Publicado en El Comercio el 20 de julio del 2008
El escándalo producido por la pelea de los congresistas Torres Caro y Espinoza Soto marca la más profunda crisis en la imagen del Congreso en los últimos años. Lo que vimos y leímos es una vergüenza para ellos y para el país.
Pero estos personajes hacen daño hoy al Parlamento cuando ya deberían estar fuera de esta institución. Son dos tránsfugas que escandalizaron también en el 2006 cuando lo primero que hicieron al llegar fue abandonar las filas del partido que los llevó ante el electorado. Se salieron del Partido Nacionalista para ofrecerse al mejor postor, en este caso el partido de gobierno desesperado por armar mayoría a cualquier costo.
En otros países el tránsfuga incurre en causal de vacancia. No es un castigo sino la consecuencia de la ruptura entre el partido que lo propuso al electorado y el representante elegido como parte de ese partido. Pero es una manera de librarse de elementos cuya conducta puede degenerar aun más y dañar más todavía a la institución.
Espinoza fue el congresista que difamó al ex presidente Toledo con la denuncia de una ciudadana que se demostró falsa y no le pasó nada. Torres Caro llegó a la vicepresidencia con una trayectoria parlamentaria que solo resalta por su oportunismo. Desprestigian al Congreso y han degenerado el ambiente hasta un extremo que no guarda comparación con períodos anteriores. En su conversación grabada aparecen como lo que son, oportunistas que van al Congreso para priorizar sus intereses personales. Sus métodos no los aceptaría la gente de ninguna empresa o entidad que se respete: se graban a escondidas y divulgan el contenido, se denuncian entre ellos y utilizan para sus fines a asesores que paga el Congreso. Hay indicios de tráfico de influencias y otros delitos.
Hay que cortar por lo sano, pero me temo que el actual Congreso no va a cambiar las reglas de juego y, por tanto, solo habrá sanciones menores que no los excluirán del Parlamento, lo único que a estas alturas podría mejorar la imagen. Es que, lamentablemente, el partido de gobierno sigue creyendo que para gobernar es indispensable la mayoría absoluta y, por tanto, es también responsable de que estos personajes tengan vigencia.
Una muestra de ello la dan los parlamentarios fujimoristas que acaban de anunciar su voto, chantajeando hasta el final y recordándonos a todos los peruanos que es corrupto todo aquel que defiende corruptos. Ya ha sido condenado por un delito típico de corrupción el autócrata que ellos defienden. ¿Por qué nos extraña que sus seguidores usen el cargo público para sus fines?
El Partido Aprista tiene una enorme responsabilidad en este Congreso, no solo por su número sino por su experiencia. Lamentablemente, es el peor cuchillo cuando está en la oposición y solo sabe gobernar ‘mandando’. No logra concertar y eso no es herencia de Haya de la Torre. Su manera de hacer política debiera revisar los pocos momentos en que se construyó consensos y se pudo avanzar. Los hay y el jefe del Gabinete, Del Castillo, jugó un papel importante. No es indispensable la mayoría absoluta cuando hay capacidad política. Pero la vanidad y la autosuficiencia no ayudan.
En el Perú de hoy todos los ciudadanos que pensamos con nuestra propia cabeza, individual o asociada, somos “perros del hortelano”. Sigue leyendo