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LA MIGRACIÓN VENEZOLANA, EL EMPLEO INFORMAL Y LA XENOFOBIA

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En las últimas semanas en redes sociales han venido circulando vídeos, memes y opiniones, claramente xenofóbicas contra las y los venezolanos, que han venido a Perú. Habría que apuntar que al inicio la presencia de venezolanas y venezolanos, causó curiosidad y mucha empatía. Las arepas y la tizana empezaron a ser parte de nuestro cotidiana, así como las y los jóvenes con sus gorritos con la bandera de Venezuela. Es importante anotar que esta migración si bien tiene una connotación política, también tiene una connotación económica. Esto es último es importante anotar, pues al no ser las y los migrantes una élite económica, llegan al país con muchas necesidades y con muy poco dinero, por tanto el empleo se convierte en una prioridad.

En el Perú el empleo, especialmente juvenil, tiene una estructura informal, mala calidad y sin cumplir con los estándares de empleo digno. Obviamente la llegada de mano de obra extranjera y urgida, generó movimientos en el empleo informal. Mientras más precaria es la persona que busca empleo, más fácil es someterla a condiciones extremas, las cuales serían normalmente poco tolerables. Es decir para el voraz mercado neoliberal, la mano de obra venezolana, fue recibida como mano de obra barata y explotable.

En estos meses he escuchado realmente historias que nos hacen recordar a la primera migración asiática, migrantes sin derechos sometidos a trabajos agobiantes e incluso algunos trabajando gratis a cambio de comida y vivienda. Pero esa voracidad del mercado neoliberal, no solamente ha generado condiciones de empleo lamentable, sino reacciones de xenofobia, que nos dejan mal como peruanos y peruanas.

En el Perú, hay sectores sobre todo juveniles, para los cuales el empleo adecuado y con plenos derechos es un bien escaso, en estos sectores es fácil que pegue una prédica en la cual se culpa al extranjero de todos nuestros males. Una ecuación sencilla pero falaz, no hay empleo para las y los peruanos porque se privilegia a las y los extranjeros. Un subempleado o subempleada, cuando entra a un restaurante y lo atiende un venezolano o venezolana, piensa que este le está quitando su oportunidad de empleo. No importa que esta persona esté trabajando por un número de horas y un sueldo, que nadie aceptaría. El extranjero se convierte en el culpable de nuestra desgracia. Esto lo usó muy bien Hitler culpando a los judíos de la crisis alemana.

El resto viene por añadidura, el extranjero nos desprecia, no aprecia nuestras comidas, no toma chicha morada, se pelea en las unidades de transporte. No importa lo trivial de la situación, la misma siempre es sobre dimensionada. Muy peligroso este pensamiento, pues nos hace olvidar que la causa de nuestros problemas son más complejas y su solución no depende de la presencia o ausencia de extranjeros.  El mundo global, es un mundo de flujos migratorios, la diversidad nos enriquece, nos permite acceder a más conocimiento y el conocimiento es fuente de poder. Los conservadurismos y los fascismos, le tienen temor al cambio cultural, por tanto son sumamente reaccionarios con todo aquello que pone en peligro sus certezas. La xenofobia no es patriotismo, es discriminación y como toda fobia enfermedad, se fundamenta en las ideas más absurdas, es la expresión más reaccionaria, que abre el paso a los nacionalismos fascistas y lo peor del conservadurismo.