Conversando con gente joven encuentro que ven niebla en nuestro futuro porque la corrupción es el tema recurrente. Pero hay que salir de lo anecdótico y resaltar aquello que se muestra estructural, que tiene que ver con la forma en la que se estructuran las relaciones sociales. El impacto de los “petroaudios” ha sido enorme, afectó incluso la imagen de gente de trayectoria decente. Lo menos que podemos decir es que urge construir un código ético-jurídico que permita distinguir roles y actitudes.
Un ministro no puede visitar a un empresario en su hotel ni una internacional de partidos puede convertirse en una agencia de oportunidades abiertas a unos empresarios sobre otros. Las autoridades deben recibir a empresarios como deben recibir a dirigentes laborales y políticos. Pero en su despacho, a vista y paciencia de todo el mundo y hay que regular el campo de su intervención para que no se conviertan en títeres de los lobbies privados. Los ciudadanos tenemos derecho a ser informados sobre los contratos de las empresas públicas, sus alianzas y resultados. No se puede aceptar el ninguneo actual.
Pero la corrupción tiene otros signos estructurales, especialmente en el plano institucional. Hace poco vimos que un coronel de la Policía Nacional fue pasado al retiro por negarse a “decapitar” a otro coronel que había descubierto el robo de los gasolineros y que era apañado nada menos que por el general inspector. La nueva y capaz ministra se ha ocupado más de sancionar “muchachadas” de la policía femenina sin señal de corrupción, pero mantiene a ese general en su puesto y a los dos coroneles en retiro forzoso.
El abogado de uno de los marinos que colaboraron con la justicia realizando confesión sincera mostró que su defendido ha sido sancionado por el INPE, ubicado en celda de rigor mientras un abogado de sus ex jefes lo presionaba para que se retractase. El INPE aparece sancionando a los que colaboran con la justicia, aunque hoy sabemos que a otro vinculado con ese caso otras autoridades lo han tenido que sacar del país. ¿Pero qué pensar del INPE tras los recientes escándalos de fuga y violación de presas? ¿Es posible que solo con el oficio y los sellos se libere a un detenido? ¿No saben que en Azángaro todo sello se falsifica? ¿No pueden consultar por Internet u otra vía más moderna? Es intolerable lo que vemos, como lo es una policía cuyas reglas obsoletas facilitan la corrupción.
No tengo un análisis sistemático, pero es suficiente para recordar la frustración que produjo el fracaso de la zarina anticorrupción, una persona con los mejores antecedentes, nombrada sin un estudio previo y que al nacer como oficina recibió el rechazo de la contraloría, el Ministerio Público, el Parlamento y varios más que se sentían “dueños” de la función anticorrupción. Defenderé siempre la división de poderes y las autonomías propias del Estado de derecho, pero no las entiendo como autarquías. No es posible que no sean eficaces la lucha anticorrupción o la defensa del ambiente y la protección del agua para nuestros hijos y nietos, porque no se pueden sincronizar y articular las acciones de organismos autónomos. Cuando sincronizo, para no perder tiempo ni eficacia, la decisión del juez, del fiscal y de la contraloría, no le niego la autonomía a cada uno. La corrupción es estructural, hay que revisar la estructura del estado, reglas e “institucionalidades” internas hechas para la defensa corporativa antes que para la defensa del interés público, especialmente en los planos policial, militar y judicial.
Pero todo esto suena a juego de niños cuando recordamos lo que mostraron los “vladivideos” y vemos que hoy se han olvidado mientras varios de esos delincuentes pretenden ya andar con la frente en alto o cuando la heredera del gobernante de la más grande corrupción de la República pretende ser candidata presidencial sin poder explicar cómo le financiaron sus estudios en el extranjero. Y nadie le pide cuentas. ¿Cómo salir del círculo vicioso de la corrupción?
La corrupción es estructural: ¿ Quién pone el orden en el sistema público?
El Comercio