En la última CADE, que impactó al preguntarse por los avances en cuanto a inclusión social, se repitieron preguntas preocupadas por lo que ocurrirá el 2011 en las elecciones. Ya sabemos que el 2006 ganó Humala la primera vuelta. Gobierna García porque ganó la segunda ¿Cómo se sentirán los que con más del 47% insistieron en votar por Humala? Sabemos que no hay ni preguntas ni respuestas inocentes. Intuimos, sin embargo, que la realidad trasciende a los candidatos y las continuidades tienen mucho que ver con lo que hagamos.
Toda encuesta en los últimos años anuncia crisis si no hay cambios que impacten en el sistema político. Este año CPI nos mostró en mayo que el 96,5% confía poco o nada en el Congreso de la República. Apoyo nos mostró en junio que el 81% declaró no sentirse representados en este Poder Legislativo. La encuesta de la PUCP mostró en julio que el 63,4% está insatisfecho o muy insatisfecho con la democracia en el Perú. Son fotografías, pero sucesivas y coincidentes.
Los estudios latinoamericanos no son diferentes. Demuestran que nos gusta votar, con 88% solo nos ganan los uruguayos en esta parte del continente. Pero desconfiamos de la utilidad de nuestro voto: menos de la mitad –47%– piensa que votar por quienes sostienen su posición es efectivo. Y el 22% considera que participar en movimientos de protesta es más efectivo. Solo el 20% considera que se gobierna a favor del pueblo, la mayoría piensa que se gobierna a favor de grupos poderosos. Esto y más encontramos en el Latinobarómetro del 2006 y 2007. El PNUD en su encuesta del 2006 muestra que solo para el 5% la democracia existe y funciona bien. El 90% responsabiliza a los políticos del mal funcionamiento de la democracia. Para la gran mayoría se requería un cambio en el sistema político pero no había consenso en las medidas. Sin embargo mas del 70% reclamaba renovar el parlamento cada tres años.
En el Perú el problema de fondo es la pobreza y la inequidad que implica el que nos acostumbremos a mirarla y seguir de largo. Acabar con la exclusión es una preocupación que incluye a los empresarios de la CADE y eso es fundamental para sostener un objetivo nacional: queremos acabar con la exclusión, queremos integrar al Perú y los peruanos. No excluir a unos en nombre de otros. Por eso aplaudimos el rechazo de todos a que alguien califique a otro de malnacido y quisiéramos ver allí corrección fraterna y no exclusión de quien dijo el exabrupto. Por eso las reformas institucionales que propondremos en este y otro artículo, parten de una afirmación central: integrar, no excluir a nadie, ni al que hoy se sienta más poderoso.
La reforma política no garantiza la inclusión: ello depende del empleo, la vigencia objetiva y exigible de los derechos humanos que consagra la Constitución y sobre todo de la educación a la que todos debemos acceder. Pero la política es vital para sentirnos incluidos o excluidos y de ello depende mucho nuestra actitud y nuestra colaboración. Propondremos cambios en la forma en que elegimos nuestros representantes al Congreso, medidas que fortalezcan nuestra capacidad de asociarnos para participar en política –es decir fortalecer un sistema de partidos– y pasos para que se gobierne mejor en función de nuestros problemas, haciendo que funcione la democracia representativa y que las formas modernas de participación la afiancen en vez de contraponerse a ella. Queremos que la democracia no defraude al ciudadano y buscamos que la brutal desconfianza reflejada en las encuestas se transforme en esperanza con paciencia, porque se confía en el sistema. Sigue leyendo