¿Encontraría a una Maga? – Cuento

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A esa Maga que no sé si exista.

Nothing in my way – Keane

La vie en Rose – Satchmo
¿Encontraría a la Maga?, ¿a una como tú? Nuestra relación era como la de Horacio Oliveira y la Maga: una interconección de personalidades, un aprendizaje antropológico y emocional. Ahora estoy aquí, en busca del tiempo perdido como el libro de Proust. Ya no busco el tiempo en donde eras actriz principal sino que busco los pequeños momentos en los que disfrutamos los placeres musicales de esta ciudad bizarra o las exposiciones de Sabogal en el MALI. Así me gustabas. Y hasta cierto punto todo era perfecto hasta que conociste a Rubén, un seudo intelectual que profesaba ser de izquierda. Claro, tú eras de izquierda. Sin embargo, Rubén era de una izquierda ilusoria, una en la que todo era para el pueblo, en la que planteaba modificar todo; yo era un izquierdista realista, asumía el ingreso del capitalismo,pero mi pensamiento era acerca de una retribución equitativa a los demás. Hmmm… te enamoraste de él, y lo peor de todo es que yo te lo presenté. Talvez al principio no te enamoraste de él sino de su biblioteca poseída por el socialismo y el marxismo. Cambiaste del todo. Cambiaste los discos de jazz por los más elecrónicos. Cambiaste a Cortázar por Coelho. ¡Mierda! Te volviste rara. Y hmmm… creo que fue así porque Rubén estudiaba Derecho en la de Lima y te paseaba con su carrito por la ciudad. Yo seguía en La Católica con la ya satanizada carrera de Literatura, pero tú toda fresh estudiando Pintura.

¿Lo recuerdas, Mariel? Después de parciales y finales nos reuníamos en la casa de Mariano a quien decíamos Marciano no sé por qué. Tomábamos como locos y hacíamos huevada y media. Era la cagada. Lo peor es que Liliana tomaba fotos al por mayor: salíamos chinos de risa, parecíamos drogadictos. Nos encantaba tomar y conversar. A veces podían ser algunos vinitos, y otras veces Cusqueña helada. Un cigarrillo alcanzaba para seis personas y el que le daba la última pitada se compraba una cajetilla de Lucky Light. Eran buenos tiempos. Tan buenos que ya asimilé que el tiempo que te llevó te traería denuevo. Te traería como por esas casualidades te conocí en un concierto en el Centro de Lima y me pediste un cigarrillo. Teníamos a un amigo en común: el chato Becerra. Luego te invité un café en El Cocodrilo Verde y hallamos las coincidencias. Ambos leíamos a Ribeyro. Ambos amábamos a The Doors. Ambos disfrutábamos del humor e ingenio de Woody Allen. Y, por último, soñabamos con viajar a París. Entre el capuccino y la lluvia de otoño creí que eras perfecta. Hablo de perfección como goce de una buena conversación. Entonces empezamos a salir más seguido al Parque Kennedy y a Barranco. Yo parecía Jim Morrison y tú una suerte de Janis Joplin. La pasábamos de puta madre. ¿Y sabes por qué? Quizá porque desde un principio sabíamos que no existía el amor. Nosotros no juramos amarnos, juramos no amarnos. Nos cagábamos de risa cuando las parejas se decían eso. En lo subjetivo está lo objetivo.

¡Qué gracioso es todo! Ahora yo estoy aquí escribiendo novelitas,y tú en algún lugar como la canción de Duncan Dhu.¿ Estarías aún con ese seudo intelectual? Siempre quisiste estar con un filósofo o con un saxofonista. Espero que hayas estado con ambos, aunque para mí son lo mismo. Soy muy complejo a veces. Una vez me dijiste: “¡Deja de estar triste!”. Yo te dije: “¡Hey! No te metas con mis hobbies. Y es que solo estando triste puedo escribir algo bueno, porque la tristeza es una intranquilidad.”El arte empieza donde termina la tranquilidad” decía César Moro. Tú me conoces, escribo a las tres de la mañana con mi taza de café plantada en el escritorio, algo así como Balzac. Pero no, yo nunca seré un buen escritor. Los escritores son personas afanadas con la soledad, solo tú comprendías eso. A veces me decías que no había problema si no salíamos, que terminara de escribir. Lo mismo te decía cuando elaborabas un cuadro. Te parabas frente al lienzo con el camisón celeste y encendías un cigarrillo. La imagen hallaba un camino en tus pinceles. ¿Te encontraría, Mariel?

Perdonen las faltas ortográficas, mi teclado es un asco. Y para colmo no tengo el Word. Además, me da flojera releerlo, es una kábala.

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