Recientemente, en la academia, han aparecido comentarios de disgusto acerca de la definición de la responsabilidad social como “responsabilidad de la organización por sus impactos en la sociedad y el medioambiente” (ISO 26000). Se quejan de que “impacto” es una palabra inclinada hacia lo negativo, lo violento, mientras que los universitarios quieren practicar una RSU de acciones positivas, una RSU linda, llena de generosidad.
Esta insatisfacción “estético-emocional” no se eleva al rango de crítica conceptual propositiva, es más bien reflejo, creo, de la nostalgia del paradigma de la “Proyección social”. Pero da pie para precisar por qué la RS tiene que ser definida como responsabilidad por los impactos, y no de otro modo. Veamos:
- La responsabilidad social es un vasto movimiento mundial que quiere TRADUCIR en términos de gestión organizacional los imperativos éticos del siglo XXI. Cada traducción, es cierto, es un poco una traición, pero es inútil proponerles a los gerentes de cualquier organización un piadoso voto moral tipo “debemos participar en la transformación social” sin darles las herramientas para operacionalizar el lindo deseo en acciones concretas. Si no hablamos de gestión, no hablamos de RS. Y se vuelve catastrófico si, por no querer hablarle de los impactos de su organización, le decimos al gerente que tiene que “cumplir con iniciativas solidarias a favor de la sociedad”, porque eso, para él, nunca significaría algo más que “gastos residuales en acciones filantrópicas” al lado del core business.
- La ISO 26000 ha definido la RS como responsabilidad por impactos (2010). Es el consenso mundial actual, logrado después de 5 años de discusión entre más de 90 países y todas las partes interesadas (Gobiernos, Agencias, Organismos internacionales, ONGs, Empresas, Universitarios, etc.). Rechazar esta definición es ponerse de espaldas a los avances de varias décadas, para proponer “lo suyo”. El autismo y la torre de marfil son la especialidad de muchos universitarios. Pero quien tiene una razón que solamente es de él, y que nadie más comparte, es literalmente un “idiota”, según la etimología griega de “idión”. Detrás del rechazo universitario a la ISO 26000, hay el legítimo pedido de no aceptar un concepto empresarial para definir la RSU, pero JUSTAMENTE el concepto de la ISO 26000 ya NO ES empresarial, sino para toda organización, y la mejor prueba es que los gobiernos lo retoman para hacer hoy políticas públicas de RSE (Unión Europea), RSU (Perú), etc. He pasado años explicando que “responsabilidad por los impactos” era una definición adaptable a la universidad que separa bien la RSU de la RSE, puesto que los impactos universitarios son DISTINTOS a los empresariales.
- Ser responsable de sus impactos es aprender a sentirse parte del problema (social y ambiental) antes de pretender orgullosamente formar parte de la solución. Es imprescindible que la universidad mire sus impactos negativos en lugar de esconderlos detrás de iniciativas generosas para la comunidad (con voluntarios de Extensión). Si no lo hace, cae JUSTAMENTE en la misma falsa RSE “fairwashing” de las empresas que tanto critica: hace proyección generosa para pobres de un lado, pero por el otro, sigue enseñando y legitimando las teorías que producen la pobreza, y sigue financiando la pobreza y la destrucción de la biosfera con sus compras irresponsables y sus hábitos administrativos ciegos a… sus impactos! Toda RSU que no aborda el reto de luchar contra los impactos educativos y cognitivos negativos (el currículo oculto y los prejuicios epistémicos solapados) es y será siempre una farsa, mucho peor que la de las empresas que no tienen por qué pretender ser sabias, autorreflexivas, y lúcidas. Desde luego, pedir una RSU que no sea sólo impactos es un grave retroceso conceptual, luego práctico, hacia la auto-satisfacción académica, todo lo contrario de la responsabilidad.
- Ser responsable por sus impactos no es algo feo. Significa responsabilizarse por sus impactos negativos y promover IMPACTOS POSITIVOS, justamente porque hemos tomado conciencia que teníamos impactos negativos. Luego, al igual que los padres por fin conscientes de tener malas influencias sobre sus hijos, pueden innovar nuevas prácticas más positivas en casa, la universidad consciente de sus impactos negativos puede innovar administrativa y pedagógicamente, emprender nuevos caminos desconocidos. Es decir que la percepción de los impactos negativos conduce al esfuerzo de generar impactos positivos.
- Hablamos de impactos positivos, no de acciones positivas, porque la exigencia de la RSU es mayor a la de ser solamente buena universidad: es la de realmente tener influencia concreta en el entorno social y ambiental para cambiar la marcha de las cosas. Lo que conduce a la idea de que la RSU, al igual que otra RSO, tiene como finalidad el bienestar y la sostenibilidad del TERRITORIO, no de la sola organización. El fin de la RSU está más allá de la universidad, en un Territorio Socialmente Responsable, lo que implica trabajar con otros actores del medio en 1) disminuir los impactos negativos de todos y 2) aumentar los impactos positivos de todos, en sinergia. Traté de sugerir este concepto de Responsabilidad Social Territorial al Observatorio Regional de Responsabilidad Social para América Latina y Caribe de la UNESCO (ORSALC). Visiblemente, tomaron la palabra, pero no entendieron el concepto todavía. “A río revuelto ganancia de pescadores”.
- La definición de la RSU en términos de gestión de impactos se universaliza porque es práctica y desafiante a la vez: es práctico reconocer sus impactos en 4 ámbitos, deducir de eso 4 grandes esfuerzos desde los 4 procesos institucionales de Gestión, Formación, Investigación y Extensión, aplicando herramientas de autodiagnóstico y evaluación (ver el resto de este blog para los detalles). Y el retorno a la observación de los impactos permite ver que hemos avanzado poco y que el horizonte sigue en el horizonte. Así que permite caminar y caminar.
Los flojos no quieren caminar, quieren que todo sea color de rosa, por eso se encantan con dos o tres buenas prácticas, y aplauden al histrión. Los que tienen la lucidez de mirar hacia los impactos que estructuran la sociedad nuestra, tienen la mirada más sombría, están más preocupados y entienden bien la lúgubre frase de T. Adorno: “Lo que podría ser diferente, todavía no ha empezado” (Dialéctica Negativa). Pero, los lúcidos gerentes siguen firme con la esperanza de que sí se puede cambiar algo, porque “la lucidez es la herida la más cercana al sol” (René Char).
François Vallaeys