Por Alejandro Vassilaqui. Director ejecutivo Cedro
El Tribunal Constitucional ha rechazado la legalización del cultivo de la hoja de coca, como pretendía el Gobierno Regional de Puno, bajo el artificio de declararla patrimonio regional.
El Tribunal Constitucional ha recalcado, además, que la política sobre el problema de las drogas es una competencia exclusiva del Gobierno Central, no pudiendo las regiones dictar normas que contravengan o resulten incompatibles con la legislación, política o plan nacional antidrogas, pues ello resultaría manifiestamente contrario a los artículos 8 y 192 de la Constitución. Por vez primera, el Tribunal Constitucional va más allá y accede, a un pedido de la Presidencia del Consejo de Ministros, a que este dictamen constituya un precedente para posteriores demandas.
Si se quisiera sintetizar en una frase las convenciones de Naciones Unidas –Convención Única sobre Estupefacientes (1961), Convenio de Sustancias Psicotrópicas (1971), Protocolo que modifica la Convención de 1961 (1972) y Convención de las Naciones Unidas sobre Sustancias Psicotrópicas (1988), de las cuales el Perú y alrededor de 200 países son signatarios–, esta podría ser “no hay que producir drogas y no hay que consumir drogas”.
En el Perú han disminuido las hectáreas de hoja de coca de 115.000 a 38.700 en el lapso de aproximadamente cinco años. Sin embargo, se ha vuelto a incrementar en los últimos ocho años a 53.700.
Por otro lado, es sabido que entre el 86% y 89% de la producción de hoja de coca del país es vendida al narcotráfico, quedando aproximadamente solo entre el 14% y el 11% para pequeños usos legales.
El consumo tradicional dentro de la cosmovisión andina es respetable. Existe la falacia de la hoja de coca como alimento. Todas las plantas verdes, como la hoja de coca, contienen proteínas, pero las investigaciones con animales de laboratorio concluyen que el organismo no digiere las proteínas de la hoja de coca, lo que puede llevar a una permanente desnutrición. Ya Mariátegui, Haya de la Torre y Víctor Andrés Belaunde fueron muy enfáticos en este punto: liberar a la población fundamentalmente andina del yugo de la coca y del alcohol.
Cierto es que la hoja de coca da una sensación de aparente bienestar que permite al poblador trabajar en altura, por las propiedades de los alcaloides, pero se trata de una euforia transitoria.
Lo cierto es que la denominada planta sagrada, la hoja de coca, es mal usada y termina transformada en pasta básica y en cocaína. Frente a ello, hoy lamentamos más de 150.000 adictos y un incremento de la violencia en nuestro país y ante este terrible problema, no queda sino la unidad para rechazar la producción ilegal y el narcotráfico.
El Tribunal Constitucional, mediante esta declaración, señala, además, que los gobiernos regionales, así como los organismos del Estado deben ser conscientes de que es importante institucionalizar el país y ello pasa por el respeto a sus instituciones.
El Comercio.