TUMBLR
Ahora cuento con un blog visual en Tumblr que está genial.
http://cristhian-trinidad.tumblr.com/
Los amantes
Les gustaba comprometerse con las sensaciones, con el delicado placer de vivir de percepciones e ideas. Ella de izquierda, y él apolítico. Esto último era un perfil bajo, pues él amaba la política y sus factores sociales, pero se resistía a aferrarse a uno con tanta pasión como ella. Él también pinta, anda lanzando la pintura en los paredes y dando las pinceladas en los óleos. Ella ama el cine y el teatro, tanto así que pensó ser directora de cine en algún momento e inclusive quiso producir un corto cinematográfico. Él fuma, ella no. Ella no cree en el amor, y él no cree en la felicidad. Ellos son amantes, por el simple hecho que aman lo que les gusta. Ella se para de la cama, enciende un cigarrillo y le dice:”¡Estamos jodidos!” Él sigue mirando al techo y le dice: “¡Y qué bueno que es así!”
Fui feliz
Roberto Bolaño
Hace unas semanas hablaba con Raquel, una chica con un punto de vista interesante acerca de las relaciones. Y me dijo algo muy interesante:”Prefiero los pequeños placeres de la vida, los cortos y que no necesitan mucho trabajo”. Yo entendí que dichos placeres podían ser la música, el arte, los libros, películas, mundos muy bellos que generan felicidad. Y todo ello en respuesta a por qué no le gustan las relaciones. Y es que luego me explicó que, claro, uno se termina acostumbrado a la otra persona, y cuando todo se acaba, crisis emocional. Refuerzo su argumento con una escena de la película Todos dicen que te quiero de Woody Allen en donde este dice algo como “en la vida, cuando se rompe una relación, y espero que no te pase. Más vale ser dejador que dejado. Porque el dejador deja. Y al dejado, lo dejan.”
Es por eso que la madrugada de hoy, sin nada de sueño, me puse a pensar que de lo único que me podría enamorar sería de esos placeres que mencionaba Raquel, pues durante las vacaciones leí distintos libros; vi películas de Allen y de Almodóvar; me interesé por Jackson Pollock y por Marcel Duchamp; y oí mucho rock alternativo. Quizá esa era mi felicidad. Seamos sinceros, una relación no dura toda la vida; sin embargo, una melodía, un libro, un cuadro, una escena siempre quedan en ti. De pronto, empecé a creer que la felicidad es una fina elección. Cada quien elige su felicidad, ¿no lo creen?
A mis 18 años cada vez soy más pesimista con esto. ¿A qué se le puede considerar felicidad?, ¿a una pareja? Soy muy escéptico cuando pienso en esto. Es más, diría que las parejas solo son catalizadores de felicidad, son productores pasajeros de esa sensación. Lo curioso es eso mismo, nosotros necesitamos ser felices de algún modo. Bien lo dijo Woody Allen en Annie Hall:
“Después, se nos hizo tarde. Los dos teníamos que irnos, pero fue magnífico ver a Annie otra vez, ¿verdad? Comprendí que era una persona estupenda, y lo agradable que había sido conocerla y… me acordé de aquel viejo chiste, ya saben, el del tipo que va a ver al psiquiatra y le dice: “Doctor, mi hermano se ha vuelto loco. Se cree que es una gallina.” Y el médico le contesta: “Bueno, ¿y por qué no hace que lo encierren?”. Y el tipo le replica: “Lo haría pero es que necesito los huevos.” En fin, yo creo que eso expresa muy bien lo que siento acerca de las relaciones entre las personas. ¿Saben? Son completamente irracionales, disparatadas, absurdas… pero, ah, creo que las seguimos manteniendo porque, ah, la mayor parte de nosotros necesitamos los huevos.”
Después de esto, volví a hablar con Raquel y me dijo que no debía complicarme con estas cosas que, de alguna manera, eso me haría feliz. Y es que allí estaba la clave, señores. La felicidad me ha acompañado en cada madrugada que escribía. Mi felicidad no era una chica, un auto, plata, etc. Mi felicidad era escribir, algo que nunca me decepcionaría.
¿Encontraría a una Maga? – Cuento
¿Lo recuerdas, Mariel? Después de parciales y finales nos reuníamos en la casa de Mariano a quien decíamos Marciano no sé por qué. Tomábamos como locos y hacíamos huevada y media. Era la cagada. Lo peor es que Liliana tomaba fotos al por mayor: salíamos chinos de risa, parecíamos drogadictos. Nos encantaba tomar y conversar. A veces podían ser algunos vinitos, y otras veces Cusqueña helada. Un cigarrillo alcanzaba para seis personas y el que le daba la última pitada se compraba una cajetilla de Lucky Light. Eran buenos tiempos. Tan buenos que ya asimilé que el tiempo que te llevó te traería denuevo. Te traería como por esas casualidades te conocí en un concierto en el Centro de Lima y me pediste un cigarrillo. Teníamos a un amigo en común: el chato Becerra. Luego te invité un café en El Cocodrilo Verde y hallamos las coincidencias. Ambos leíamos a Ribeyro. Ambos amábamos a The Doors. Ambos disfrutábamos del humor e ingenio de Woody Allen. Y, por último, soñabamos con viajar a París. Entre el capuccino y la lluvia de otoño creí que eras perfecta. Hablo de perfección como goce de una buena conversación. Entonces empezamos a salir más seguido al Parque Kennedy y a Barranco. Yo parecía Jim Morrison y tú una suerte de Janis Joplin. La pasábamos de puta madre. ¿Y sabes por qué? Quizá porque desde un principio sabíamos que no existía el amor. Nosotros no juramos amarnos, juramos no amarnos. Nos cagábamos de risa cuando las parejas se decían eso. En lo subjetivo está lo objetivo.
¡Qué gracioso es todo! Ahora yo estoy aquí escribiendo novelitas,y tú en algún lugar como la canción de Duncan Dhu.¿ Estarías aún con ese seudo intelectual? Siempre quisiste estar con un filósofo o con un saxofonista. Espero que hayas estado con ambos, aunque para mí son lo mismo. Soy muy complejo a veces. Una vez me dijiste: “¡Deja de estar triste!”. Yo te dije: “¡Hey! No te metas con mis hobbies. Y es que solo estando triste puedo escribir algo bueno, porque la tristeza es una intranquilidad.”El arte empieza donde termina la tranquilidad” decía César Moro. Tú me conoces, escribo a las tres de la mañana con mi taza de café plantada en el escritorio, algo así como Balzac. Pero no, yo nunca seré un buen escritor. Los escritores son personas afanadas con la soledad, solo tú comprendías eso. A veces me decías que no había problema si no salíamos, que terminara de escribir. Lo mismo te decía cuando elaborabas un cuadro. Te parabas frente al lienzo con el camisón celeste y encendías un cigarrillo. La imagen hallaba un camino en tus pinceles. ¿Te encontraría, Mariel?
Perdonen las faltas ortográficas, mi teclado es un asco. Y para colmo no tengo el Word. Además, me da flojera releerlo, es una kábala. Sigue leyendo
Tan dulce como ella – Cuento
o has debido quererme como yo te quería.
JUAN GONZALO ROSE
– ¡Hey! Llegas tarde.- digo.
– Sí, disculpa.- me dice.
Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando nos hallamos en el Café-Café.
– Te ves extraña. ¿Ha sucedido algo? – le pregunto.
– No. Estás alucinando. – se acomoda el cabello con su mano.
– No te has conectado al Facebook desde hace una semana.
– Estuve saliendo con algunos amigos y el tiempo se me fue.
– ¿Qué raro es el tiempo, no?
– ¿Raro? Pero si el tiempo es la base de la vida.
– No hay bases en la vida, Isabel.
Cierto, no hay bases en la vida. Nos levantamos por la mañana y nos dirigimos a nuestras labores, comemos, salimos con personas, regresamos a casa y dormimos. La vida no tiene bases, Isabel.
– Claro que sí, tonto. ¡Imagínate! ¿Qué hace que quiera salir con mis amigos a tomar y bailar?, ¿qué me impulsa a estar con alguien?, ¿qué me motiva a tener una buena conversación y reírme y sentir que así es bueno pasar el tiempo? Hay bases, loco.
Amaba eso de ella. Amaba su forma de filosofar vagamente mientras le daba sorbos al café. Me mira y conversar con ella es un diáfano placer.
– Ahora me vas a decir que el amor es la base de la vida.
– Hmm … no. El amor es algo que la vida me quedará debiendo, porque no sé que es ni para qué sirve.
¡Vaya! Isabel decía cosas muy interesantes. Es como si la cafeína nos hiciera pensar más de lo habitual. Ambos gesticulábamos y creíamos en cosas absurdas, cosas que no muchos hablarían un sábado como hoy.
– Isabel, para qué pensar en el amor y otras fantasías pasajeras si bien se puede ser feliz de distintas maneras. Tú eres feliz oyendo a Soda Stereo por las madrugadas, leyendo a Benedetti, viendo a Woody Allen, bebiendo como loca en el Sargento.
– ¡Mierda! Creo que tienes razón, la felicidad está en huevadas tan insignificantes. Cuando hablamos por primera vez en Facebook, creí que eras el típico chico que me hablaría sonseras.
¿Eso pensaste, Isabel? No se qué hay en ti, qué hay en tu rostro y en tu voz. No podría decir que te quise cuando te vi, querer es un acto improvisado y sistemático a la vez. Uno quiere mientras habla, mientras observa.
– No te equivocas, digo y escribo muchas sonseras. Creo que escribir es un mecanismo de autodefensa, una tendencia a la autodestrucción.
– No lo creo. A mí me gusta lo que escribes. Es más, creo que tienes un tanto de adivino. Me acuerdo haber leído que alguna vez esperabas a alguien en el Parque Kennedy, en el Café Café. Talvez ese alguien podía ser yo.
– ¿Crees en el destino?
– En las coincidencias.
– Las coincidencias son muestras de que si algo tiene que suceder, sucederá. El amor es una extraña coincidencia.
– No creo que hablar por Facebook sea una coincidencia. Creo que tú tienes todo planeado.
Muy cierto, Isabel. Todo lo planeé, hasta la risa que hoy acompaña la noche. Es raro tenerte tan cerca esta noche y besarnos sin rozar tus labios solo con el gusto de saber que hablo contigo. Así podemos demostrarnos todo, porque el silencio es el mejor contacto con la realidad.
– Tienes razón. – le digo agachando un poco la mirada.
– ¿Sábes algo?, lo interesante de conocerte es que muchas cosas que dices son difíciles de olvidar. No pensaba encontrar a alguien que jugara bien con las palabras.
– Yo no pensaba encontrar a alguien que jugara bien con los pensamientos.
Así era Isabel, una chica extraña y divertida. Hablábamos de música. Hablábamos de libros. Hablábamos de todo. Era tan distraida y tan inteligente, tan bella; tan dulce, tan dulce como ella.
Cartas
Te gustaría estar aquí, Mariela. Aquí todo es como tú gustas. Aquí están los mejores artistas, los mejores músicos,la mejor comida. Aquí podríamos fumar juntos, Mariela. Aquí podríamos retomar nuestras noches vagabundas por el Centro de Lima o nuestra amena dialéctica en algún Café miraflorino. Creo que a mí me gustaría más que tú estés aquí. Por eso suelo oír a The Strokes mientras tu rostro palidecido trata de conservarse en la imagen que imprimí de ti. Es lo único importante que me traje en la maleta, Mariela. Tu rostro sonriente nunca se extinguió. Mucho menos tus ojos como umbrales del tiempo, como túneles ínfimos del recuerdo. Cuando leas esto, yo estaré camino a respuestas que nadie preguntó. Creo que por eso te quiero aquí. Necesito tus preguntas extravagantes, que conversemos horas y horas con un café pasado. Me quedo con esa imagen tuya alzando la taza hacia tu boca. Con esa sensibilidad para encender el cigarrillo. Pero, mejor solo me quedo con tu voz, tu graciosa voz.
Te gustaría estar aquí, Mariela. Aquí no existe el amor. Aquí no existe la felicidad. Aquí no hay en qué creer. Amarías este lugar. Aquí solo existe el pensamiento propio. Aquí no podría quererte. No si no es recíproco. Sin embargo, no habría problema en que vengas una temporada. Si vienes en otoño, te agradaría más este lugar. La gente tiende a sonreír más en esta época. Tal vez tú violarías esa norma boba con tu sonrisa. Tu rebeldía haría hacerte amiga de todos. Aquí serías feliz, Mariela. Aquí el tiempo no pasa. Inclusive, si haces algo mal, puedes borrarlo. Aquí no hay temores, no hay miedos. Aquí puedes sentarte a fumar y ver andar a las personas, ver la vida renovarse. Creo que por eso te esribí hoy. Mientras tus ojos deambulen por estas líneas recordarás que aún existo, que aún te recuerdo. Aquí el recuerdo es en loúnico en lo que se cree. Eso es lo malo de este lugar, porque recordar no siempre es bueno. El recuerdo es un viaje impreciso, Mariela. Por eso vine hasta aquí. Y por eso te esperaré aquí sentado en esta banca del parque. Aquí te espero, Mariela. Sigue leyendo
Breves resignaciones
Me he resignado a pensar que fui muy cojudo al jalar Realidad Social Peruana. Esta resignación posee argumentos que me desfavorecen y me hunden en una profunda frustración. No fui a clases, dejé para el último momento la lectura de las separatas y, por último, fui repentinamente avisado de un examen oral. Esto último solo fue preludio eficaz de que jalaría dicha materia: primero, porque los exámenes orales me intimidan, me cojudean, me vuelven temeroso de cada palabra; segundo, porque tenía previsto dar este examen un jueves, sin embargo, el martes en la noche vi que esta prueba se tomaría el miércoles. Cuando vi el cambio de fecha, mis ojos eran vertientes acaudaladas, eran representaciones físicas de una incapacidad innata: hablar frente a un profesor. Usted tal vez considera que escribo bonito, paja, chévere, bacán, pero expresando mis ideas en una conversación, más aún si es con un profesor, me inhibo, me hago mierda. Con esto, he hallado una conclusión: escribir es un proceso muy complejo, pues escribiendo graficas ideas, pero si no sabes darlas a conocer, te jodiste.
Me he resignado a sentirme ansioso, con ganas impulsivas de fumar, con un acoso díscolo como el de la conciencia. El “debí de haber sido más responsable” ya no me traería el tiempo que pude y no valoré. Las matemáticas ya me han signado a la derrota, a las oscuras sendas del desapruebo. Me jode, me asquea, me frustra la sensación de no haber ocupado bien mi tiempo. Me he resignado a la culpabilidad del irresponsable, a la sombra de aquel que pudo y no hizo. Me he resignado a esperar crédulo los resultados finales que quedan. Me he resignado brevemente a pensar que la PUCP está demostrándome la ineptitud de la cual no logro salir. Me he resignado a encomendar los lapiceros de mis profesores por un buen camino. No estoy rezando, no soy hipócrita, pues no acudiré a Dios solo cuando entre en crisis académica. Estoy resignado, lector. Mi resignación es el proceso más lento por el cual debo pasar estas vacaciones.
Fin de ciclo
Cada ciclo te deja un mensaje(quiero creer). Cada ciclo no solo te encuentras con colinas de lecturas, litros de café, ojeras del carajo, reus-tonos, flacas que te llaman la atención en tu salón, en la biblio, en el comedor, etc. Todo ello hace más divertido los cinco meses de “estudio”. De este modo, podría rescatar más cosas que condecoraron este ciclo,pero este post quedará aquí. Yo, Cristhian Trinidad, espero que usted disfrute unas buenas vacaciones. No sé cuándo subiré otra entrada, estoy trabajando en mi blognovela para que resulte intensamente interesante. Hasta luego.
Carta a una extraña
Sólo sé que no sé nada de tu vida,
Sólo me colgué una vez en el pasado.
Presenté mis credenciales a tu risa,
Y me clavaste una lanza en el costado.
Para no olvidar. Andrés Calamaro
Querida extraña: