Por Juan Incháustegui V. Ex ministro de Energía y Minas
La energía es un requisito esencial para la vida y por eso su oportuno abastecimiento tiene que ser una función política y su producción y comercialización debe contar con la participación de inversionistas y agentes privados, más una regulación eficaz y promotora de la sociedad; de lo que a su vez se desprende, que es preciso planificar y dirigir de modo permanente su producción y su oportuna llegada a los consumidores.
Cumpliendo esas funciones, se exploró en la selva peruana desde 1981 y se descubrió Camisea, que desde el 2004 nos provee de energía. Pero este logro histórico, no habría sido posible si no se contaba con una demanda que hiciera rentable la enorme inversión necesaria y que no existía en el país. Se tuvo que combinar entonces un destino de exportación, con el uso del gas para la generación de electricidad, que requirió establecer un precio bajo que impulsara las inversiones.
Tales expectativas no solo se han cumplido, sino que han sido superadas por la realidad más allá de toda previsión, y entonces, apenas en cuatro años el tramo final de los ductos que transportan el gas y que se planificó tardaría en llenarse por lo menos diez años, ha resultado insuficiente por el explosivo crecimiento de la demanda de electricidad que está, por cierto, íntimamente vinculado al crecimiento de la economía.
Surge de allí la evidencia de cuán importante es planificar el desarrollo, con un horizonte permanente de corto, mediano y largo plazo. No deben entonces darse más situaciones de emergencia en el oportuno abastecimiento de las cosas fundamentales para la vida de una sociedad comenzando, por cierto, del agua y la energía.
Volviendo al asunto del abastecimiento eléctrico, cabe decir que se desprende de un seguimiento de los precios, la demanda y las inversiones en el sector de los últimos años; que el parque o la capacidad de generación no ha crecido a la velocidad suficiente y se ha concentrado en el gas, tanto económica como físicamente; y por ende, es menester accionar los resortes que sean necesarios para estimular las inversiones en otras fuentes de energía y en lugares distintos a los actuales puntos de llegada del gas. Es claro que entre ellos está el precio del gas natural, fijado exclusivamente para la generación de electricidad, que en su momento sirvió para catalizar la demanda, pero que ahora se ha convertido en un factor de desplazamiento de las inversiones en otras fuentes de energía y en especial la hidráulica, de las que dispone el país, pero que no resultan competitivas contra un precio final de la energía generada por gas natural. Hay que, entonces, tomar las decisiones del caso, que naturalmente deben buscar en lo posible el consenso previo y mantener además en ellas una gradualidad , que no perturbe el mercado; puesto que al final de la cadena, vamos a ser los usuarios quienes paguemos esas nuevas inversiones, a través de las tarifas y por consiguiente ese pago tiene que asumirse en forma progresiva y racional.
Es bueno recordar finalmente, como una suerte de telón de fondo de estas reflexiones, esa vieja máxima del campo de la electricidad relativa a sus precios y a sus costos y que es absolutamente válida y que dice que la energía más cara es la que no se tiene.
El Comercio.