Para la Historia de las Comunidades

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El presente artículo tiene como objetivo reflexionar en torno a las comunidades. En estas líneas propongo una personificación histórica que constituye un primer esfuerzo personal que más adelante, con más información, se irá detallando. Algunas ideas son angulares. La primera consiste en que las comunidades de hoy no son las mismas que la del periodo prehispánico. Han existido diversas modificaciones en un lapso de quinientos años (Historia del Perú) en donde se sucedieron el dominio español y el republicano. Por tanto, unas comunidades prístinas organizadas netamente bajo criterios andinos resulta utópico de encontrar. La segunda idea consiste en que el significante ‘comunidad’ puede ser designa a diferentes sujetos a lo largo del tiempo. Quizás sea una institución que se modifica y reinventa conforme a las circunstancias que la condicionan. Además, el significante semánticamente es bastante general. Tercero, la perspectiva sobre las comunidades, o sobre los ‘indios’, puede ser tan diferente como quien la contemple. Puede ser una visión positiva (Arguedas), imparcial (a mi parecer mero intento formal, imposible en la práctica) y negativa (mirada prejuiciosa donde se apelan a adjetivos peyorativos). Todo esto a partir de  reconocer al otro como un igual pero diferente, diverso, en su de vivir. Esta es la clave de todo.

La Historia del Perú, en sus cerca de quinientos años, se pueden dividir en ocho periodos: ayllus prehispánicos, encomiendas, reducciones, repartos, rebelión y contrarebelión, independencia, despojo, inclusión parcial e inclusión total.

El primer periodo es el de los Ayllus. Evidentemente es antes de la presencia ibérica y el contacto con el mundo moderno. En este tiempo se utilizaron como criterio de organización social los conocimientos tradicionales ‘andinos’ como la tripartición, cuatripartición, hanan/hurin, chaupi, etc. Como dice la etnohistoria, parece ser que el ayllu era la cédula básica del Tawantinsuyo. Sobre este periodo de tiempo no hay una información directa salvo la que proporciona la arqueología. Mi esperanza es que la memoria histórica de habitantes de los lugares donde se desarrolló algún tipo de sociedad prehispánica de alguna u otra manera puede permitir aproximarnos de una mejor manera a este periodo.

El segundo periodo arranca con el arribo ibérico en 1532. Los diferentes ayllus fueron cedidos por merced real, encomendados, a los ‘conquistadores’ (evidentemente este término se forma desde el castellano puesto que si fuese desde el quechua un significante negativo sería el que se les atribuya) que se pasaron a denominar vecinos ilustres. A cada uno se le asignó una cantidad de personas en condiciones serviles para la asignación del tributo y del servicio personal. Todo esto en su condición de vasallos del rey de Castilla (perteneciente a la casa Habsburgo).  Es necesario tener en cuenta que en España existían propiedades comunales de tierra. José María Arguedas detalla esto  en un estudio contemporáneo. Es este espacio, el de la existencia de propiedad comunal en la institucionalidad castellana, lo que permitió que los ayllus subsistan pero con las modificaciones que las instituciones ibéricas requerían para la dominación. Siguiendo a Arguedas, en España los ‘señoritos’ eran los que se encontraban en la jerarquía social y los vecinos (los que se agrupan en colectividades agrarias) en la parte baja. En el Perú, los vecinos eran la jerarquía más alta; mientras que los comuneros, la más baja. ¿Será que pese a todo el afán de riquezas los ‘conquistadores’ reconocían su inferioridad respecto a sus señores en la península? En este periodo aún no se consolida estatal española como máximo poder fáctico (implícitamente lo era). Esto aconteció finalmente tras la rebelión de Gonzalo Pizarro que generó la organización de La Gasca.

El tercer periodo es el de las reducciones. En este periodo la presencia colonial se intensifica a partir de dos pilares que garantizan el dominio: el tributo y la mita. Es el virreinato la máxima institución en la colonia. Es con el virrey Francisco de Toledo que se fundan las reducciones donde se concentraron a los ayllus que vivían en la periferia. Su ubicación espacial diversa, ¿pisos ecológicos de Murra, confederaciones interlacustres o federaciones de valles?, hacía que fuese difícil su distribución en la mita, el cobro de los tributos y su evangelización. En la traza urbana cuadricular, organización espacial castellana, se les distribuyó para que viviesen en policía (urbanidad y civismo). La reducción en un solo sitio de las diversas colectividades desarraigó a los ayllus de su espacio originario. Se les confirió en un “instrumento social”’, un constructo en forma de ciudad, que modificó necesariamente sus categorías mentales (esto lo demostraré más adelante).

Es con el contacto hispánico que los ayllus cambiaron su nombre por el de ‘comunidad’ o ‘parcialidad’. En el  segundo caso, ‘parcial’ hacía referencia en el siglo XVI a un tipo de afinidad entre los individuos. Su adhesión con el sufijo –idad derivó semánticamente en una agrupación de sujetos afines. ‘Comunidad’ va en el mismo sentido sólo que implica necesariamente la propiedad de la tierra.

Con la presencia ibérica se desarticulan los ayllus. Sujetos como los forasteros se desarraigaron de sus comunidades para evitar el pago de tributo o cumplir los ciclos de la mita. Es necesario señalar que el estado colonial, como compensación por estos mecanismos de servilismo debido a su condición de vasallaje, respetó la propiedad de sus tierras. Además, permitía argumentos de legitimación prehispánicos y el respeto de sus autoridades. Los forasteros se dirigieron en gran medida a Potosí para poner a disposición su trabajo en la actividad minera. Se formó un proletario minero que gozaron de un salario y el derecho de explotar la minería en días libres. Los ayllus comenzaron a descomponerse y cambiaron su denominación. Las reducciones son los precedentes de los pueblos actuales en el interior del país.

Durante el siglo XVII se experimentó un auge y también se entró en un declive dentro del virreinato.  Esto tomando como referencia la producción de plata en Potosí: con la mina en su máximo esplendor se produce el auge; con la minería en depresión, la crisis. Sumado con la formación de forasteros, se produjo la venta de cargos públicos para aliviar las deudas que contrajo el fisco colonial. La venta de los corregimientos (el corregidor era quien cobraba los tributos de las comunidades) impuso el lucro como finalidad inherente a los cargos públicos para recuperar la inversión y obtener una ganancia (creencia de que al ocupar un cargo público se debe de lucrar con él). La presencia de nuevos corregidores seguramente modificó a las comunidades en cuanto a la imposición de una mayor carga tributaria. Esto pudo derivar en la formación de forasteros y tensiones que detonaran en crisis.

El cuarto periodo comienza con la ascensión de los Borbones. En este momento comienzan a surgir (producirse) y agudizarse tensiones que formarán una crisis que detonó con la rebelión de Túpac Amaru. Fueron los corregidores quienes al efectuar el reparto (concesión forzosa de una canasta de mercancías (que incluían mulas de Tucumán) ) designaron kurakas/caciques advenedizos. Al ser el corregimiento una institución que permitía el lucro, necesitaban un intermediario que facilite la extensión del monto a pagar. Los caciques eran reconocidos como ilegítimos por su comunidad o parcialidad de acuerdo con la organización política comunal. Esto generó tensiones (se pueden ubicar muchísimas en el AGN). Esta instauración de un cacique títere del corregidor se consideró como un ataque contra la misma institución comunal que generó un ambiente de disconformidad con el virreinato. Este fue el caldo de cultivo en el cual la rebelión tupacamarista se desarrolló.

El quinto periodo es el de la rebelión de José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, y el de la contrarebelión virreinal. La represión generó el fin de la nobleza aborigen mediante una cruenta rebelión que les substrajo de todos sus privilegios. Todo esto debido ante una amenaza subversiva potencial. Este proceso derivó en el fin del kurakazgo/cacicazgo como máxima autoridad política en la organización comunal. La institución que tomará la posta serán los municipios de indios siendo el alcalde la máxima autoridad. Tras la rebelión de Amaru II y al finalizar el periodo virreinal, las comunidades cambiaron trascendentalmente en su organización política. Es el inicio del ascenso del varayoc.

En el sexto periodo, independencia, representa una comunidad indígena en el escenario drásticamente diferente a la del XVI. La fragmentación, el cambio de nombre y el desplazamiento del curaca son los principales efectos diferenciadores respecto al ayllu prehispánico. Las diversas comunidades apoyaron tanto a la causa patriota como realista. Fueron los grandes protagonistas sin nombre puesto que constituyeron el grueso de los ejércitos y de las montoneras que conquistaron la ‘independencia’.  Son los anónimos sobre los cuales descansa nuestra República que reconociéndoles el mérito se haría más inclusiva la Historia. Por ejemplo, Huancayo recibe el título de la Incontrastable por el apoyo que dieron a la causa patriota mediante decreto dado por José de San Martín. En este periodo se inserta la ideología liberal que postulará la desamortización de la tierra. Esto para su asignación a privados quienes la hicieron producir óptimamente insertándola al mercado.

El sétimo periodo, el despojo, arranca con la consolidación de la abolición del tributo indígena durante el gobierno de Castilla. Esto se consiguió gracias a la abundancia de los ingresos del guano que impedía contar con un ingreso ‘menor’ (tributo comparado con los ingentes ingresos del guano). La abolición del tributo indígena trajo como consecuencia el despojo de las tierras de las comunidades para su concesión a particulares. Esto porque el pago del tributo tuvo como contraprestación el respeto de la propiedad comunal. Los que adquirieron la propiedad se convirtieron en hacendados, mistis, gamonales, que en vez de generar la modernización liberal deseada en las tierras, utilizaron los mismos mecanismos laborales serviles de la colonia. Ejemplo de esto es la prolongación del yanaconaje que le daba a las comunidades una parcela de la tierra de la hacienda no en propiedad para su trabajo. También se recurrió a mecanismos arteros de deuda laboral como el enganche y el socorro.

El octavo periodo se inicia con el segundo gobierno de Augusto B. Leguía. En este periodo se produce el reconocimiento de las comunidades indígenas como persona jurídica. Esto a través de su mención en la constitución de 1920 en donde se les reconoce la propiedad de la tierra en condición de inembargable, imprescriptible e inajenable. Este avance se contrapone con la permanencia del latifundio. En este periodo acontecen fortísimas rebeliones campesinas y se desarrolla un movimiento intelectual/artístico denominado como ‘indigenismo’.

El noveno periodo comienza con el Gobierno Revolucionario de las F.F.A.A. Con la Reforma Agraria quedaron abolidos los latifundios. La relación de dominación del gamonal/misti/terratenientes sobre el indio/yanacona/pongo desaparece. La comunidad se hace pleno derecho de su propiedad territorial y ve aumentado su potencial económico. Se hacen en ese momento diversas cooperativas agroindustriales.

El décimo periodo lo vivimos actualmente. Las comunidades han ingresado al neoliberalismo y al individualismo contemporáneo. Su organización se encuentra legitimada por un estatuto de comunidades que las uniformiza en todo el país. También las somete al estado como cualquier ciudadano. Parece que no exista la explotación servilista o al menos no de manera indirecta.

En todo este esfuerzo no se ha considerado a la selva y a sus habitantes. Para tal fin, actualmente se ha creado un nuevo concepto ‘comunidades indígenas u originarias’. Una vez conseguida la inserción de las comunidades campesinas al campesinado nacional (término de Luis Miguel Glave) se requiere la inclusión e inserción de la selva. Ojo! Que esto se dé con el reconocimiento del otro selvático como un igual en cuanto a la condición humana pero diferente modo de vivir. No en afán de superioridad sino en entendimiento desligándonos del antropocentrismo que nos ha aquejado siempre. ‘Indigenizarlo’, con toda la carga semántica relativa a la maquinaria colonial/republicana servilista y diseminadora que abarcó la Historia del Perú,  es un grave error. Que la Historia por fin sirva, que deje su lugar en los roperos donde se apolilla o legitime discursos chauvinistas, para que se convierta en maestra de vida para tomar conciencia en la experiencia histórica para no cometer el mismo error de infravalorar al otro.

Con todo este intento de clasificación se puede derivar algunas conclusiones. Primero, las comunidades de hoy NO son necesariamente descendientes directos de los ayllus prehispánicos.  Entre ambos hay una distancia de cerca de 500 años en donde existieron modificaciones como la inserción en la modernidad y la occidentalización.  Hubieron muchas variaciones de por medio. Segundo, la historia peruana se caracteriza por el servilismo. Los ‘señores’ (encomenderos, gamonales, hacendados, empresarios, etc.) buscaron siempre la utilización del otro. Tercero, los integrantes de las comunidades no han permanecido siempre en ellas sino que han salido como los forasteros o migrantes. Cuarto, el reconocimiento de las comunidades y la escritura de su Historia (no la etno que es finalmente una ficción) permitiría incluirlas dentro de la Historia Oficial para hacerla más representativa. Quinto, el problema de la tierra constituye la piedra angular sobre la cual se asienta todos los debates sobre la ‘cuestión indígena’.

Los cambios que afectaron a las comunidades fueron principalmente los siguientes: las reducciones, los forasteros, el cambio de nombre, el desplazamiento de los curacas por los alcaldes de indios, la inserción en el campesinado nacional, la inserción del libre mercado y al individualismo.

El tema principal consiste en la enseñanza de la Historia como práctica en el interior del país. Este escrito pretende ser una Historia de las Comunidades pero sólo se habla desde la perspectiva del estado limeño. Creo que puede servir, mejorándolo, en una base sobre la cual se establezca la Historia de las Comunidades que se desarrolle en provincia en el futuro. Esto con el objetivo que la memoria histórica pueda ser escrita para suprimir el discurso oficial que alimenta todos los textos escolares. Esto genera una historia nada inclusiva ni representativa que urge cambiar.

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