Una reforma sin chantaje: La inadecuada estrategia del Partido Aprista

El Comercio

El gobierno aprista pretende forzar la aprobación de su iniciativa de reforma constitucional para que se renueve el Congreso a la mitad del período presidencial chantajeando a los congresistas con la amenaza de disolver el Congreso. Para eso pretende hacer cuestión de confianza dos veces sobre una iniciativa de reforma constitucional.

Yo estoy de acuerdo con la iniciativa. La propuse en mi último libro aunque, ciertamente, recomendé una que es mejor: que el mandato de los congresistas sea la mitad del presidencial, fórmula que obtuvo mayoría absoluta en la encuesta nacional de la PUCP. Pero en política democrática los medios son tan importantes como los fines y la prepotencia nunca es el camino más adecuado. Más aun, aunque me digan minimalista, la democracia es el arte y la ciencia de los límites.

Alan García no ha aprendido nada de lo que en su primer gobierno nos llevó al fracaso. Cree que su postura liberal de hoy resuelve el problema. Quizá lo haya congraciado con los poderosos pero no lo ha hecho mejor político. Está a punto de destrozar el régimen democrático y no se da cuenta. Se propone hacer lo más parecido a la disolución del Congreso que hizo Fujimori, el autócrata.

Un gobierno puede hacer cuestión de confianza si el Parlamento no lo deja gobernar, si interfiere en su política económica, si le derriba ministros como el Apra hizo en el primer gobierno de Belaunde. No puede reformar la Constitución por esa vía. La Carta Magna no se reforma por medio del chantaje. La cuestión de confianza no sirve para reformar constituciones ni siquiera en regímenes parlamentarios.

Cuando se puso en la Constitución que una reforma constitucional requiere una votación calificada el objetivo era que la Carta Magna no se cambie por voluntad del partido de gobierno sino de varios partidos. Se requiere concertación, esa que despreciaron los apristas de García, dejando aislado al aprista Jorge del Castillo el 2002 aun después de haber perdido ante el Tribunal Constitucional. Pregúntenle a Carrasco Távara o al actual presidente del Congreso. Sí, rompieron lo pactado una vez más, quebraron el consenso logrado —firmado y publicado— una vez más y aceptamos los hechos sin pretender maniobra alguna porque con la Constitución no se juega. Por lo menos los demócratas no jugamos.

Cambiar una norma constitucional bajo chantaje es deslegitimar aun más las reglas del juego. La institucionalidad que este gobierno ya ha afectado por todos lados. Debo criticar con dureza a los nacionalistas la posición conservadora que han adoptado frente a esta Constitución llena de limitaciones. Como siempre —y los apristas se lo enseñaron— la mejor manera de ser conservador es haciendo un absoluto de cualquier cosa. En nombre de volver a la carta del 79 han convertido en intocable la actual Constitución… cuando ya mucho de la del 79 es obsoleto. Hay miedo al cambio y tuvieron miedo por su impericia parlamentaria.

Si el Partido Aprista volviera a sus tiempos aurorales entendería que los partidos políticos tienen que actuar en la sociedad más que en el Estado y propondría movilizaciones, iniciativas para que los ciudadanos actuáramos desde la sociedad y presionáramos a los congresistas, como lo hicimos lavando la bandera ante la corrupción fujimorista. El Apra solo puede tomar iniciativas desde el poder pero tiene el peligro de vaciar ese poder de toda legitimidad, no está lejos de hacerlo.

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