicios de etapas anteriores que no vivieron la mayoría de sus integrantes. Su mensaje tiene la frescura de la personalidad de Susana y la modernidad que le aportan profesionales bien capacitados, con experiencia técnica y de gobierno. Ministra de la Mujer con Valentín Paniagua y Javier Pérez de Cuéllar, exhibe estas credenciales democráticas y el orgullo de haber sido integrante del gobierno que abrió la lucha contra la corrupción fujimorista y dejó una huella de honorabilidad y transparencia ejemplar.
La campaña macartista de algunos medios se estrelló con decisiones rápidas de Susana para corregir lo poco que había que corregir –sacar al candidato a regidor denunciado de violentista casi en el acto, a pesar de que con el puesto 39 no iba a salir elegido–, y respondió con iniciativa cada agresión. La guerra sucia siguió desde varios lados y afectó a Lourdes con el ‘chuponeo’ telefónico, pero no ha logrado sus objetivos. El papelón de Pedro Pablo Kuczynski debiera enseñar a nuestra derecha lo que los liberales siempre comprendieron: no vale excluir al otro ni jugar al cuco. Todo régimen democrático gana si tiene una izquierda democrática y moderna. Eso es lo que representa Susana Villarán y sus alianzas, que tanto levantan sus adversarios, son eso: alianzas y no definen con su cuota de poder el rumbo de Fuerza Social.
Ha crecido el número de ciudadanos que rechaza la corrupción, y quienes aspiren a ejercer cargos públicos deben ser más prolijos porque serán escrutados. Lo que sí es urgente es un pacto contra el ‘chuponeo’, que debe incluir a los medios o tendremos que comunicarnos en morse o algún lenguaje críptico.
Dos mujeres valiosas son las protagonistas. No son caudillos ni su equivalente femenino. Estamos avanzando en democracia. Sigue leyendo