Silencios Olvidados – Capítulo VI

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VI

Si el corazón se aburre de querer para qué sirve.
Mario Benedetti

Venus no siempre se dedica al ocio, también tiene un empleo que le genera un sustento para sus gastos íntegros. Hace unos meses la contrataron en una librería muy prestigiosa de Lima, en la que trabaja durante seis horas. Ella dice que se siente satisfecha con su trabajo, y que solo trabaja porque estamos en época de invierno. A mí me parece excelente lo que hace, pues siempre que puede me trae algún libro que a mí me costaría una fortuna conseguir.

– Aureliano, a qué hora podrías recogerme – me dice Venus.
– Quizá a las ocho – le digo.
– Me parece genial. Hasta luego – corta la llamada.

El trabajo de Venus puede ser muy mortificante, es decir, para cualquier pareja. Venus es vendedora, pero, a pedido de su jefe, algunas veces tiene que enamorar a los compradores con fines subliminales. Este fin me incomoda.

– Le recomiendo María de Jorge Isaccs. Dígame: ¿cree en el amor? – seduce Venus al comprador.
– Bueno, soy muy escéptico en ese tema. – le responde.
– Sé que le encantará este libro.

Luego de que el comprador pagó el libro, invitó a Venus a salir. Ella decía que no podía, que tenía que estudiar, lo cual era totalmente falso. Sin embargo, el hombre le insistió. Venus le respondió amablemente que no. El hombre se retiró. Después de unos días, el hombre regresó para llevar unos discos y pidió que le atendiese Venus. Ella lo reconoció de inmediato y lo atendió. Luego, el hombre le regaló unos de los discos que compró: Alberto Plaza. Venus se sintió sorprendida por dicho presente, inclusive por atinar a su autor preferido. Venus al principio no lo aceptó, pero el hombre insistió en que se lo quedase.

Después de una semana, Venus recibió chocolates en el trabajo, lo cual atraía la mirada de los colaboradores y clientes. Cuando Venus llegó a su casa, encontró una tarjeta que decía:”¿Te gustaron los chocolates?”. Venus se sintió asustada. Me llamó para preguntarme si yo era quien le había mandado los chocolates y le había dejado una nota. Yo le dije que no, que de repente era una broma de Mariano o de Dadou. Ella me dijo que era imposible, pues ellos estaban de viaje en Cuzco. Luego, Venus entró a su correo y un tal Franco la había agregado. Ella lo aceptó. Entonces, el desconocido le empezó a hablar.

– Hola, espero que te haya gustado el presente que te di. – le escribió el hombre.
– ¿Te conozco? – preguntó Venus.
– Soy el que te invitó a salir. – le respondió.
– ¿Quién te dio mi correo? – arremetió Venus.
– Me lo conseguí – dijo el hombre y cerró cesión.

Venus lo eliminó. Y, uno de esos días que ella trabaja hasta tarde, caminó por el jirón y sintió que la seguían. Caminó de manera acelerada y, cuando llegó a su reja, un hombre se le acercó con un cuchillo y le dijo:” ¿Por qué no aceptaste mi invitación? Venus, al ver que no pasaba nadie, gritó, pero fue en vano. Sin embargo, Giovacchino y yo nos encontrábamos cerca a la Plaza Francia, corrimos y lo agarramos, le quitamos el cuchillo y lo pateamos. El hombre no pudo pararse, para nuestra suerte, un carro de policía pasó y lo detuvo. Venus se sintió atemorizada por aquel incidente, así que renunció a su empleo y se de dedicó solo a la pintura en su casa.

Una noche, nos quedamos echados en su alfombra empolvada. Ella aún se sentía consternada por el incidente. Yo me levanté y puse el disco de Alberto Plaza. La levanté con la mano y le pregunté si bailaba. Ella me dijo que yo era un tonto, que esas canciones no se bailaban. Yo le puse la canción Aprendí de ti. Nos movimos lentamente, nada comparado al rock que nos apasionaba. Ella acercó su rostro al mío y me dio un beso. Fue un momento especial, un momento conducido por la balada. Mientras bailábamos le dije que la quería, que quería estar con ella. Venus dijo que estaba interesada en Mariano, pero que sentía algo por mí.Entonces, le dije que lo pensara, que yo la esperaría todo el tiempo que ella necesitase para elegir. Luego, le dije que se mudase conmigo a mi departamento en Miraflores, que así estaría más segura y que ella dormiría en otra habitación. Ella aceptó.

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