Archivo por meses: mayo 2011

Para que no me olvides

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Toda la vida es un perpetuo desencuentro, y alguien que encontramos en nuestro camino no lo queremos cuando él nos quiere, o lo queremos cuando él ya no nos quiere, o después de muerto cuando nuestro amor es ya inútil.

Abbadón El Exterminador, ERNESTO SÁBATO

A C.,porque hay juegos que nunca se olvidan.
Desde hace mucho que mis noches han reemplazado el acto de dormir para escribir,para escribirte. Te escribo porque es una acción automática luego de verte. Porque las líneas aparecen, los vientos soplan,los cigarrillos se encienden, las tazas de café se consumen. Te escribo por pura locura, porque me has contagiado un poquito de la que tienes. Eres como un Red Bull que me vuelve un idiota hiperactivo que hace estupidez y media y, claro, tú riéndote. De pronto, el juego se vuelve improvisado, las reglas(que no existían) se pierden y solo aparecemos compartiendo el tiempo, haciendo de él un medio para divertirnos y, con suerte,hacer de ese tiempo un grato recuerdo. ¿Lo crees así? Yo pienso que lo más importante de aquellos momentos es que solemos ser quienes somos de verdad. Somos confidentes y socios, porque es eso lo que nos hace convocarnos cada vez que podemos para conversar y beber algo.

La fascinación que he encontrado en ti es tan misteriosa que, sin duda,tardaría en explicarla. Me fascinas. Me fascina cómo eres y cómo puedes llegar a ser. Me fascinan tus jodas y los momentos en los que quieres decir algo,pero te reservas. Y, es raro, porque te he asignado una letra que Ribeyro asignó a quien quiso,pero que a la vez perdió. Nunca supe lo que era añorar a alguien al ver un plato como el Lomo Saltado o guardar celosamente boletos morados del bus. Nunca supe lo que era recorrer Miraflores cantando baladas y hablando de nuestras familias. Supe muchas cosas durante estos años, con distintas chicas, pero me has enseñado algo relativo y sublime: el tiempo es más hermoso cuando se le llena de cosas interesantes; y mucho más hermoso,cuando se las recuerda con satisfacción.

Porque es curioso lo mucho que se puede valorar en una persona, lo mucho que valoro en ti. Hemos trascendido los mensajes de texto y las expresiones de afecto para que todo sea organizado, todo se consulta y se respeta. Como yo que respeto tus manías y tú mi loca obsesión por escribir. Respetas mi cabello desenfrenado que alguna vez estuvo con canchita pop corn luego de una función, y también de pasto en otra. Soportas ligeramente los pellizcos y «sapito color, a ver,a ver, qué color es». Participas de juegos confusos como el de decir todo al revés y crees que algunos Cuba Libres me hacen decir lo que nunca diría en persona. Eres misteriosa y extraña,pero ello hace más interesante este juego. Jugamos y nos agrada. Jugamos y,quiero creer, es un juego que no tiene ganador, que el único ganador podría ser yo al ver que la pasas bien y que soportas mis idioteces. Así como yo soporto un «Eres un idiota» o el ya famoso «Te odio». No sé cómo odias, pero quiero pensar que lo haces con un toque de cariño, de aprecio.

No sé si he llegado a entenderte del todo, pero espero estar en camino a ello. Todo se da de a poquitos, estimada C. Todo se comprende: los momentos emo y tus sonrisa de oreja a oreja. Pero parte del proceso de comprensión está el de frustración, no siempre saldrá todo bien. Me gustaría decir que siempre seré quien te ayudará,pero a veces seré yo quien necesite ayuda más que tú. A veces seré yo quien haga una joda imprecisa o quien coloree los días tenues. Todo es extraño en este juego. Qué tanto ganamos y qué tanto perdemos. Espero que ganemos más de lo que se pueda perder en algún momento. Pero, más que ello, me gustaría que tengas un buen recuerdo de mí para que sientas que los minutos valieron la pena. Para eso te acompaño cada vez que puedo, para que creas que la felicidad no es absoluta sino que se da por momentitos cada día. Para que aprecies las situaciones y, como ya es costumbre mía, las agradezcas. Para que creas en lo bueno que puede ser todo cuando se le disfruta sin temor de saber que puede terminar. Para que me veas como alguien con quien hablar y reír y, sobre todo,para que no me olvides.

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Días de otoño

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[Esta es una reconstrucción de una versión que, a mi parecer, era mucho mejor. Sin embargo, espero que les agrade]

El clima limeño está afrontando serios cambios que aturden mis mañanas universitarias. Me levanto fatigado y despatarrado en la cama, las sábanas yacen revoloteadas y esa escena más parece un collage del desorden humano. Mi cuarto es un diáfano muestrario de mi ineptitud: las converse están tiradas, un jean se encuentra sobre el escritorio, hay polos encima del televisor, hojas resaltadas en la cama, etc. Levantarme es un proceso riesgoso que puede terminar en gritos con mis familiares. Pero, nada peor que un lunes por la mañana, pareciese que en ese momento, todas las frustraciones que dormían el fin de semana, se levantan. Los lunes me levanto malhumorado, con asco al mundo; mi cabello es muestra absoluta de un disturbio capilar inadvertido. Abro los ojos a duras penas y logro divisar un tono degradado entre la oscuridad de mi cuarto y el despertar del día y, temeroso, cual vampiro ante la luz del día, me tapo rápidamente con la colcha. Soy presa del frío que solo poseen las casas cercanas al mar. La neblina es ya una cortina intrigante que obstruye mi vista cuando asomo la cara por la ventana para comprobar si ya amaneció del todo. Cuando el cielo aún no se tiñe del color panza de burro sino que mantiene los vestigios de la noche (osea un morado), regreso a mi cama y me enrollo como si estuviese haciendo de mí un churro. Oprimo cualquier botón de mi celular para ver la hora y, con suerte, hay algún mensaje de C. Conmigo no funciona eso de “5 minutitos más”, porque siempre duermo media horita más. Entonces, debería decir “un múltiplo de 5 más”, ello sería más realista.

Pareciese que el otoño concentra un aroma intenso de nostalgias. Es decir, desde el café que prepara de manera hacendosa mi abuela hasta el puesto de periódicos que se encuentra atiborrado de personas que leen los titulares. Recuerdo mi infancia cuando no tenía preocupaciones y me embutía comiendo chizitos con el loco afán de coleccionar los chipy taps de Pokemón. Me levanto y todo es desalentador: mi perra se encuentra echada y mis primos se encuentran en trance. Me lavo y digiero el desayuno que mi abuela ha puesto en la mesa. No es raro que mientras consumo el café ella me critique de todo y me empiece a comparar con los de su generación. Sus comentarios anacrónicos y decimonónicos son críticas de mi cabello rebelde, de mi forma de vestir, de por qué estoy tan flaco( sí, abuela, ya sé que me parezco a Fido Dido), de mi pantalón que desciende sin querer queriendo. Por ello, es mejor huír de esa escena y enrumbarme a la Universidad. En el bus, la gente va durmiendo y se logra ver rostros cansinos, de pereza. Llego a la Universidad y veo a C., lo cual le da un matiz extraño al día, una vaga sensación de tranquilidad a los pesares de otoño. No obstante, lo que sí hace más tedioso este otoño es la coyuntura por la que afronta mi país; es decir, una disyunción maquiavélica: Ollanta Humala o Keiko Fujimori. Pero, creo y soy conciente de ello, el Perú está reflejando, democráticamente, la voz de los ignorados. La idiosincracia de este país es producto de quienes solo se preocupan por el mundo cercano que los rodea. En mi Universidad hay interesantes debates sobre esto, inclusive se han formado grupos que inician movimientos entre estudiantes, pero qué tanto hacen, dicen unirse a una causa y el fin de semana están bebiendo un Starbucks o bailando en una discoteca miraflorina.

Así es la política en mi país, contraproducente. Vargas Llosa ahora hace spots a favor de Ollanta, cuando en su libro Sables y utopías desmerecía a Ollanta Humala calificándolo de estúpido y protegido de Hugo Chávez. El Premio Nobel quizá se contradiga al apoyar a quien él mismo consideró un peligro en el 2006 cuando apoyó el voto hacia García en favor a la democracia. Por otra parte, no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que los medios de comunicación prefieren que gane Fujimori. Realmente, me jode la política. Me jode que este otoño esté gobernado por titulares estadísticos que anuncien a un ganador que será el “mal menor”. Con poco ánimo y estoico, espero que quien gane plantee un país en vías de desarrollo integral en aras de un progreso que se anhela hace buen tiempo.

Este otoño estoy huyendo relativamente seguido a un Café miraflorino, no será una rue de París, pero la mecánica es la misma: beber café, fumar algunos cigarrillos y escribir serenamente. Solo interrumpo este proceso si llega alguna señal de C. o si se me acaban las energías(osea la bateria de la laptop, el café o los cigarrillos). Mi otoño es una variada combinación de nostalgias, alegrías y realidades. Mi otoño es frío, café, cigarros, chompas y esperanzas. Mi otoño es una letra del abecedario. Mi otoño es escribir en un Café como este y tratar de ver el lado Coca-Cola de la vida. Mi otoño es risas, amigos, lecturas y experiencias. Mi otoño ya no es solo una estación, sino una persona que se estaciona cerca a mí y puedo escribir lo que sea.

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Algo está sucediendo

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El poema más completo
es la unidad diferente:
la mitad de quien lo escribe,
la mitad de quien lo siente.

Juan Gonzalo Rose

Música que me gusta oír cuando escribo: [Somewhere only we know – Keane; Sonnet – The verve; Look what you´ve done – Jet; No surprises – Radiohead; Babies – Pulp; Last night – The Strokes; There´s no other way – Blur; La piedra redonda – El último de la fila; A un minuto de ti – Duncan Dhu; mucho rock y mucho reggae]

Mi vida está cambiando. Soy muy propenso a adquirir mejoras que satisfagan mis deseos de cambiar para bien. No me gusta cambiar, creo que uno elige indirectamente cómo ser, ya que se va adaptando al medio, va adquiriendo gestos, frases y acciones de las personas con las que para mucho tiempo. Es así como se va construyendo una personalidad, a partir de diversas personalidades en proceso. A todo esto, no quiero cambiar. No quiero que me cambien. Todo este proceso de cambio surge por conocer gente que misteriosamente propicia en ti una nueva y mejor forma de ver el mundo, la vida. Mi vida está cambiando, literal y sentimentalmente, lo cual es malo desde mi criterio.

Mi literatura está cambiando, no sé si ello sea bueno, siento que si no le soy fiel a mis letras, no le soy fiel a nada. Mi literatura está siendo víctima del populismo literario; es decir, escribir lo que la gente quiere leer. Todos queremos leer acerca del amor, porque de alguna manera es una sensación agridulce que nos invade muchas veces en la vida, pero por qué no hablar del desamor, del olvido, de la nostalgia, de la soledad. Esos eran mis temas hasta hace algunos meses, pero ahora parezco un libro de autoayuda, y yo odio los libros de autoayuda. Ahora, mucha gente ha sacado sus conclusiones y me ha tildado de enamorado, de un pata templadazo, lo cual no podría explicar, el amor no se puede explicar. Además de ello, mi idea de literatura colinda con una noción de expresión libre y no por una mimetización de este extravagante mundo. Mi literatura es un diáfano proceso que fui construyendo de a poquitos, colocando ladrillos baratos, pero seguros; es decir, mi literatura es un misterioso reflejo de lo que soy y de lo que aprendí mientras me conocía. La gente dicharachera últimamente anda sorprendida por lo que escribo, ya que se ven reconocidas en mis tips y en los últimos posts, pero, creo yo, el “nuevo estilo” que me implanté ha sido marginado por los lectores.

Algo está pasando conmigo desde un punto de vista emocional. Antes, podría jactarme de no incluir mi vida emocional en mi vida cotidiana. Hoy, eso me parece un chiste. Carezco de fuerza para elaborar un post de política, por más que mi país afronta una disyunción confusa o desalentadora. No obstante, estoy siendo preso de una afiliación que aún no identifico con claridad. No sabría cómo llamarla si esta fuese uno de mis posts, ya que esta colinda entre la fascinación y el abatido querer. Vagamente, es extraño enamorarse siendo escritor(o escribidor). Esto del amor me parece relativo. Uno se puede fatigar de querer. Pienso, el amor, al igual que la literatura, es una variada pasión que te vuelve idiota e inteligente. Los escritores a veces son víctimas de su propia soberbia, se vuelven orgullosos y dueños de las palabras. Hoy en día, afronto una relación, un compromiso que ha signado mis mañanas, tardes y noches a alguien. ¿C.? Algunos afilian esta letrita a algún nombre o apellido. No, C. era el nombre que le había dado Ribeyro a una chica que le gustaba bastante y que incluía en sus diarios. No me referiré a C. en este espacio, porque ya los espacios en los que ella cabía se encuentran sabiamente ocupados. Eso es lo que está pasando, me es complicado hablar de ello sin mencionar a quien considero cómplice, pero es parte de la restricción que se pactó y, me gustaría pensar, soy un hombre de palabra.

Los tiempos cambian, al igual que las personas. Mi literatura y mis emociones nos hemos atrincherado para que ello no fracase. No quiero fracasar en lo que creo divertido e inolvidable. La literatura me ha enseñado algo aplicable a todo lo que hago: lo más bello de todo no es tenerlo, sino disfrutarlo.

[ Aviso parroquial: el próximo lunes sin falta publico la historia de la vida real que comenté hace algunas semanas. Último detalle: disfrute su semana al máximo]
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