MI AMIGO ERNESTO

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mi amigo ernestoConocí a Ernesto hace 29 años y lo recuerdo como si fuera ayer, si bien no éramos del mismo código, en mi segundo ciclo en la Católica y coincidimos en el curso de Teología, en realidad el hecho que el curso terminara al mediodía originó que no encontráramos en el camino de retorno a mi casa, ya que vivíamos cerca y fueron numerosas las veces que conversé con Ernesto, entre otras cosas porque ambos éramos de Izquierda y también porque nos tocó ser jóvenes en uno de los peores momento que vivió el país. Recuerdo muchas veces habernos regresado a pie de una fiesta al filo del toque de queda, en verdad porque el transporte público se retiraba temprano y en medio del desastroso gobierno de Alan García, no había economía para un taxi.

Y pese a lo caótica que se ponía la situación Ernesto siempre tenía una sonrisa y la esperanza de construir un mundo mejor, pienso que ese compromiso lo llevó a los talleres de proyección social, fue un joven de ideales como fuimos sus amigos que afectuosamente le decíamos “comanche”, pero las cosas se pusieron cada vez más complicadas, un día de esos que nunca se olvidan, me enteré que su primo Abel Malpartida y cuatro estudiantes de la Católica, habían sido dinamitados en San Bartolo por un grupo paramilitar, después de eso la sonrisa de Ernesto no fue la misma, y nuestra última conversación fue fría, en realidad recién me había enterado del espantoso crimen de Abel y los otros chicos de la PUCP, y no tuve palabras para expresar lo terrible de la situación y mi buen amigo capaz sintió que mis palabras fueron por cumplir.

Pero vivimos en una época terrible. “Claro Ernesto Castillo Paez no tuvo la suerte de contarlo”, un 21 de octubre de 1990, justo hace veinticinco años, fue detenido y desaparecido por ese vil gobierno de Alberto Fujimori. Mis ojos aun se humedecen cuando recuerdo ese letrero que decía VIVO LO LLEVARON … VIVO LO QUEREMOS, fue una tarde terrible en que mis amigas lloraron desconsoladas en la Rotonda de Letras, nada volvió a ser igual, así fue nuestra juventud en medio de la violencia, el desastre del gobierno aprista y la feroz crisis económica, que fueron el preludio de la dictadura.

Ernesto siempre será parte de mi vida, de mi historia, siempre que vuelvo a la PUCP, lo tengo en mis recuerdos caminando con su mochila y la sonrisa inconfundible que tenemos a los veinte años. El 21 de octubre siempre será para mi una fecha triste, que me recuerda que no viví un mal sueño o una pesadilla, sino que así de trágica fue la violencia que vivió mi país.

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