Evaluación de aprendizajes

Uno de los cursos que tuve en Francia cuando empezamos Euromime fue inglés. El profesor, Jean Sabiron, era un hombre de unos sesenta años y de no ser por su nombre y apellido yo habría pensado que era inglés: Dominaba a la perfección la lengua de Shakespeare.

Sabiron utilizaba bastante recursos informáticos para enseñarnos inglés: archivos en mp3 de conversaciones o noticias, documentos en Word para que identificaramos ciertas palabras, el blog del curso. En general, para alguien que conocía de antemano inglés, su curso era bastante dinámico e interesante. Sin embargo, nuestro grupo era bastante diverso. Algunos de mis colegas dominaban el inglés (mi compañero senegalés -quien se llama Papa, como el tubérculo- es profesor de esa lengua en Dakar), yo también había tenido la oportunidad de utilizarlo bastante (así como algunos otros colegas), pero en algunos casos el nivel de otros compañeros era medio, bajo o muy bajo.

Eso significa que mientras Papa, algunos colegas y yo entendíamos sin mayores problemas las noticias de la BBC en el examen, otros no tenían esa suerte. Evidentemente aquí había un problema cuya culpa obviamente no era del estudiante, y probablemente tampoco del profesor (aunque eso no lo sé), sino quizás del sistema: no se había tomado en cuenta el nivel de conocimientos de esta lengua en nuestro grupo. Este dibujo puede mostrar de cierta manera esa situación:

La evaluación de aprendizajes es un tema fundamental en educación, y el pasado 2 de febrero del 2009 tuvimos la suerte de tener una exposición del Dr. José Salazar de la Universidad de la Frontera (Chile) sobre este asunto. Salazar es miembro del equipo evaluador del Master Euromime y según nos comentó también está participando en la evaluación del proceso de Bolonia, que tiene como finalidad facilitar la homologación de títulos europeos así como realizar reformas curriculares incluyendo un sistema internacional de créditos, entre otros.

Salazar se cuestionó y nos cuestionó sobre la necesidad de la evaluación, cuál era la diferencia entre tener por ejemplo un 9,5 y 10 de nota, y por qué sería importante estimular la auto y co-evaluación.

Sobre la primera pregunta considero que sí es necesario evaluar para certificar que una persona cumple con determinadas competencias. El problema en este caso va mas por el lado del cómo evaluar. Por ejemplo, en un curso a distancia, ¿de qué manera se puede evaluar la participación en un foro de discusión? Inicialmente uno puede pensar “por el número de participaciones”, pero el número de participaciones no es indicador de que la persona haya comprendido el tema de discusión. Otro podría decir “por las participaciones de calidad”. Pero, ¿qué es una participación “de calidad”? Quizás en este caso la mejor evaluación sería la co-evaluación: los estudiantes pueden calificar los comentarios de sus compañeros (Moodle, por ejemplo, permite eso), pero esa es sólo una idea. El tema es sin duda bastante complejo.

La pregunta sobre la diferencia entre notas es bastante interesante. Una persona que tiene 10.5 (la mínima nota para aprobar en Perú) no necesariamente sabe más que aquella que tuvo 10. ¿Qué puede garantizar eso?

Cuando era estudiante en la PUCP teníamos exámenes parciales, finales e incluso prácticas calificadas. Era una evaluación mucho más formativa que la que he visto en Europa hasta el momento. Si en aquella época no estudiaba lo debido, con seguridad iba a reprobar el curso. En Europa hasta ahora ha prevalecido una evaluación sumativa (de acuerdo a mi experiencia), con un sólo examen al final de la mayoría de cursos. Eso significa que para aprobar el curso uno podía estudiar simplemente antes del examen. La nota, en este caso, no parece significar más que un número en un cartón.