Está claro que la coyuntura da para muchos comentarios y –ciertamente- no podemos ser ajenos a ello, pues, lo que empezó como la gran transformación, guiada por la hoja de ruta y bastante sujeto interesado -que luego lo abandonó-, parece hoy hacer agua, sin que usted tome las riendas del gobierno, y es que ha pasado a ser uno más de los últimos cinco que, a las justas, acabaron el segundo año de gobierno con porcentajes de aprobación positivos en encuestas y demás datos estadísticos, dado que a partir de ese punto, para todos -casi siempre- empezó el declive, aunque debe quedar en claro que el treinta y pico por ciento de su aceptación actual, se mantiene en relación a lo resultados logrados en primera vuelta (claro que el segmento social cambió).

Me sorprende ver como en cuestión de meses se desmoronó su aprobación y la de su esposa –cuyo nombre no mencionó, porque la verdad me resultó antipática-, debido, sobre todo, a malas decisiones en la gestión del gobierno nacional, a rodearse de malos asesores –en términos de expertos-, a la mala gestión de los programas sociales, como vehículos de inclusión social, y a la gesta política de toma del poder en los ámbitos de delegación de funciones del Estado más importantes, como el legislativo -con su hoy escudero Otárola en la presidencia- y la tan mentada repartija en la elección de los magistrados del Tribunal Constitucional, la Defensora del Pueblo y los miembros del directorio del Banco Central de Reserva.

En esto precisamente, coincido con Levitsky, quien precisó que la indignación no se debió a la repartija en sí misma, sino, a los cuadros o perfiles presentados para los cargos citados en el párrafo precedente, y es que es cierto, las repartijas han existido siempre, solo que –bastante- bien maquilladas, de modo que pocos notaron la repartija en el Tribunal Constitucional aprista, por decir lo menos; es que, no se pasen, Souza (abogado de personas de dudosa reputación) y Mayorga (plancha camisas y demás) en el Tribunal -al resto mejor ni nos referimos-, considerando que somos cusqueños y que el último citado también lo es, no podrían acceder a tamaña investidura, pues, ello no pasa por camaradería, regionalismo u orgullo académico de una de las universidades por la que pasé, sino, por cuadros académicos experimentados para ocupar cada uno de los cargos citados, de modo que puedan ejercerlos con decencia y suficiencia de acuerdo a su naturaleza, ya que sólo así se fortalecerá el camino de la transición democrática en el que nos hallamos.

Esto último, encuentra sentido en que todos los indignados, de las últimas cuatro semanas y marchantes de las dos últimas protestas ciudadanas, no sé si pretendan copiar o plagiar marchas ciudadanas europeas o brasileñas y generar con ello alguna forma de incidencia social en la política, empero, no pasan de absurdas e intrascendentes si son encabezadas por caviares, social-confusos, rojos e interesados, que en lugar de colaborar con el proceso de transición a la democracia minan el poco recorrido, recordándonos una vez más la posibilidad de retornar a aquello en lo que siempre terminamos –a causa nuestra-, autoritarismo, militarismo y absolutismo, dado que ello ha ocurrido de manera frecuente en el último siglo de nuestra historia, sino me cree, léala señor presidente.

Asco da, señor presidente, que en nuestra transición a la democracia, su gobierno no haya hecho algo por fortalecer el sistema de partidos, como institución política trascendente, y que tengamos a  Toledo pretendiendo hacer el cholito a los peruanos, como si no fuésemos capaces de advertir que su suegra es en realidad su testaferra, al clan japonés luchando por la libertad de su padre, cada vez que mediáticamente es necesario, aunque claro está, éste aún hace de las suyas en la cárcel, que ya quisiera yo, fuese mi departamento, pretendiendo inclusive, como agrupación política, desvincularse de la repartija de la que fueron actores transcendentales; además del sátrapa de las conferencias de miles de dólares y narcoindultos, que hoy profesa maravillas de su segundo gobierno y cuyo ego supera el liderazgo de su maestro, a quien –últimamente- llamó cojudo por haber muerto en la pobreza, ya quisiera éste tener una pizca de humildad para llegar digno a su tumba, como lo hizo Haya De La Torre.

Está claro, que estamos podridos y que existen pocos visos de cambio de cara a los comicios electorales venideros; entonces, señor presidente ¿Cómo quiere usted que no le jodan? Si además de todo esto, todavía, tenemos que aguantar sus seudoreformas, en el sector magisterial, que lo único que hizo fue modificar el mamarracho aprista que nunca se implementó, ya que nunca se hizo desde la emisión de la Ley del Profesorado, sino pregúntele a los profesores; su reforma del servicio civil que corre exactamente la misma suerte, y es por ello que en esta carta les digo, a los servidores públicos, no se preocupen porque caerá en saco roto –seguramente-; su reforma en el sector salud, de la que oímos hablar ayer, y que seguramente, también pasará por un cambio y actualización de ley, sin que detrás de ello exista una verdadera política pública de cambio en la gestión administrativa del Estado.

Ojala mañana no venga con el cuento de que estamos viviendo en democracia (verifique cómo vamos en indicadores de democracia real), y de que todo es color de rosa, pues, aún no estamos absolutamente indignados para salir a las calles –pero de verdad-, agradezca usted que por ahora, gran parte de la gente está distraída con la televisión peruana que emite todo tipo de porquería como: ‎El valor de la verdad, El gran show, ‎Combate, Esto es guerra, etc; que en conjunto minimizan la capacidad de los ciudadanos, para que puedan dedicarse a cosas más importantes, haciéndolos actuar como seres mononeuronales, lo que, a usted, le da chances para no expurgarlo como lo mereciese, si mañana no oímos de políticas públicas, programas, proyectos, planes, estrategias y acciones concretas para hacer de éste un país de bien, y democrático como todos queremos.

Ojala no lea tanto como el año pasado, porque lo escuché con ansias por más de cuatro horas, creyendo que se haría, por lo menos, el cincuenta por ciento de lo que prometió, y no nos deje con el sinsabor de tener que saber que no está a la altura de ser nuestro señor presidente.

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(Imagen tomada de blog.pucp.edu.pe)

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