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Responsabilidad Social Universitaria, nada más ni nada menos

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En otro artículo del presente blog Respuestas a preguntas sobre RSU Ivett Navarro de la UNAM me pregunta lo siguiente:

1. ¿Existen otros modelos de Compromiso Social Universitario (CSU) en Latinoamérica, además de los de Extensión, Voluntariado, Proyección, Responsabilidad Social y Servicio Social/Comunitario?

2. ¿Cuáles son las principales metodologías para el desarrollo del CSU?

3. ¿Existe bibliografía sobre los dos temas anteriores (modelos y metodologías del CSU) que nos pueda recomendar?

Quisiera contestarle volviendo sobre la distinción entre RSU y Extensión, que no es una distinción metodológica sino filosófica. Siendo una distinción filosófica, no importa mucho el nombre que le damos (no es una “marca”) pero sí importa mucho el sentido que le damos (es un “concepto”).

Lo que Ivett llama Compromiso Social Universitario (CSU) puede ser entendido de dos maneras contradictorias:

(1) O bien se trata de otro nombre para la Extensión-Voluntariado-Proyección-Servicio Social, y pongo todos estos términos en el mismo conjunto porque designan la misma preocupación de los universitarios por lo que pasa al exterior de la universidad, es decir la preocupación social universitaria vista como un salir afuera de la Universidad al encuentro de la Sociedad.

La crítica que le hago a este paradigma es que parte de una premisa equivocada: la separación universidad-sociedad. De esta premisa equivocada, se deducen todos los problemas de esta estrategia: muy bien intencionada para ayudar a los que más lo necesitan en la sociedad (los vulnerables, marginados, etc.), está estrategia se vuelve muy débil en su aplicación, porque, por un lado, la Universidad no está preparada para asistir y resolver los problemas sociales en forma directa, y por otro, la Universidad no está mentalizada para concebir la formación e investigación como un proceso social sino como un proceso académico especializado. Y aquí entra la letanía de las quejas de los actores de la Extensión universitaria, que denuncian ser siempre la última rueda del coche universitario, queja que es legítima porque la extensión es muy útil y valiosa para los universitarios, pero al mismo tiempo queja ilegítima porque la finalidad de la universidad es ante todo la producción y transmisión del conocimiento, y no la extensión, por lo que los directivos universitarios tienen razón en privilegiar los procesos académicos sobre los demás.

Y no sólo es débil sino que incoherente porque, al no ver que la universidad ES también la sociedad, el paradigma de la Extensión no ve la relación intrínseca que existe entre la existencia de los problemas sociales por un lado y los modos de producir y transmitir los conocimientos científicos, técnicos y humanísticos en la Universidad. (No estoy aquí criticando a los actores de la Extensión en su trabajo cotidiano sino a las Universidades que piensan que este paradigma cumple con su propósito social en forma satisfactoria). Así que después de haber enseñado adentro del claustro universitario todos los conocimientos y hábitos profesionales que permiten, facilitan e incluso a veces crean los problemas sociales que encontramos afuera del claustro, uno va a tratar de ayudar a las víctimas sociales de estos conocimientos y hábitos profesionales afuera. O sea, hacemos en la Universidad lo mismo que reprochamos a las empresas que hacen “greenwashing” y paternalismo en lugar de RSE.

Y nos preguntamos ¿porqué no funciona nuestro esfuerzo de extensión? Sin ver que se trata de una cuestión sencillamente estadística: mientras hemos tratado de ayudar a 100 pobres afuera

– hemos formado 1000 economistas adentro que piensan que existen “leyes económicas” organizadas por una mano invisible que produce la armonía del “óptimo paretiano”;
– hemos formado 1000 contadores que no saben ni una palabra del cálculo de una huella ecológica de una organización, porque sus profesores piensan que su trabajo es el análisis financiero nomás;
– hemos formado 1000 médicos que denigran la medicina tradicional (en su país multicultural), separan tajantemente lo biológico de lo psico y sociológico, y sueñan con trabajar en Houston;
– hemos formado 1000 sociólogos que no saben nada de ciencias, y separan tajantemente los “hechos sociológicos” de la biología, la psicología, la física;
– en resumen, hemos formado 100 000 profesionales que no saben más que “aplicar” su pequeña inteligencia ciega híper especializada (Edgar Morin), y es esta situación la que contribuye en reproducir sistemáticamente la pobreza social y ambiental.

En realidad, vamos afuera a ayudar después de haber construido adentro los conocimientos y los jóvenes profesionales que garantizan la reproducción de la misma inteligencia ciega que reina afuera. En realidad, la universidad es el espejo de la sociedad, y la sociedad el espejo de la universidad. Sólo una concepción hologramática (la parte del todo contiene la imagen del todo) de la Universidad permite no desarrollar esta enfermedad autoinmune de creer que los problemas son de la sociedad y no de la universidad. Y si existen problemas sociales en nuestra sociedad moderna organizada de modo técnico y científico (es decir dirigida y mantenida por gente que, cada vez más, salen de las instituciones de educación superior), es porque la formación de los técnicos y científicos está basada en una racionalidad que produce problemas sociales. Lo que nos conduce a la segunda posibilidad.

(2) o bien lo que llama Ivett CSU se entiende como Responsabilidad Social Universitaria (RSU), y se trata entonces del ESFUERZO REFLEXIVO y CORRECTIVO de la Universidad sobre si misma para examinar en qué medida ella participa de este sistema socialmente insostenible, en qué medida lo reproduce también, en qué medida prepara los futuros profesionales para reproducirlo, agravarlo o transformarlo, en qué medida esta insostenibilidad social y ambiental se reencuentra en sus hábitos rutinarios adentro del campus, en los salones de clase, en los esquemas mentales de sus profesores y administrativos, en qué medida tiene ella impactos sociales negativos en su propio actuar institucional, en qué medida ella también se desentiende de sus partes interesadas, no escucha a su gente y no practica ella también una real democracia participativa.

Es por eso que este “compromiso social” es una “RESPONSABILIDAD social”, porque se trata de un esfuerzo sobre sí misma, es decir una responsabilización. Toda responsabilidad es un esfuerzo sobre uno mismo, como cuando digo “tengo que tomar mis responsabilidades”, “tengo que asumir mis responsabilidades”. Lo que caracteriza entonces el modelo de la RSU frente y en contra del modelo de la Extensión y Proyección social, es el hecho de no empezar por lo último (la acción social afuera) sino por lo primero (la transformación de la producción y transmisión del conocimiento adentro).

Ojo, responsabilización no significa culpabilización: No se trata aquí de flagelar de la pecadora universidad para después conseguir una redención mística, una transformación revolucionaria de la noche a la mañana. La responsabilización es más humilde, discreta, paciente y eficaz. Esta auto-reflexión de la universidad que se responsabiliza por sus impactos es un largo camino hacia la coherencia entre lo que se quiere como sociedad y lo que se hace como universidad, camino nunca acabado, camino cuyos pasos son los de su gente, sus actores (estudiantes, profesores, administrativos, directivos, trabajadores) reflexionando juntos sobre lo que hacen a diario, tomando decisiones académicas y administrativas, innovando con sus partes interesadas externas. Esto incluye por supuesto el aprendizaje basado en proyectos sociales, entonces el “ir afuera a ayudar”, pero no concebido como “extensión” después y separadamente de la “formación e investigación”, sino como método legítimo y racional de asegurar la formación e investigación (así ya no debería haber una Extensión como “última rueda del coche”, sino una “formación e investigación” que sea de por sí un proceso extensivo social, o sea un solo proceso académico y no tres procesos separados con uno marginado, como es el caso actualmente).

En verdad, en mi concepción de la RSU a partir de los 4 impactos universitarios, el más importante, el fundamental, el que conduce a todos los demás, es el impacto cognitivo.

4 impactos RSU.jpg

Mientras dejemos a los modelos mentales, epistemológicos y cognitivos promovidos por la Universidad fuera del debate sobre el compromiso social de la Universidad, no avanzaremos en nada. Y les puedo decir que me preocupa cada vez más cómo los universitarios siguen vanagloriándose con las lindas acciones de ayuda social realizadas por la profesora X con sus alumnos Y de la Facultad Z en el barrio popular A, mientras todo sigue absolutamente igual adentro de la Universidad, con los mismos modelos administrativos y educativos de siempre, sobre todo en la Facultad Z. Lo único que cambia es que llamamos a esto “RSU” ¡porque es más fashion!

Quisiera terminar con tres cosas:

(1) el primer libro que se tiene que leer si uno quiere tener un compromiso social desde la universidad es la “INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO” de Edgar Morin, que no habla ni una palabra de proyección social estudiantil, pero que explica en forma resumida y sencilla el problema de la INTELIGENCIA CIEGA, que es el único problema social y ambiental que la Universidad está preparada y legitimada para enfrentar eficazmente, sino resolver.

(2) el segundo libro que quisiera recomendar, es el MANUAL DE PRIMEROS PASOS en RSU que escribí con Cristina de la Cruz y Pedro Sasia para el BID y que está publicado por McGraw Hill. Lo recomiendo sin falsa vergüenza porque creo realmente que aporta algo nuevo al debate y la práctica del compromiso social universitario, y ya es disponible gratuitamente en el enlace siguiente:
http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum=35125786

(3) Existe un test sencillo para verificar si estamos en el paradigma de la Extensión universitaria o en aquél de la RSU: Si su Universidad cree que está practicando la “Responsabilidad Social Universitaria” y todavía nada le duele, es que está todavía bien lejos de verdaderamente responsabilizarse por sus impactos negativos rutinarios.

François Vallaeys

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