PERFUME DE CAMBIO: Lo que enseña la perspectiva de Henríquez Ominami

Estimados Ciudadanos:

Ya partimos en este año 2010 y la situación de nuestro país es más que expectante. Sin duda este gobierno -y sus colaboradores- estan mostrando sus errores y horrores, y el crecimiento económico no es suficiente para asegurar la plenitud ciudadana para todos.

Jaime Bayli, muy criticado por algunos de ustedes, ha puesto en la agenda del Perú la discusión sobre el alcance de las libertades civiles y, por ende, de la exponenciación de las decisiones de los individuos en sociedades democráticas. Henríquez Ominami lo ha hecho también en Chile en las elecciones pasadas y fue el outsiders en esa oportunidad que casi quiebra el binomio Concertación-Alianza.

Siempre he creído en esa agenda y no me parece frívola por ningún lado. Pueden ser frívolos los emisarios, pero sin duda el mensaje no lo es. Al contrario complementa muy bien las luchas por las libertades económicas y sociales que hemos realizado a lo largo de estos años. Porque a nosotros TODA VIDA NOS IMPORTA y queremos que CADA QUIEN PUEDA TENER EL PROYECTO DE VIDA QUE DEBA TENER, promoviendo que los demás también lo tengan. No creemos en las prebendas ni tampoco en grupos privilegiados por su condición de vínculo con el poder. Creemos en que el Estado está al servicio de todos, y especialmente de los débiles para promover que dejen de serlo.

Creo yo que esa es la línea ideológica que los latinoamericanos reclamamos. Sin duda estamos despertando a una nueva realidad y la aurora ya presenta las batallas que hemos de dar. Es posible que varios no quieran despertar y se mantengan encandilados en los viejos lugares comunes de la política y de la ideología del siglo XX, ellos -como ocurre siempre- serán ganados por la historia.

Estoy seguro que el gran sueño de la patria con ciudadanos de a verdad se hace más vigente en el camino a nuestro bicentenario. Ciudadanos que tengan condiciones de vida mínima y que por ende puedan construir los proyectos de vida que quieran o deban tener.

A continuación, transcribo el texto de Henríquez Ominami publicado el día de hoy en el Diario Chileno LA TERCERA. Puede sernos útil

Luis Durán Rojo

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Por Carlos Henríquez Ominami

Comienza una década, comienza un nuevo gobierno, comienza una nueva cohabitación Alianza-Concertación, comienzan nuevos parlamentarios, pocos nuevos una vez más, pero también este 2010 comienzan nuevas telenovelas, aparentemente una nueva dimensión, un nuevo ritmo, un nuevo Chile.
Para mí termina un proceso inédito, una campaña de ideas y de convicciones que batió todos los record, en aciertos, errores, en confianzas, en votos, en ratings, en audacia, en cantidad de equipos creados, en textos y documentos publicados. Así es como, según leo cada día en cada medio y en boca de opinó logos, funcionarios de gobierno, ahijados de ex presidentes, en los sueños de muchos editores y directores de medios, ahora sí que sí que termina mi carrera política. Efectivamente termina un exitoso proceso de construcción de confianzas con los chilenos, repleto de logros y frustraciones, atiborrado de éxitos comunicables e incomunicables pero comienza un trabajo acompañado de más de un millón de chilenos que piden un desarrollo de país inclusivo, sin exclusiones y sin censuras hacia la modernidad y la prosperidad.

Quisiera esta vez referirme a los éxitos incomunicados e incomunicables y a los sueños postergados para este período pero que seguiré invocando para orientar mi accionar político, contra los pesimistas y ultraconservadores del sistema político. Lo haré nuevamente acompañado por miles de jóvenes y no tan jóvenes, putas y no tan putas, para construir un nuevo partido, un frente amplio, un think tank. En definitiva, todo lo que permita devolver a la política su función esencial: construir puentes entre el individuo y su sociedad, así como separarla de lógicas patrimoniales, acercarla a los chilenos, rescatarla de las malas prácticas conocidas estos años y devolverle su rol de incubadora de futuro, de ambulancia del presente y de digestión del pasado.

Efectivamente, sigo creyendo que Chile cambió, que para mi generación y la de ustedes, los que más leen este tipo de textos, ya no es tan fácil poner en duda el rol del mercado en una sociedad, no reconocer el legado de la Concertación, pues no aceptarlo es no tener corazón así como pensar en imponer el mismo proyecto para los años que vienen es no tener cabeza. Una gran mayoría -la suficiente para avanzar hacia un Chile más moderno asumiendo los silencios de la democracia- cree en sociedades con mercado, no de mercado. Cree que los problemas colectivos se resuelven colectivamente, que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, que la esfera privada siempre es inmanente a la esfera pública y es, precisamente por todo lo anterior y en el combate por los derechos civiles plenos, que creo se funda el éxito de este slogan al que tanto hemos invocado: Chile cambió.

Nuestra sociedad por supuesto que no es la misma de las últimas 4 décadas, para bien y para mal. El debate acerca de si el Estado es o no la expresión alienante de la sociedad es una discusión que se expresa ahora desde un reconocimiento a la necesidad de economías mixtas. Estado-Mercado, un modelo de desarrollo sustentable en términos medio ambientales, un país diverso, repleto de heterosexuales que deben comprender que la agenda homosexual es la agenda también de los pobres, de los discriminados, de las víctimas de Dicom. Esa agenda es la misma, la agenda del Chile que cambió. Ese es un éxito incomunicado y ahogado por una agenda veraniega que todo lo suda, todo lo moja, todo lo ignora al servicio del descanso de algunos y bajo la mirada de otros tantos millones que no gozan de vacaciones.

Pero para que estos éxitos incomunicados no se vuelvan incomunicables en el tiempo, para que al gobierno conservador de Juan Miguel Sebastián Piñera le vaya bien, para que a la Concertación -opositora desde marzo 2010, la misma que ya está fragmentada, cada día más narcisa, y esclava de sus éxitos anteriores- le vaya bien también, se requiere un permanente debate de ideas, del testarudo inconformismo invasivo y comprender todos que la inteligencia ajena es siempre mejor que la de uno. Y para que nuestros éxitos hoy incomunicados ante la agenda de verano, mañana por la de marzo y sus uniformes escolares, de mayo y sus protestas, y de un invierno implacable para con los más pobres, se requiere de partidos fraternos, de referentes políticos que articulen estos éxitos, los sueños postergados, las esperanzas que nos mantienen de pie. Con sentido de urgencia construiremos, fortaleceremos y levantaremos ese nuevo partido al que hacía referencia antes, pero con lógicas distintas a las conocidas hasta ahora. La primera quizás, la que más importa, es la de la fraternidad. Si los que militan no se quieren, si las directivas se detestan, si entre dirigentes de un mismo partido no hay fraternidad ¿cómo entonces los chilenos van a querer los partidos? Por eso es que el desafío de todos es hablar de política, así es, de política pero con fraternidad, sin odios absurdos y sin renunciar por supuesto a las contradicciones que tanto nos permiten avanzar.

Lo anterior es lo que, entre otras cosas, no entendió en el 2009 la Concertación, pues en realidad se mantuvo en el poder no sólo por sus éxitos, sino por un presidencialismo colonial, borbónico, hecho para la reelección permanente, donde la alternancia no está considerada pues, seamos francos, en las monarquías la alternancia era como la comida china a base de palta, algo raro y de mal gusto. Amparados en un sistema político anticuado, heredado, petrificado por la inercia de estos años, que de algún modo impide la alternancia, penaliza la transformación política, blinda al Presidente o monarca de turno, es que los partidos entonces pueden, o más bien, podían permitirse omitir la necesaria fraternidad para levantar debates, enfrentar contradicciones, diferencias y derrotas.

Para que nuestros éxitos pasados y futuros sigan convocando a otros, necesitamos agendas de futuro, terminar con gobiernos traumados por el pasado, exiliar de nuestro vocabulario los conceptos de la transición, perfectos pretextos para no cambiar nada pero, por sobre todo, reunirnos en torno a ideas, debatirlas, deliberar, entre distintos, entre iguales y entre todos.

Para seguir avanzando necesitamos entonces de esas áridas reformas políticas que tanto defendimos el 2009, federalismo atenuado para devolverle a las regiones su código postal, semi presidencialismo para superar la monarquía que nos rige, fin del binominal para avanzar hacia un sistema electoral más proporcional, inscripción automática de jóvenes ante el registro electoral y de una superintendencia de partidos para fiscalizar a los mismos. De lo contrario, tendremos 20 años de gobierno de derecha, no sólo por sus posibles futuros méritos, sino porque desbancar una monarquía presidencial es como desbancar a un diputado que lleva 20 años reeligiéndose a base de clientelismo, pero con todo el poder del mundo ante una localidad apartada y necesitada. Un Presidente criollo designa ministros, subsecretarios, jefes de servicios, superintendentes, asesores y un cúmulo de inspectores coloniales en los territorios para aplastar cualquier síntoma de discología, me refiero a Intendentes, seremis y gobernadores.

Ante todo lo anterior y los aires de cambio que soplarán en marzo, es que debemos perseverar en reformas áridas, poco sexy, las políticas y simultánea y sucesivamente debatamos si es que Chile Cambió o más bien cambiamos nosotros, los chilenos. Parece lo mismo pero no lo es, los países cambian y muchas veces sus pueblos no.

Es falso para algunos sostener que Chile cambió producto del estrecho triunfo electoral de la derecha, según éstos estaríamos frente al triunfo silencioso, subsidiado por la clase política, de lo peor de Chile, la monarquía presidencial, la que nos hace creer que un Presidente puede mejorarlo todo, puede cambiarlo todo pero manteniendo la geometría del poder que conocemos hace 20 años.

Para mí y creo hablar en nombre de muchos, la urgencia del futuro es cambiar el sistema político y lamentablemente ninguna de las coaliciones, ninguna de las listas que compite por las directivas partidarias del 2010 tienen propuestas para enfrentar un resabio nuestro, casi único en el mundo: el sistema político. De eso se trata el cambio, que va hacia la política y no al revés.

Eso es hablar de presente y futuro, lo otro es legítimamente intentar gobernar con perfumes de cambios, pero como todo perfume éste consiste en eso, en camuflar la sustancia de cada cuerpo, individual o colectivo y al menos yo, ya no uso perfume.

Marco

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Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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