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Días de lluvia

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He tenido una semana agitada y un tanto deprimente. Esta cuarta parte del mes definía mi ingreso a la universidad, lo que he soñado gran parte de mi vida, también era un pequeño adiós a M., la chica que me ha gustado todo el ciclo (fragmentando el ciclo en lapsus en los que no sabía qué era lo que sentía). El lunes ya se sentía el desinterés de muchos, pues era la última semana del ciclo y, prácticamente, era mejor quedarse echado en casa viendo el partido Brasil-Chile. Sin embargo, yo debía aprovechar esta última semana al máximo, por ello entregué mi tarea de matemática para que no me sumen más horas, ya que, según mi cálculo, yo tenía 54 horas. Es necesario resaltar que para obtener una vacante no se debe exceder de las 56 horas. El martes, lluvia intensa. Cometí el típico acto de “5 minutitos más”, y me quedé dormido diez minutos, no sería una tragedia si yo no viviera en una zona con un tráfico vehicular horrible. Creo que es fácil inferir que llegué tarde ese día, también es sencillo inferir que maldije todo a mi paso. El miércoles, frío que rompe los huesos y que se expone por medio de la lluvia. Las calles están mojadas y, cuando pasan los carros suena cómo la llanta roza con las gotas que yacen en la pista. Según pensaba yo, ya tenía mis 56 horas (contando con una hora de una tarea de letras), esto significaba que debía llegar temprano lo que quedaba de la semana. Este día me entregaron la nota de la evaluación escrita de Redacción, quién diría que yo, asiduo escritor en este blog, tendría tan baja nota. Me reduje en un colapso anímico horrible, sentí que todo estaba perdido, pero uno de mis amigos me dijo que aún quedaba el último examen con un peso de 30%. Traté de reponerme, sin embargo, llegué a mi casa con una ojeriza muy notoria. Me tranquilicé, me puse a pensar en M. por un rato, distraje mi mente en esa ilusión, sé que no debía distraerme, que debía estudiar cada minuto, pero era inevitable, inclusive se me dio el impulso de dibujarla, pero no lo hice.

Muy pocas veces había llorado por alguna razón válida, sin embargo, el jueves lloré por rabia, porque mis cálculos fallaron, pues había sobrepasado el máximo de horas. Sentí un enojo hacia mí mismo que no podía haber previsto. Cuando vi el letrero donde encontraba la lista de nombres con las horas, no lo pude creer, me deprimí y solo quería que acabe la clase y esfumarme a mi cuarto a lagrimear por mi irresponsabilidad, quería hacer eso. No cabe duda que lo hice.

Son las tres y media de la madrugada, he encendido la computadora para contar el sueño que tuve con M., es quizá por el hecho de que no logro desalojarla de mi mente, prueba de ello es aquel sueño misterioso que ni Freud podría explicarlo. Sentí que todo se repetía. Es decir, en el colegio me gustaba un chica que ahora la recuerdo en M., sus actos alocados son tan parecidos que eso es potencialmente atractivo para mí. Más tarde, ya es viernes y me visto con sumo apuro. A las 9 de la mañana jugó Brasil, por esta ilógica que brinda el fútbol, perdió ante Holanda que se mostró superior. Estos partidos del mundial Sudafrica 2010 han sido tan aburridos que la eliminación de Brasil me hizo sentir que el fin del mundo estaba cerca, quizá sea exagerado, pero no me resulta creíble, para mí y para millones de aficionados de este equipo sudamericano, que Brasil no llegue a una semifinal. Lo recuerdo muy bien, mis amigos y yo escuchábamos los últimos minutos del encuentro con una decepción evidente y con un optimismo de que Brasil convierta un gol en el último minuto, mas no fue así. Fue así como viví mi último día en mi salón, con la autoestima bajo los suelos. El sábado me sentí relajado, ya no preocupado por el examen del domingo sino preocupado por el del día 18. Vi el partido Argentina-Alemania, me pareció decepcionante el juego de los albicelestes. No solo perdió Argentina sino que yo tuve que pagar mi apuesta de tres soles por su culpa. Fui a la PRE y divisé a M., pasé apurado. Además, ella y yo mantenemos un extraño alejamiento, lo que es claro cuando estamos juntos y no nos hablamos. En la noche, M. y yo conversamos de cuáles eran las expectativas para el domingo, ella me decía que probablemente no ingresaría, yo la animaba para que le vaya bien, me alegraría mucho que ella ingrese, pero no antes que yo( que tonto es este pensamiento, muy egoísta de mi parte).

Domingo por la mañana. La lluvia se hacía presente y predominaba en cada extremo de la ciudad. Me levanté con ganas de ingresar, pero yo sabía que este día no pasaría, no aún. Sin embargo, debía dar ese examen para sentirme más confiado. Por ello, tomé el bus hacia la universidad y, por alguna casualidad, me encontré con dos amigos. Entré al salón con una confianza envidiable, pero no del todo preparado, enterarte que estás fuera de competencia días antes de un examen importante te desmoraliza. Doy el examen calmado, con la serenidad de un campeón, cual arquero atajándose un penal en la final de la copa del mundo. Mientras avanzo en matemática, una canción llega a mi cabeza, sutilmente siento que la canto en mi mente, tarareo All together now de The farm. Sin embargo, en esos momentos cruciales en los que no se puede perder ni un minuto, logro ver de reojo a M. que, casualmente, está a dos sitios de mí. La veo y siento sus ganas de ingresar, ganas tan suyas como mías. Ella no se da cuenta de que la veo, pues está concentrada operando quién sabe qué ejercicio. Invierto un minuto viéndola, por algún motivo no puedo dejar de verla y, como siempre asocio los momentos que vivo con una canción, se me viene a la memoria Inmortales de Cementerio Club. Luego, recobro el impulso agresivo de querer resolver todo, mas es tarde, ya quedan diez minutos para finalizar.

Horas más tarde, me entero que no ingresé y, infelizmente, M. tampoco ingresó. Lo más curioso es que le gané por un puesto. Llámenlo coincidencia o presagio del destino, pero yo sentí que había un nexo que siempre era estar relativamente juntos , quizá mi inconciente quiere pensar eso, no lo sé. Más tarde, hablo con M., quien me cuenta que no va a postular al examen ordinario. Mi mundo se cae cuando leo eso en el Messenger. Simplemente, me imagino en un futuro en el que no la veo y todo eso. No me gustaría, por ello le digo que le ruegue a sus padres, quienes no desean pagarle el examen. Ojalá que postule M., así no se interese en mí, ya que me conformo con verla, con saber que estará por allí, que me la cruzaré en algún momento. Dios quiera que todo acabe bien. Por ahora, debo estudiar para estas dos semanas, luego veré si invito a M. a salir o lo que me depare la vida. Generalmente, lo que me gusta de la vida es que uno puede ser feliz cuando se lo proponga, enamorarme es un claro ejemplo, pero, por más que todo nos vaya mal, siempre debemos reír, burlarnos de los malos ratos y así, creo yo, obtendremos una aproximación a la justa felicidad.
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