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El escritor frustrado

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“ Es necesaria una cierta dosis de sufrimiento para poder escribir, para poder crear, porque la felicidad, no creo que sea un sentimiento o un estado que sea muy fructífero.”

Julio Ramón Ribeyro

El escritor frustrado

El escritor frustrado es aún un joven que trata de conocer el mundo. Un muchacho que ama escribir, que religiosamente se ha vuelto un adicto a la escritura. Intenta ser escritor cuando ama vivir, cuando sus deseos son pasiones internas, cuando, simplemente, ama. Se da cuenta que está frustrado cuando sus anhelos decaen en las promesas rotas, en las desilusiones que ocasiona, en la soledad que lo acoge para darle vida. El escritor frustrado se siente solo. Solo. Absolutamente solo. Sin embargo, encuentra en la soledad lo que no halla en una mujer: paz. Porque , la mujer es una idea ingrata de la felicidad.

El escritor frustrado no cree en el amor. Cree que es un mundo imaginario al que nos mudamos para sonreír. Cree que el amor es un juego abyecto de los sentimientos, un conflicto mezquino entre la felicidad y la tristeza. Cree que su numen lo quiere de lejitos. Cree que algún día estará con ella. El escritor frustrado bifurca sus sentimientos. Se contradice estúpidamente. Se enamora de gustos efímeros e imposibles. Vive con un consuelo inválido en el corazón. Con penas soslayadas por los años de inmadurez e indecisión. Fatigado de vivir con temores en un mundo que necesita gente temeraria. Viviendo con la hipocresía absoluta de un país patibulario. Muriendo. Agonizando con suspiros que se confunden con el acto de dar la primera pitada a un cigarrillo.

El escritor frustrado vive en un hogar aislado por la podredumbre intelectual que le otorga Magaly en horas de la noche. Mientras ellos sucumben a su juego de chismorreo barato, el escritor frustrado escribe a escondidas en su cuarto, exiliado de toda nesciencia que lo rodea. El escritor frustrado está estudiando para ser ingeniero, se miente a sí mismo, miente a todos diciendo que quiere ser un informático conocedor de redes. El escritor frustrado miente mucho, de hecho, su vida es una gran mentira. Miente por desdén. Miente porque una mentira parte de una verdad embozada. Miente. Miente sin saber que causa daños irreparables.

El escritor frustrado busca en su frustración, una salvación. Siente el hálito cuando camina por Barranco. Piensa en lo que escribirá luego. Piensa en lo que le dirá. Porque la quiere de forma soterrada. Anunciando un presagio melancólico. Mermando su vida con un cigarrillo nostálgico y abominable. Evitando las fatigas del querer. Odiando. Odiándola y queriéndola. Sintiendo los quejidos de un amor paralítico, de una cobardía sempiterna. ¡Basta! Que termine la duermevela en la que se encuentra. Que no se acabe el mundo. Que se acabe su vida de escritor frustrado. Que, por lo que más quiera, deje de escribir. Que lo lean. Que lo lean y lo maten. Que lo maten y lo lean. Porque a fin de cuentas da lo mismo. Porque el amor se jodió en la inmundicia de la lujuria. Porque todo se jode.

El escritor frustrado solo quiere la paz de un derrotado. Simplemente exige ser un pituso que vivió de las alegrías de los demás, que escribió de las tristezas de los otros, que describe las cicatrices de un pasado mustio, el cual apesaró escribiendo durante largas horas en un frío cuarto.

El escritor frustrado ha sido condenado. Ha sido, sutilmente, incomprendido. El mundo lo ha vuelto un idiota irreversible. El escritor frustrado es enemigo de sus amigos. Al escritor frustrado le gusta mentir, pero no que le mientan. La tristeza absoluta le trajo una felicidad increíble: la soledad. Sabe que un gran triunfo es la circunstancia del fracaso. Que un temor es el coraje de la cobardía. Que la felicidad es un sendero melancólico de recuerdos facundos y aciagos. Que el amor es solo un anhelo abstracto al que muchos queremos llegar, partiendo ilusamente de emociones canallas, de recuerdos insensibles y costumbristas, motivando un furor mohíno, presagiando los placeres de un universo idealizado para pretender ser felices. El escritor frustrado vive en la soberanía de los recuerdos. Esperanzado en entristecerse antes de dormir. Anhelando con misericordia que la tristeza lo acose cada mañana, cada tarde. Viviendo de la mediocridad de los demás, porque ser mediocre es aceptar ser feliz. Aceptando los errores de una pena ausente, pena positiva, pena que destruye, y que muchas veces, construye.

El escritor frustrado se remite a estudiar matemáticas, él sabe que las aborrece con asco, que le provocan náuseas, sin embargo, allí está, satisfaciendo el deseo de una tía que le ha pagado un costoso centro preuniversitario. El escritor frustrado es tomado de payaso, está condenado a hacer reír a las personas, por eso lo aprecian mucho. Muestra la sonrisa burlona y jocosa sabiendo que todo es una seuda felicidad. El escritor frustrado ya se cansó de escribir, aunque es lo que más le gusta hacer, siente que si lo hace de forma clandestina, sus padres sentirían vergüenza de un hijo cuyo destino sería la pobreza, puesto que en este país, ser escritor, es una pobreza.

El escritor frustrado sufre, padece un mal que le causa escalofríos. Hace una semana asistió al doctor, este dijo que tenía un problema al corazón, le preguntó si bebía café, si fumaba, si consumía alcohol o drogas. El escritor frustrado le dijo que solo consumía café. El doctor le dijo que dejara de beber en exceso, que eso le causaría un daño y de pronto, moriría. El escritor frustrado lanzó una risa burlona y seria, porque a fin de cuentas, poco o nada le importa su salud. El doctor habló con su madre, al parecer, le dijo que este al tanto de su adicción -refiriéndose al escritor frustrado- , que su conducta nerviosa era producto de un consumo indiscriminado de café. La madre se preocupó demasiado, empezó con un sermón acerca de cómo ella se inició en ese vicio, puesto que su madre no vive sin café. La cháchara se amplió hasta otros campos. Le dijo que si quería ir a un psicólogo. Horas más tarde, los dos llegaron a un acuerdo, el escritor frustrado bebería café solo durante los domingos. Fue un trato tonto. El escritor frustrado se burló del contrato, consumió café como lo habitual, sintió taquicardias por las tardes, pero no se lo contó a nadie. Por las noches, no conciliaba el sueño, sudaba, se levantaba a las tres de la mañana, encendía la oxidada hornilla de su cocina y esperaba minuciosamente a que el agua hirviese para que no suene el pitido de la tetera. Se hizo daño, mucho daño. El escritor frustrado lloró por eso y por todo. Acabó el café y Salió a la calle, considerando que eran las cuatro de la mañana, encendió un cigarrillo Lucky Strike y sollozó apesadumbrado en una banca de la calle. Nadie pasaba por dicha calle. El saliente se mostró mucho luego, y mientras eso sucedía, el escritor frustrado echó un largo suspiro, regresó a su casa a dormir. Le esperaba otro día más.

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Mientras

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Mientras

Mientras bebo una Coca Cola,
Pienso en ti.
Mientras estudio matemáticas,
Pienso en ti.
Mientras miro por la ventana del auto,
Pienso en ti.
Mientras escribo esto,
Pienso en ti.
Mientras estoy en mi cuarto,
Pienso en ti.
Mientras escucho música,
Pienso en ti.
Mientras es de día o de noche,
Pienso en ti.
Mientras lees esto,
Tú piensas en mí.

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Escribir

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Escribir

Hace una semana me compré un cuaderno muy interesante, ya qe, por mucho tiempo quise comprarme alguna agenda que registre, por lo menos, lo más interesante que se me venga a la mente en el bus, taxi, paradero, etc. Bueno, parte de mi vida transcurre en actuar bestialmente, lo que radica en hacer algo que me haga ser menos idiota cada día: escribir.

Quizá muchos escritores encontraron en la literatura una suerte de bebida alcohólica o de alguna sustancia narcótica. En mi opinión, yo siento que es un vicio noble, humilde, enriquecedor. Escribir es vivir en delirio. Escribir es ser prisionero eterno del pasado. Por eso, pienso que el escritor es victima del murmullo de la nostalgia, aquella que nunca perdona, que te destruye y se burla lentamente. Escribir es no tener en cuenta noción de lo que diga fulano y mengano. Escribir es beber de algún elipsis ponzoñoso para ser feliz y joven eternamente. Escribir es manifestar la alegría, de hacerla perdurar siempre. Escribir es un retrato aciago de lo que sientes, de lo que vives, de lo que temes. Escribir es morir adrede de una forma masoquista. Escribir es celebrar las penas, las desdichas, los desamores. Escribir es como escuchar una canción que te gusta mucho. Escribir es tratar de vivir en paz, sin hacer daño, o tratando de no hacértelo a ti mismo. Escribir es como asistir a confesarse. Escribir es ver el lado sublime de los demás. Escribir es temer de sí mismo, temer de los demás. Escribir es hacer un simulacro de muerte. Escribir es no hacer caso de lo que diga la gente, ignorar a todos. Escribir es tener a una enamorada por siempre. Escribir es mirar al cielo y tratar de comportarse como un ser humano. Escribir es sentir que las palabras hieren. Escribir es enamorarse. Escribir es tener a un amigo a tu lado. Escribir es amar a quien no te ama, querer a quien te odia, odiar a quien te quiere. Escribir es jugar a ser lo que no se puede ser. Escribir es enmascararse para hablar de todos. Escribir es como jugar un partidito. Escribir es como caminar con tu enamorada por Plaza san Miguel. Escribir es como jurarse amor eterno. Escribir es mentir. Escribir es, a duras penas, vivir. Escribir es un impulso eléctrico en el cuerpo. Escribir es ser quien de verdad quisieras ser. Escribir es no conformarse con la realidad.

Esas son ideas muy generales, en realidad yo escribo por muchas cosas. Escribo por despecho, por celos, por venganza, por el asqueroso deseo de vivir. Escribo porque ya no existen lágrimas en mi mundo quimérico y no quiero que existan. Escribo porque mi melancolía conduce a mi mano a una fría tecla o a un solitario lápiz. Escribo porque es lo único de lo que puedo enamorarme, porque soy preso de las ideas en mi mente, de las voces en mi oído. Escribo por joda. Escribo porque aún me quedan amigos. Escribo por las personas a las que quise, y porque quise a una como a las personas que nunca conoceré. Escribo porque le temo a la hipocresía de la gente. Escribo por angustia, vociferando mentiras, callando verdades. Escribo para que, por lo menos, alguien me quiera. Y si eso ya sucediese, que me quiera más. Escribo porque me burlo de la fidelidad, de la inocencia, de los recuerdos marchitos. Escribo porque, como dicen todos, no me dará plata. Escribo porque tengo el mejor lugar de inspiración; aquel cuchitril, chiquero, espacio de 16 metros cuadrados con poca ventilación y escasa luz: mi cuarto. Escribo, no solo para que me lean, sino para que encuentren en mí un pasado, una coincidencia frustrante, y quizá por azar del destino, les pase algo similar.

Escribo porque temo enamorarme, temo que se enamoren de mí, temo del amor, temo de esa fuerza sobrenatural que ata dos corazones, que une dos miradas, que junta dos bocas, que da infinitas alegrías. Escribo porque quiero dañar y a la vez sanar. Escribo por frustración, porque no soy nada ni nadie. Escribo cuando estoy triste o alegre. Escribo porque me gusta que la gente llore, que la gente ria, que la gente viva como le guste. Escribo porque aquí vivo, aquí muero. Escribo, ya sea con una coca cola o un starbucks a mi lado, pero lo hago. Escribo por curiosidad de saber qué se siente ser ignorante; porque, a decir verdad, conozco a muchos. Escribo por la ingratitud de la gente, por los deseos funestos de algunos que no me aprecian. Escribo para contradecir a todos. Escribo para sobrevivir de esa suerte de ostracismo familiar que habita en mi casa. Escribo porque ya se me agotan las palabras. Escribo porque tengo sueños. Escribo porque haya alguien leyendo esto y piense: qué aburrido debe ser el escribir. Escribo porque Dios me ha dado mucho, de hecho, Dios y todos lo santos confabularon para que yo termine escribiendo. Escribo por los amores perdidos, encontrados, frustrados, eternos, platónicos, verdaderos, falsos, irónicos, aquellos que me dieron las anécdotas que tengo por licencia escribir. Escribo sin razón alguna. Escribo mucho, entienden poco. Escribo para no mentir diariamente. Escribo por alguien. Escribo por ti. Escribo por todos. Escribo porque tú eres todos. Escribo porque nunca me olvido de recordarte, porque no recuerdo que ya te he olvidado. Escribo porque tú me leas aquí o en cualquier lugar del mundo. Escribo porque estas leyéndome ahorita, en este momento, recordándome con gratitud, mas no por amor. Escribo para construirte en mis pensamientos y no destruirte con mis palabras. Escribo por eso y por todo lo que no podría escribir, pero en fin. Escribo, y esta es mi mejor razón, porque es lo que me gusta.

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