El Comercio, 1 de julio del 2008.
José Ugaz S.M.
Ex procurador anticorrupción
No hubo mayores sorpresas en la tan ansiada presentación de Montesinos en el juicio seguido contra Fujimori. Las opciones no eran muchas, o actuaba a favor del acusado guardando silencio o defendiéndolo, o se convertía en testigo de cargo ratificando aquellas declaraciones públicas en las que lo llamó cobarde y le increpó su falta de hombría para asumir la consecuencia de sus actos.
Tragándose el sapo del secuestro ilegal de las maletas de su domicilio y la televisiva persecución de los días previos al allanamiento, Montesinos optó por evitar complicar su propia situación en los procesos pendientes, limitándose a señalar que no es responsable de los delitos de lesa humanidad y que el acusado fue un presidente acertado y trabajador. El resto fue un escudarse permanente en argumentos tan absurdos como el de la clasificación de la información de inteligencia (llegando a compararse con el jefe de la CIA) y su derecho a la no incriminación para no responder, lo que combinó con algunos pullazos contra sus contendores y enemigos (entre ellos el fiscal Avelino Guillén y el vicepresidente Máximo San Román) y una buena dosis de nerviosismo y arrogancia ante las preguntas del fiscal.
Se contradijo abiertamente al afirmar que no iba a responder preguntas relativas a información de inteligencia, y, sin embargo, procedió a entregar un video que contiene sus conversaciones con Abimael Guzmán y a desclasificar información sobre supuestos actos de espionaje al Ecuador. No pudo ocultar un tufillo amenazador respecto de esto último, como dando a entender que hay que tener cuidado con él, pues de considerarlo pertinente podría generar situaciones que afecten la seguridad del Estado.
Montesinos ratificó una vez más su personalidad delirante al intentar demostrar una inteligencia superior recitando nombres, fechas y acontecimientos históricos irrelevantes, intentando ponerse a la altura de personajes de importancia mundial en el mundo de la inteligencia y el espionaje, asignándose una importancia y una capacidad de la que ciertamente carece.
La actitud del testigo fue muy reveladora. Acostumbrado a ser el hombre fuerte de un régimen cuyo presidente le delegó y permitió poderes magnánimos, fue evidente que no podía controlar la ira que le producía estar sentado en un escenario en el que otros tenían el control y el poder. Ello explica la agresividad con la que respondió al interrogatorio del fiscal, la que, pese al consejo de su abogada, le fue imposible reprimir. Parece que aún no ha tomado conciencia de que ya no es el ‘Doc’ todopoderoso que seduce y se impone a fiscales de la nación o magistrados de la Corte Suprema, sino un simple reo caído en desgracia por la abrumadora evidencia que lo hace responsable de graves delitos.
En realidad para hacer lo que hizo hoy, no necesitaba siquiera realizar coordinaciones con Fujimori a través de sus respectivos abogados. Era lo previsible desde una estrategia básica de supervivencia ante la situación difícilmente adversa en que se encuentran ambos personajes. Lo sorpresivo fue su decisión de no declarar más hasta que no finalizara el proceso que enfrenta ante otro tribunal por los mismos delitos de lesa humanidad por los que está siendo juzgado Fujimori.
En mi opinión, ha sido lo mejor que le ha podido ocurrir al proceso. De lo contrario, hubiéramos tenido que asistir a largas y tediosas audiencias que hubieran retrasado aun más este largo juicio, y escuchar, cual letanía, las referencias a su capacidad como agente de inteligencia, su respeto a las reglas de seguridad relativas a la información de inteligencia, la capacidad de Fujimori y la corrección del actuar de ambos durante los años que estuvieron en el poder, al punto que el Perú debe agradecerles haber salido del caos y ser el país próspero y prometedor que hoy todos reconocen.
Fue una breve presencia la del llamado “testigo impropio”, término que le resulta aplicable en este caso no por su situación jurídica de acusado y testigo a la vez, sino por la desacertada conducta desarrollada a lo largo de la audiencia.