Competir no es excluir

El Comercio

Al parecer ha habido bronca y actos de violencia en varias partes, pero lo significativo y lo valioso para la democracia es que un partido político realice elecciones competitivas y que todos aprendan que competir no es excluir al otro.

Esa es la parte de la noticia que en el caso del Apra o cualquier otra agrupación me parece más importante resaltar, porque los partidos son canales de participación política ciudadana o no sirven a la democracia. El tiempo de los caudillos mesiánicos debe terminar, necesitamos líderes que acepten la competencia, la alternancia y la jubilación.

Tiene razón Jorge del Castillo cuando recuerda que la política es pasión, pero hay que recordar que los dirigentes solo son tales en una democracia cuando muestran su capacidad de subordinar la pasión a la razón.

Hay, sin embargo, dificultades que hacen que la organización de elecciones sea muy difícil para los partidos y siempre termine enlodando a los organizadores. Acusar de fraude suele ser, desde hace mucho tiempo, una táctica común de campaña que muchos practican, aunque sea para ganarse alguito chantajeando con el escándalo. Y lo cierto es que nos falta práctica democrática continua y se requieren años de continuidad para democratizar nuestra cultura política.

Por eso he propuesto que la ONPE debe estar encargada de organizar las primarias y las internas de los partidos: las primeras en una sola fecha y las segundas adaptándose a los pedidos que se reciban. Hacerlo reducirá conflictos intrapartidarios y aprovechar la experiencia que ha acumulado la ONPE con mucho profesionalismo. Sería, además, una manera indirecta de subsidiar la actividad más importante de los partidos, aquella que los convierte en canales de participación ciudadana en la vida política y que sustenta la democracia interna.

Cada vez que defendemos los partidos como pilares de la democracia, debemos tener en cuenta que solo interesan para este régimen si canalizan y expresan la participación política de muchos miles de ciudadanos.

El partidismo tradicional, simples caudillos con entorno de seguidores, de líderes históricos e irreemplazables, sin competencia ni alternancia, resultan volátiles y más de una vez nos llevaron a regímenes autoritarios.

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