Aquí va un artículo mío publicado en el CD Multimedia “RSU” del BID. Da una definición de la Responsabilidad Social en términos de Gestión de Impactos.
La Responsabilidad Social de las Organizaciones
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Archivo del Autor: François Vallaeys
Presentación del Blog: Urgencias éticas y Universidad
El propósito central de este espacio de reflexión académica es de investigar la teoría ética que debería corresponderle a nuestra época compleja y globalizadora, y que deberíamos promover desde la Universidad para que el afán de crear organizaciones “socialmente responsables”, como se dice hoy en día, no sea un vano discurso.
La hipótesis central que me anima a abrir este blog es que nuestros patrones de reflexión, comprensión y práctica ética (en América Latina por lo menos) no están a la altura de los desafíos de nuestras actuales responsabilidades sociales: mientras los problemas éticos globales exigen hoy un nivel muy complejo de comprensión y compromiso responsable, nuestras representaciones y actitudes éticas siguen dependientes de presupuestos simplificadores, para no decir “simplones”, que impiden sistemáticamente desarrollar las estrategias adecuadas para enfrentar los problemas éticos en nuestra sociedad y utilizar de modo correcto las herramientas gerenciales de Responsabilidad Social que se están creando.
Esta sospecha de simplificación, la vamos a perseguir recorriendo varios caminos y preguntas: ¿Qué tipo de ética necesitamos en la era tecnológica global? ¿Qué es la Responsabilidad Social de las Organizaciones y cómo nos exige pensar y actuar? ¿Qué tipo de educación ética necesitamos promover en las Universidades para la formación de profesionales moralmente competentes y capaces de responder a los problemas de nuestro mundo? ¿Qué es la Responsabilidad Social Universitaria? ¿Cómo debemos pensarla para no recaer en los enfoques simplones de la academia de antaño?
Estoy trabajando estas preguntas desde hace varios años, (1) como filósofo especializado en la filosofía práctica de Kant, Apel y Habermas, pero también interesado en la teoría crítica de Adorno y Horkheimer, los trabajos de Hans Jonas sobre la ética de la responsabilidad, la aguda crítica de Castoriadis al mundo contemporáneo, el pensamiento complejo de Edgar Morin; (2) como docente universitario en la Pontificia Universidad Católica del Perú, que pretende “enseñar la ética” y la “Responsabilidad Social” a sus alumnos, dudando día a día de lograr esta presuntuosa pretensión; (3) como ciudadano del mundo preocupado por los inquietantes giros históricos actuales, la terquedad de la miseria y las malas respuestas rutinarias que se le da desde el “Rollo del Desarrollo”; (4) como “consultor” en varias instituciones nacionales o internacionales que tienen sed de ética pero no saben muy bien a qué fuente beber; (5) como padre de familia inquieto del devenir de la tierra que vamos a dejar a nuestros hijos.
Viendo que la etimología del término Ethos refiere originalmente a la “morada” y lo que la gente hace “normalmente” en ella, sus normas de conducta habituales, la pregunta ética central debe ser, en cada época: ¿Cómo deberíamos morar juntos en el mundo?
A esta pregunta se le ha dado diferente tipos de respuestas en la historia, pero lo primero que debemos considerar, si queremos tomar en serio la problemática de la Responsabilidad Social, es el hecho de que hoy en día, o más bien durante la revolución tecnológica del siglo XX, las condiciones básicas de residencia del ser humano en el mundo han cambiado radicalmente.
Queda claro que los contextos históricos han cambiado drásticamente desde la época de Aristóteles, e incluso la de Kant y la primera Declaración de los Derechos Humanos. “Morar” en un mundo transformado en “aldea global” por las tecnologías de comunicación y la economía planetaria de mercado, “morar” en un mundo que podría desaparecer por culpa de una guerra nuclear, en un mundo que sufre de una crisis ecológica sin precedente, etc. no es lo mismo que morar en la antigua Atenas o bien la prusiana Königsberg. Sería falso pretender que la problemática ética “sigue siendo la misma” aunque los tiempos históricos hayan cambiado, o reducir las diferencias a meras distinciones sociológicas (ética moderna contra ética tradicional), cuando en realidad nuestra modernidad globalizada de hoy redefine la misma manera de residir en el mundo, en nuestro cuerpo, en el espacio y el tiempo.
No queremos decir con esto que la Etica aristotélica de la Virtud o el Imperativo categórico de Kant ya serían obsoletos y tuviéramos que “inventar una nueva ética”. Al contrario, la Ley moral universal de la Crítica de la Razón Práctica nunca fue tan vigente como en nuestra humanidad inter, trans y multi-cultural.
Lo que queremos decir, siguiendo y prolongando a Hannah Arendt , es que las condiciones de nuestra residencia en el mundo han cambiado de modo radical desde que hemos adquirido el cuádruple poder de:
1. Estar por todas partes a la vez (tecnologías de la comunicación, ciberespacio);
2. Poder suprimir toda posibilidad de estancia humana en la tierra (riesgo de holocausto nuclear);
3. Afectar irremediablemente los grandes equilibrios anteriormente “naturales” y ahora dependientes de nuestra atención y cuidado (desequilibrios ecológicos globales, rupturas en el ciclo del carbono, en el ciclo del agua, efecto invernadero, etc.);
4. Cambiar nuestra propia esencia corpórea y la de las demás especies vivas del planeta (manipulaciones genéticas, clonación, etc.).
Esta nueva manera de “residir” en el mundo, cara a cara con posibilidades verdaderamente fatales para la vida, nos da poder y responsabilidad frente a entes otrora inaccesibles al campo de nuestros cuidados éticos como son: el Espacio, la Naturaleza, el Futuro, los procesos ecosistémicos o biológicos… Pero el sujeto de este poder y responsabilidad no es el individuo y su conciencia moral, sino la misma sociedad y sus fuerzas tecnocientíficas. Desde luego, se crea una situación en la cual (1) la responsabilidad moral es ante todo una responsabilidad social, y no tanto una responsabilidad personal, y (2) el conocimiento tecnocientífico especializado se vuelve imprescindible para poder saber qué debemos hacer o no, quedando profundamente insuficiente el mero “sentido común” y las intuiciones cotidianas.
Luego, sin querer, esta situación le da una nueva legitimidad a la enseñanza universitaria para arbitrar la formación moral de la humanidad moderna. En efecto, es imposible entender cuáles son nuestras responsabilidades colectivas y personales en el mundo de hoy si no se conoce cuáles son los riesgos ligados a las actividades profesionales y tecnocientíficas modernas.
Pero, ¿la Universidad está a la altura de este desafío? ¿Forma realmente ciudadanos y profesionales conscientes y responsables de sus nuevas exigencias éticas en un mundo ahora frágil y dependiente de nuestros actos? ¿O seguimos enseñando la vieja ética personal y profesional, estrechamente limitada a los patrones de conducta frente al prójimo, la purificación de las intenciones propias, el cultivo de la buena voluntad?
Me parece sumamente importante reflexionar esta pregunta, estudiar lo que realmente se está enseñando en las clases de ética en la educación superior en el continente, y tomar las medidas académicas correctivas necesarias para que la muy deseada “formación integral ciudadana” que se pretende impartir en nuestras casas de estudios sea algo más que (como dicen los estudiantes) “cursos de relleno”.
François Vallaeys