Rincón del autor. En el Perú venimos dando palos de ciego ante la pobreza. Entonces, la pregunta sobre el por qué cae de madura
Por Mariella Balbi
Santiago Levy, experto del BID, anteriormente viceministro de Economía de México durante tres períodos (vaya resistencia), estuvo en Lima y dijo de manera muy diplomática que los programas sociales estaban ‘hasta las cangallas’. El flamante y ya abrumado ministro de Economía lo confirmó con crudeza en el Congreso. Puntualizó que según su evaluación se observa: desarticulación, duplicidad, subcobertura, filtración, ausencia de línea de base y de metas. Lo dejamos ahí –hay más ineficiencias– para evitar deprimirnos. Quiere decir que en estos dos largos años no solo se ha malgastado el dinero de nuestros impuestos, sino –lo peor en realidad– que los beneficiarios no han sido tales.
Un país con 40% de pobreza y su sobredosis de informalidad no puede ni va a funcionar. Menos aun si burócratas adormecidos, políticos indiferentes y ciudadanos idos ven pasar esto sin que se les pare un pelo. Y ello no es pesimismo ni lloriqueo. Ni el humalismo ha sido tan crítico como el ministro Valdivieso, que sepamos viene directo de EE.UU. y debe estar lejísimos del etnocacerismo y sus derivados. El señor Levy informó a las altas esferas gubernamentales sobre la experiencia de México en esta área. Expuso que entregar dinero directamente al pobre con determinadas condiciones (ir a la posta con toda la familia, tener a los hijos en el colegio) había dado resultados. De hecho el programa Juntos se basa en la experiencia ‘charra’. La diferencia radica en que acá, muchas veces los compromisos no se pueden cumplir porque no hay posta o colegio cerca (¡ploff!).
La metodología funciona con éxito hace 10 años y se ha replicado en cerca de 28 países. También han disuelto los prejuicios típicos de que “el pobre se tira la plata en trago” o que “se crearán mantenidos”. Habría que decir: Ilusos abstenerse. Esto no resuelve al 100% la pobreza, sí la extrema, lo cual es bastante. En el Perú venimos dando palos de ciego ante la pobreza. Entonces, la pregunta sobre el por qué cae de madura. Los desconfiados sostienen que el Gobierno quiere mantener un circuito de intermediarios, pues esto le conviene políticamente, electoralmente en realidad. Las cifras son horrorosas: de 100 soles, al pobre le llega 25, el resto se queda en el camino, engordando otro tipo de apetitos.
Lo ocurrido en Pisco con el bono de 6.000 soles es pavoroso. Con US$1.900 nadie reconstruye nada. Además, al elevarse el precio de los materiales exorbitantemente la construcción se dificultó y la gente vio la posibilidad de vivir como tal: en una cama, con refrigerador para aliviar la tarea doméstica y con ‘tele’, el esparcimiento del pobre y de muchos más. Tal vez se pudo condicionar la entrega del bono y con seguridad el diseño pudo ser mejor. En Armenia, Colombia, se construyeron urbanizaciones, modestas, pero dignas, y se podía elegir entre varias opciones. Ahora bien, aunque suene cruel, según los expertos, los pobres se clasifican de acuerdo con lo que puedan comer. Tendremos muchas familias a quienes dar subsidio directo y condicionado, muchos saltarán hasta el techo, poco importa. La metodología está comprobada, lo que hacemos hoy en día no resulta. ¿Quedó convencido?
El Comercio.