Hablando de la vida, la muerte y otras demencias

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La existencia de la realidad es la cosa más misteriosa, más sublime y más surrealista que se dé.

SALVADOR DALÍ
¿Alguna vez han creído que pudieron haber sido otra persona en vez de la que son ahora? Es decir, he vivido 18 años creyendo que mi vida no era relativamente mía. Lo peor es que he vivido crédulo ante mis necesidades, mis inconstancias, mis temores, mis anhelos y todo aquello que suele preocuparnos. He vivido con sutileza, dedicándole un valor significativo a cada momento “importante”. Vivimos en base a rutinas, a esquemas que hemos ido construyendo por influencia de terceros. Vivimos en delirio con estímulos adquiribles como la música, el arte, etc; vivimos ligados a buscar nuestras sustancias psicotrópicas por nosotros mismos. He vivido creyendo que no existe la felicidad porque me mortifica pensar que es un límite lejano y extraño. He vivido creyendo que no existe el amor porque tal cosa es un tiempo muy variable, muy impreciso, muy relativo a los sentimientos. He vivido creyendo que la muerte es un destino muy bello, pues de él queda un modo de vida mejor: el recuerdo. He vivido creyendo que la tristeza es uno de los sentimientos más intensos e indescifrables por el que podemos pasar, ya que estando tristes solemos tomarnos el tiempo indicado para pensar. He vivido creyendo que la amistad es un nexo de confortablidad, un intercambio de creencias y emociones. He vivido creyendo que la música es el mejor transporte a los sentimientos,un etéreo mundo fuera de este. He vivido creyendo que la literatura es una conversación con el tiempo, con la fantasía, con la necesidad de huír; por ello escribo, porque creo que huyo de mis demencias y de todo lo que ido creyendo.

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Los amantes

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Les gustaba oír a The Smiths en el cuarto de ella. Ambos se echaban mirando hacia el techo y conversaban durante horas. Ella llevaba puesta una blusa negra, unos bluejeans y unas converse azules desgastadas por los caminos limeños. Él llevaba puesto una camisa a cuadros color azul, un pantalón negro de corduroy y unas converse rojas. Ella quería ser antropóloga. Él quería ser músico. Sin embargo, ella estudia Filosofía en La Católica y él Pintura en Bellas Artes. Ellos se conocieron por una amiga que los presentó en una reunión. Desde ese momento, ellos empezaron a ir a conciertos, a ir por algunos cafés, a ver películas, algunas exposiciones de arte tal vez. Claro, como aquella vez que él la invitó a la exposición de Jorge Piqueras e hizo la misma pregunta que hace alguien al entrar a una muestra: “¿Qué te sugiere este cuadro?” Ella le prestaba algunos libros de Cortázar y uno que otro poemario de Breton y Paul Éluard. Solían encontrarse en la terraza del Haití para conversar temas sociales afines a este país. Ambos querían irse, explorar horizontes europeos. Ella quería ir al Reino Unido, y él a Francia.

Les gustaba comprometerse con las sensaciones, con el delicado placer de vivir de percepciones e ideas. Ella de izquierda, y él apolítico. Esto último era un perfil bajo, pues él amaba la política y sus factores sociales, pero se resistía a aferrarse a uno con tanta pasión como ella. Él también pinta, anda lanzando la pintura en los paredes y dando las pinceladas en los óleos. Ella ama el cine y el teatro, tanto así que pensó ser directora de cine en algún momento e inclusive quiso producir un corto cinematográfico. Él fuma, ella no. Ella no cree en el amor, y él no cree en la felicidad. Ellos son amantes, por el simple hecho que aman lo que les gusta. Ella se para de la cama, enciende un cigarrillo y le dice:”¡Estamos jodidos!” Él sigue mirando al techo y le dice: “¡Y qué bueno que es así!”

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Fui feliz

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If i fell – The Beatles
Yo he sido feliz casi todos los días de mi vida, al menos durante un ratito, incluso en las circunstancias más adversas.
Roberto Bolaño

Hace mucho me ha inquietado la idea de felicidad, de si existe tal cosa. ¿Podemos llegar a ser felices? Yo no lo soy. Ilusamente consideraba que la felicidad podía estar en una pareja, o en algo que siempre quise y que, como ahora gano alguito, puedo comprarme. Sin embargo, siento que esas felicidades fueron muy vanas, inútiles. El amor es una felicidad muy corta. Por esto, no se sorprenda si su enamorada lo engaña, o si usted se llega a fijar en otra chica. La felicidad consiste de placeres. Tal vez usted no se ha dado cuenta, pero mintiendo obtiene más felicidad que diciendo la verdad. Porque, de algún modo la felicidad es una dulce mentira.

Hace unas semanas hablaba con Raquel, una chica con un punto de vista interesante acerca de las relaciones. Y me dijo algo muy interesante:”Prefiero los pequeños placeres de la vida, los cortos y que no necesitan mucho trabajo”. Yo entendí que dichos placeres podían ser la música, el arte, los libros, películas, mundos muy bellos que generan felicidad. Y todo ello en respuesta a por qué no le gustan las relaciones. Y es que luego me explicó que, claro, uno se termina acostumbrado a la otra persona, y cuando todo se acaba, crisis emocional. Refuerzo su argumento con una escena de la película Todos dicen que te quiero de Woody Allen en donde este dice algo como “en la vida, cuando se rompe una relación, y espero que no te pase. Más vale ser dejador que dejado. Porque el dejador deja. Y al dejado, lo dejan.”

Es por eso que la madrugada de hoy, sin nada de sueño, me puse a pensar que de lo único que me podría enamorar sería de esos placeres que mencionaba Raquel, pues durante las vacaciones leí distintos libros; vi películas de Allen y de Almodóvar; me interesé por Jackson Pollock y por Marcel Duchamp; y oí mucho rock alternativo. Quizá esa era mi felicidad. Seamos sinceros, una relación no dura toda la vida; sin embargo, una melodía, un libro, un cuadro, una escena siempre quedan en ti. De pronto, empecé a creer que la felicidad es una fina elección. Cada quien elige su felicidad, ¿no lo creen?

A mis 18 años cada vez soy más pesimista con esto. ¿A qué se le puede considerar felicidad?, ¿a una pareja? Soy muy escéptico cuando pienso en esto. Es más, diría que las parejas solo son catalizadores de felicidad, son productores pasajeros de esa sensación. Lo curioso es eso mismo, nosotros necesitamos ser felices de algún modo. Bien lo dijo Woody Allen en Annie Hall:
“Después, se nos hizo tarde. Los dos teníamos que irnos, pero fue magnífico ver a Annie otra vez, ¿verdad? Comprendí que era una persona estupenda, y lo agradable que había sido conocerla y… me acordé de aquel viejo chiste, ya saben, el del tipo que va a ver al psiquiatra y le dice: “Doctor, mi hermano se ha vuelto loco. Se cree que es una gallina.” Y el médico le contesta: “Bueno, ¿y por qué no hace que lo encierren?”. Y el tipo le replica: “Lo haría pero es que necesito los huevos.” En fin, yo creo que eso expresa muy bien lo que siento acerca de las relaciones entre las personas. ¿Saben? Son completamente irracionales, disparatadas, absurdas… pero, ah, creo que las seguimos manteniendo porque, ah, la mayor parte de nosotros necesitamos los huevos.”

Después de esto, volví a hablar con Raquel y me dijo que no debía complicarme con estas cosas que, de alguna manera, eso me haría feliz. Y es que allí estaba la clave, señores. La felicidad me ha acompañado en cada madrugada que escribía. Mi felicidad no era una chica, un auto, plata, etc. Mi felicidad era escribir, algo que nunca me decepcionaría.

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¿Encontraría a una Maga? – Cuento

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A esa Maga que no sé si exista.

Nothing in my way – Keane

La vie en Rose – Satchmo
¿Encontraría a la Maga?, ¿a una como tú? Nuestra relación era como la de Horacio Oliveira y la Maga: una interconección de personalidades, un aprendizaje antropológico y emocional. Ahora estoy aquí, en busca del tiempo perdido como el libro de Proust. Ya no busco el tiempo en donde eras actriz principal sino que busco los pequeños momentos en los que disfrutamos los placeres musicales de esta ciudad bizarra o las exposiciones de Sabogal en el MALI. Así me gustabas. Y hasta cierto punto todo era perfecto hasta que conociste a Rubén, un seudo intelectual que profesaba ser de izquierda. Claro, tú eras de izquierda. Sin embargo, Rubén era de una izquierda ilusoria, una en la que todo era para el pueblo, en la que planteaba modificar todo; yo era un izquierdista realista, asumía el ingreso del capitalismo,pero mi pensamiento era acerca de una retribución equitativa a los demás. Hmmm… te enamoraste de él, y lo peor de todo es que yo te lo presenté. Talvez al principio no te enamoraste de él sino de su biblioteca poseída por el socialismo y el marxismo. Cambiaste del todo. Cambiaste los discos de jazz por los más elecrónicos. Cambiaste a Cortázar por Coelho. ¡Mierda! Te volviste rara. Y hmmm… creo que fue así porque Rubén estudiaba Derecho en la de Lima y te paseaba con su carrito por la ciudad. Yo seguía en La Católica con la ya satanizada carrera de Literatura, pero tú toda fresh estudiando Pintura.

¿Lo recuerdas, Mariel? Después de parciales y finales nos reuníamos en la casa de Mariano a quien decíamos Marciano no sé por qué. Tomábamos como locos y hacíamos huevada y media. Era la cagada. Lo peor es que Liliana tomaba fotos al por mayor: salíamos chinos de risa, parecíamos drogadictos. Nos encantaba tomar y conversar. A veces podían ser algunos vinitos, y otras veces Cusqueña helada. Un cigarrillo alcanzaba para seis personas y el que le daba la última pitada se compraba una cajetilla de Lucky Light. Eran buenos tiempos. Tan buenos que ya asimilé que el tiempo que te llevó te traería denuevo. Te traería como por esas casualidades te conocí en un concierto en el Centro de Lima y me pediste un cigarrillo. Teníamos a un amigo en común: el chato Becerra. Luego te invité un café en El Cocodrilo Verde y hallamos las coincidencias. Ambos leíamos a Ribeyro. Ambos amábamos a The Doors. Ambos disfrutábamos del humor e ingenio de Woody Allen. Y, por último, soñabamos con viajar a París. Entre el capuccino y la lluvia de otoño creí que eras perfecta. Hablo de perfección como goce de una buena conversación. Entonces empezamos a salir más seguido al Parque Kennedy y a Barranco. Yo parecía Jim Morrison y tú una suerte de Janis Joplin. La pasábamos de puta madre. ¿Y sabes por qué? Quizá porque desde un principio sabíamos que no existía el amor. Nosotros no juramos amarnos, juramos no amarnos. Nos cagábamos de risa cuando las parejas se decían eso. En lo subjetivo está lo objetivo.

¡Qué gracioso es todo! Ahora yo estoy aquí escribiendo novelitas,y tú en algún lugar como la canción de Duncan Dhu.¿ Estarías aún con ese seudo intelectual? Siempre quisiste estar con un filósofo o con un saxofonista. Espero que hayas estado con ambos, aunque para mí son lo mismo. Soy muy complejo a veces. Una vez me dijiste: “¡Deja de estar triste!”. Yo te dije: “¡Hey! No te metas con mis hobbies. Y es que solo estando triste puedo escribir algo bueno, porque la tristeza es una intranquilidad.”El arte empieza donde termina la tranquilidad” decía César Moro. Tú me conoces, escribo a las tres de la mañana con mi taza de café plantada en el escritorio, algo así como Balzac. Pero no, yo nunca seré un buen escritor. Los escritores son personas afanadas con la soledad, solo tú comprendías eso. A veces me decías que no había problema si no salíamos, que terminara de escribir. Lo mismo te decía cuando elaborabas un cuadro. Te parabas frente al lienzo con el camisón celeste y encendías un cigarrillo. La imagen hallaba un camino en tus pinceles. ¿Te encontraría, Mariel?

Perdonen las faltas ortográficas, mi teclado es un asco. Y para colmo no tengo el Word. Además, me da flojera releerlo, es una kábala. Sigue leyendo

Tan dulce como ella – Cuento

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Ha debido morirse con nosotros el tiempo
o has debido quererme como yo te quería.

JUAN GONZALO ROSE

– ¡Hey! Llegas tarde.- digo.
– Sí, disculpa.- me dice.

Eran aproximadamente las seis de la tarde cuando nos hallamos en el Café-Café.

– Te ves extraña. ¿Ha sucedido algo? – le pregunto.
– No. Estás alucinando. – se acomoda el cabello con su mano.
– No te has conectado al Facebook desde hace una semana.
– Estuve saliendo con algunos amigos y el tiempo se me fue.
– ¿Qué raro es el tiempo, no?
– ¿Raro? Pero si el tiempo es la base de la vida.
– No hay bases en la vida, Isabel.

Cierto, no hay bases en la vida. Nos levantamos por la mañana y nos dirigimos a nuestras labores, comemos, salimos con personas, regresamos a casa y dormimos. La vida no tiene bases, Isabel.

– Claro que sí, tonto. ¡Imagínate! ¿Qué hace que quiera salir con mis amigos a tomar y bailar?, ¿qué me impulsa a estar con alguien?, ¿qué me motiva a tener una buena conversación y reírme y sentir que así es bueno pasar el tiempo? Hay bases, loco.

Amaba eso de ella. Amaba su forma de filosofar vagamente mientras le daba sorbos al café. Me mira y conversar con ella es un diáfano placer.

– Ahora me vas a decir que el amor es la base de la vida.
– Hmm … no. El amor es algo que la vida me quedará debiendo, porque no sé que es ni para qué sirve.

¡Vaya! Isabel decía cosas muy interesantes. Es como si la cafeína nos hiciera pensar más de lo habitual. Ambos gesticulábamos y creíamos en cosas absurdas, cosas que no muchos hablarían un sábado como hoy.

– Isabel, para qué pensar en el amor y otras fantasías pasajeras si bien se puede ser feliz de distintas maneras. Tú eres feliz oyendo a Soda Stereo por las madrugadas, leyendo a Benedetti, viendo a Woody Allen, bebiendo como loca en el Sargento.

– ¡Mierda! Creo que tienes razón, la felicidad está en huevadas tan insignificantes. Cuando hablamos por primera vez en Facebook, creí que eras el típico chico que me hablaría sonseras.
¿Eso pensaste, Isabel? No se qué hay en ti, qué hay en tu rostro y en tu voz. No podría decir que te quise cuando te vi, querer es un acto improvisado y sistemático a la vez. Uno quiere mientras habla, mientras observa.

– No te equivocas, digo y escribo muchas sonseras. Creo que escribir es un mecanismo de autodefensa, una tendencia a la autodestrucción.
– No lo creo. A mí me gusta lo que escribes. Es más, creo que tienes un tanto de adivino. Me acuerdo haber leído que alguna vez esperabas a alguien en el Parque Kennedy, en el Café Café. Talvez ese alguien podía ser yo.
– ¿Crees en el destino?
– En las coincidencias.
– Las coincidencias son muestras de que si algo tiene que suceder, sucederá. El amor es una extraña coincidencia.
– No creo que hablar por Facebook sea una coincidencia. Creo que tú tienes todo planeado.

Muy cierto, Isabel. Todo lo planeé, hasta la risa que hoy acompaña la noche. Es raro tenerte tan cerca esta noche y besarnos sin rozar tus labios solo con el gusto de saber que hablo contigo. Así podemos demostrarnos todo, porque el silencio es el mejor contacto con la realidad.

– Tienes razón. – le digo agachando un poco la mirada.
– ¿Sábes algo?, lo interesante de conocerte es que muchas cosas que dices son difíciles de olvidar. No pensaba encontrar a alguien que jugara bien con las palabras.
– Yo no pensaba encontrar a alguien que jugara bien con los pensamientos.

Así era Isabel, una chica extraña y divertida. Hablábamos de música. Hablábamos de libros. Hablábamos de todo. Era tan distraida y tan inteligente, tan bella; tan dulce, tan dulce como ella.

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Cartas

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Te gustaría estar aquí, Mariela. Aquí todo es como tú gustas. Aquí están los mejores artistas, los mejores músicos,la mejor comida. Aquí podríamos fumar juntos, Mariela. Aquí podríamos retomar nuestras noches vagabundas por el Centro de Lima o nuestra amena dialéctica en algún Café miraflorino. Creo que a mí me gustaría más que tú estés aquí. Por eso suelo oír a The Strokes mientras tu rostro palidecido trata de conservarse en la imagen que imprimí de ti. Es lo único importante que me traje en la maleta, Mariela. Tu rostro sonriente nunca se extinguió. Mucho menos tus ojos como umbrales del tiempo, como túneles ínfimos del recuerdo. Cuando leas esto, yo estaré camino a respuestas que nadie preguntó. Creo que por eso te quiero aquí. Necesito tus preguntas extravagantes, que conversemos horas y horas con un café pasado. Me quedo con esa imagen tuya alzando la taza hacia tu boca. Con esa sensibilidad para encender el cigarrillo. Pero, mejor solo me quedo con tu voz, tu graciosa voz.

Te gustaría estar aquí, Mariela. Aquí no existe el amor. Aquí no existe la felicidad. Aquí no hay en qué creer. Amarías este lugar. Aquí solo existe el pensamiento propio. Aquí no podría quererte. No si no es recíproco. Sin embargo, no habría problema en que vengas una temporada. Si vienes en otoño, te agradaría más este lugar. La gente tiende a sonreír más en esta época. Tal vez tú violarías esa norma boba con tu sonrisa. Tu rebeldía haría hacerte amiga de todos. Aquí serías feliz, Mariela. Aquí el tiempo no pasa. Inclusive, si haces algo mal, puedes borrarlo. Aquí no hay temores, no hay miedos. Aquí puedes sentarte a fumar y ver andar a las personas, ver la vida renovarse. Creo que por eso te esribí hoy. Mientras tus ojos deambulen por estas líneas recordarás que aún existo, que aún te recuerdo. Aquí el recuerdo es en loúnico en lo que se cree. Eso es lo malo de este lugar, porque recordar no siempre es bueno. El recuerdo es un viaje impreciso, Mariela. Por eso vine hasta aquí. Y por eso te esperaré aquí sentado en esta banca del parque. Aquí te espero, Mariela. Sigue leyendo

Breves resignaciones

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Coldplay – Yellow
A los que sienten la misma resignación que yo.
Estos últimos días estuve resignado al tedioso cálculo matemático para obtener promedios alentadores y/o mediocres. Me he resignado a saber que jalaré Perú en los tiempos modernos, pues no fui responsable al presentar los trabajos y mucho menos audaz para intervenir en las clases. A esta resignación se suma una caricaturesca esperanza al rezagar este examen unos días más, lo cual solo es un tiempo más para adaptarme, estoico, a la idea de que jalaré dicho curso. No me es grato hacer una crónica de un jalado anunciado, pero tampoco tendría por qué evocar a la madre de mi profesor; es más, reconozco que mi profesor fue exigente, pero dicha exigencia lo define como bueno enseñando. Me he resignado a hacer un mea culpa por haber faltado a varias clases: la irresponsabilidad es solo una culpa que tarda en llegar.

Me he resignado a pensar que fui muy cojudo al jalar Realidad Social Peruana. Esta resignación posee argumentos que me desfavorecen y me hunden en una profunda frustración. No fui a clases, dejé para el último momento la lectura de las separatas y, por último, fui repentinamente avisado de un examen oral. Esto último solo fue preludio eficaz de que jalaría dicha materia: primero, porque los exámenes orales me intimidan, me cojudean, me vuelven temeroso de cada palabra; segundo, porque tenía previsto dar este examen un jueves, sin embargo, el martes en la noche vi que esta prueba se tomaría el miércoles. Cuando vi el cambio de fecha, mis ojos eran vertientes acaudaladas, eran representaciones físicas de una incapacidad innata: hablar frente a un profesor. Usted tal vez considera que escribo bonito, paja, chévere, bacán, pero expresando mis ideas en una conversación, más aún si es con un profesor, me inhibo, me hago mierda. Con esto, he hallado una conclusión: escribir es un proceso muy complejo, pues escribiendo graficas ideas, pero si no sabes darlas a conocer, te jodiste.

Me he resignado a sentirme ansioso, con ganas impulsivas de fumar, con un acoso díscolo como el de la conciencia. El “debí de haber sido más responsable” ya no me traería el tiempo que pude y no valoré. Las matemáticas ya me han signado a la derrota, a las oscuras sendas del desapruebo. Me jode, me asquea, me frustra la sensación de no haber ocupado bien mi tiempo. Me he resignado a la culpabilidad del irresponsable, a la sombra de aquel que pudo y no hizo. Me he resignado a esperar crédulo los resultados finales que quedan. Me he resignado brevemente a pensar que la PUCP está demostrándome la ineptitud de la cual no logro salir. Me he resignado a encomendar los lapiceros de mis profesores por un buen camino. No estoy rezando, no soy hipócrita, pues no acudiré a Dios solo cuando entre en crisis académica. Estoy resignado, lector. Mi resignación es el proceso más lento por el cual debo pasar estas vacaciones.

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Fin de ciclo

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Un ciclo más que se va. Mi segundo ciclo, exactamente. No sé que es lo rescatable o lo entrañable de estos meses. Me gustaría decir que he crecido,pero eso sería solo un formalismo soso. No se crece en unos meses,creo yo. Tan solo he aprendido mucho y, sobre todo, he hallado conclusiones en temas generales. En el estudio, no debo de acumular lecturas para antes del parcial, no debo tirarme más de tres clases antes de un examen y, maldita sea, debí haber hecho las tareas de Holguín,y no estar como idiota diciendo: “Me voy por 15” con lagrimas bordeando mis ojos(bueno, lo de las lagrimas fue algo exagerado); en la amistad, hubo mucho tiempo para huevear con quienes compartí muchos cursos, hubo tiempo de burlas, de ganas de rajar, de ir a Plaza San Miguel sin motivo alguno, de ir al cine, etc.;en el amor, no sé qué decir, el amor es relativament pasajero, medianamente ilusorio y, referencialmente,te vuelve un stalker, pero, quizá esté confundiendo gusto con amor, así que no me arriesgaré a dar mayores referencias, solamente diré que este ciclo fue signado por R., una chica que me resultaba totalmente interesantepor sus ideas, su forma de pensar, todo lo que proyectaba,pues fue lo único que logré conocer de ella en la Cafetería de Letras cada almuerzo; sin embargo, fue en mayo, cuando después de unas reuniones me topé con algo extraño, algo sumamente inpensable que me hizo violar la mayor regla de la amistad: “Nunca con un amigo, porque la puedes cagar”. Por suerte, todo ha resultado bien, lo cual le da la contra,por el momento, a dicha regla. Entonces, como vemos, esto de andar enamoránose es dañino, pero como gesto gracioso de la vida,pasa, y es bueno cuando sucede.

Cada ciclo te deja un mensaje(quiero creer). Cada ciclo no solo te encuentras con colinas de lecturas, litros de café, ojeras del carajo, reus-tonos, flacas que te llaman la atención en tu salón, en la biblio, en el comedor, etc. Todo ello hace más divertido los cinco meses de “estudio”. De este modo, podría rescatar más cosas que condecoraron este ciclo,pero este post quedará aquí. Yo, Cristhian Trinidad, espero que usted disfrute unas buenas vacaciones. No sé cuándo subiré otra entrada, estoy trabajando en mi blognovela para que resulte intensamente interesante. Hasta luego.

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Carta a una extraña

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[Under cover of darkness – The Strokes] Exacta para esta carta

Sólo sé que no sé nada de tu vida,
Sólo me colgué una vez en el pasado.
Presenté mis credenciales a tu risa,
Y me clavaste una lanza en el costado.

Para no olvidar. Andrés Calamaro

Querida extraña:

Me es indistinto conocer las razones por las que hoy te escribo. Me es esquiva tu sonrisa el día de hoy; y yo que buscaba esos ojos aventureros. Tu risa ya no es la misma, extraña. No te hallo, extraña. No te te hallo igual a esos tiempos en los que dialogábamos en breves cruces de miradas. No podríamos negarlo, muy bien lo sabes. Nada puede ser coincidencia, pues tú veías mis pasos y yo los tuyos. El mundo goza de ironías tan sublimes y pasajeras que nos dejan con el sinsabor de la incontinuidad. Es extraño que te extrañe, extraña. Es extraño que vagues en mis tardes y te poses brevemente en este delirio llamado presente. Muy tarde supe que éramos concomitantes. Perdón por enviarte esta carta tan tarde y a estas horas de la noche. Perdón, extraña. El tiempo a veces nos inhibe, nos bifurca, nos separa. Ahora sé muy bien que probablemente tú no seas la extraña, sino yo. Ambos. Extraños como nosotros hacemos correr el tiempo, muchas veces lo perdemos;otras, lo ganamos; pero casi nunca lo amamos. Yo sí amé mi tiempo, aquel que me hizo encontrarte en esa caterva. Yo y mi cocacolita; tú, caminando de un lado para otro. Ahora todo es distinto; ya no bebo tanta cafeína, y tú ya no deambulas cerca a mí. Talvez no lo sepas,pero hoy me alegraste el día. Es raro cómo tan solo la presencia de alguien transforma las variadas inconsistencias de la vida. Nada se destruye(como la energía), solo se transforma. Has transformado mi tiempo y lo sabes, extraña. Lo haces cada día mustio, cada tarde obsoleta,cada momento inexacto. Nunca nos dimos la oportunidad adecuada para conocernos. Nunca aunque quise, o quisimos. Ya el tiempo ha decidido y que soy un idiota. Ya no te aburro más, extraña. Espero que todo te sea propicio. Que halles en otros rostros lo que yo descubrí en el tuyo.

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