15/07/08: Lo que quiso decir Montesinos

El Comercio, 15 de julio del 2008.

Por Aníbal Quiroga León. Abogado

A la luz de las declaraciones de Vladimiro Montesinos en el iné-dito proceso al ex presidente Alberto Fujimori, todos han preguntado por su sentido y finalidad. La mayoría apuesta por la tesis de la conspiración, con el objeto de exculpar o ‘limpiar’ al antiguo socio político.

Podría haber una interpretación diferente, que para nada descartaría la tesis de la conspiración. Sin embargo, por su forma, contenido y abrupta culminación pareció más bien que con tan estudiado como torpe cálculo, lo que el ex asesor pretendió al subir al estrado judicial fue lanzar desesperados mensajes en código a Fujimori y los distintos personajes de su entorno, aprovechando la viada de la justificada atención mediática, para desquitarse de mala manera de quienes considera enemigos jurados, al tiempo de pretender dar muestras de un poder vigente, con poses y expresiones impostadas que no dejaron de ser patéticas.
El primer mensaje fue para el sistema de justicia, representado en el ataque al fiscal Avelino Guillén, al pretender dar fe de la complicidad en un fraude en materia de ‘chuponeo’ telefónico. El segundo destinatario fue uno de los miembros del tribunal, al recordar su participación en un sonado caso de narcotráfico. El tercero fue el propio Fujimori, a quien, bajo la apariencia de ensalzarlo y exculparlo –a sabiendas que nadie le creería apuntalando la teoría de la conspiración–, en verdad le enrostró que, al tener una “memoria elefantiásica” (sic), no se puede hacer el desmemoriado alegre en ese proceso.

Si te salvas tú, me tienes que salvar a mí, sería el mensaje y no la lectura inversa que se ha dado (si caigo yo, caes tú dado que ambos ya están caídos). Este mensaje sería más complejo aun, se apunta a la solución política (si ustedes ganan, ni piensen que me van a dejar de lado u olvidar), ya que de antemano sabe que judicialmente está perdido y que, salvo una espectacular y casi imposible solución política, no saldrá de prisión en los próximos 30 años, es decir, no saldrá con vida.

El siguiente dardo fue para la Embajada Estadounidense, a la par de alardear con la impresión de saber mucho de inteligencia –se autopresentó como profesional de tal en la inactividad (sic)– y de ser muy culto (colombroño, ¿captas?). Trató de demostrar con lenguaje inconexo y discurso incoherente que desde hace mucho tiene información clasificada sobre ellos, no solo en la relación EE.UU.-Perú, sino también en la ruta EE.UU.-Cuba (¿?).

En el camino de este discurso críptico, fiel a su insidioso y vengativo temperamento, aprovechó la ventana mediática para desquitarse públicamente del ex vicepresidente Máximo San Román y de los generales Roberto Chiabra y Marciano Rengifo. Al primero le enrostró animadversión congénita al descubrimiento de Fujimori, y a los segundos no haberse doblegado como, lamentablemente, ocurrió con tantos otros. Ahora se entiende mejor por qué, haciendo gala de influencia y contactos judiciales, acusó falsamente a Chiabra, su antítesis, afrentándolo siendo ministro de Defensa y hasta que fue absuelto por la Corte Suprema.

Tampoco Ketín Vidal se salvó de su chiquita, por haber sido incómodo policía antiterrorista en la época de la captura de Abimael Guzmán, y quien ejecutara impecable captura del asesor en Venezuela.

La cereza se la dedicó al fiscal supremo José Peláez: ¿Acaso su hermano no defendió también a narcotraficantes?, subrayó al tiempo de mostrase encantado –sonrisa de por medio– con sus preguntas, haciendo lugar a la cachita.

Pero, quizá, en medio de odios, pasiones, filias y fobias, el principal mensaje haya sido para sus antiguas huestes y colaboradores en el SIN. “Los temas de inteligencia no se ventilan y menos en un estrado judicial”, repitió con énfasis como para que no quede duda. Es decir, muchachos, no hablen, no digan, no declaren. No obstante, a renglón seguido, delatar a un oficial en labores de inteligencia en el Ecuador, o autodefinirse como tal en Chile. La coherencia no fue precisamente su mayor fortaleza.

Tengo información para hacer daño a todos (o casi todos), sea o no cierta. Aquí nadie es virginal ni angelical. Déjenme salir o la soltaré, parecería haber sido el mensaje final de su tan acomedida como curiosa participación testimonial, que no aportó nada al histórico proceso a Fujimori y solo agitó innecesariamente sus aguas intentando llevarlas a su molino.