La sonrisa más hermosa (colaboren con la Teletón)

[Visto: 582 veces]

A la edad de diez años sometieron a Tomás a una crucial cirugía. El motivo fue que apareció en una de sus piernas un tumor de mediano tamaño. Este organismo tendería a crecer, lo que hacía necesario su extirpación.

Tomás era el hijo mayor de una familia que contaba con los ingresos necesarios para subsistir. Le concedieron todo lo necesario para su formación además de mucho cariño. Su situación médica se convirtió en una importante preocupación tanto para la familia como para los amigos.

Le descubrireron este problema en una situación totalmente fortuita. De inmediato lo llevaron a visitar a un doctor para que emita su diagnóstico. Al revisarlo, el galeno dictaminó que era necesaria una operaración quirúrgica para que se retire el pólipo. La extirpación debí de utilizar herramientas parecidas a un cincel y martillo por lo aferrado del corpúsculo en el hueso. Esta operación ameritaba un costo grande que era el resentimiento de uno de los nervios de la pierna. Esto lo llevaría a perder la normal movilidad de una de sus extremidades.

La operación sucedió como lo tenían previsto los médicos y la familia. Primero se procedió a descartar la condición del tumor con una biopsia. Luego a preparar todo para la recuperación. Al último quedó ir proyectando todo para una rehabilitación abierta. Su pierna no llegaría a recuperarse del todo.

El pie no llegó a funcionar como antes pese a llevar una terapia de rehabilitación por varios años. Para esto se buscó el lugar más conveniente y este fue el Hospital Clínica San Juan de Dios.

El primer día de Tomás en el Hospital fue impactante. Se encontró con una situación similar a una película terrorífica yanqui. Niños andando con fierros en las piernas, algunos con clavos que les atravesaban las extremidades y dejaban la cicatriz al aire libre, muchos con muletas y otros con sillas de ruedas, entre otras escenas fuertes. Él se hubo acostumbrado a jugar y correr con sus amigos pero nunca estuvieron en éstas condiciones.

Pero lo que más le llamó la ateción fueron unos niños con una escisión en el rostro. Se podían ver sus dientes a través de la cicatriz. Su boca estaba partida. Para Tomás esto constituía una escena macabra y terrorífica, abominable que no le permitió dormir en semanas. Traba de saltarse ese escenario, quería dejar de divisar estos rostros cubriéndose la cara. Pero era imposible no verlo, era imposible esquivarlo y esconderse: era la realidad.

Tomás lidió con este escenario cerca de 3 años. Empezó a caminar mejor y eso le alegraba. El escenario que vivió era de una profunda fraternidad, todos eran niños con algún problema de esalud pero en vías de recuperación gracias al trabajo de fisioterapeutas. La amistad también se le presentó en una circunstancia como esa. La mejoría que experimentó en el Hospital se difuminaba en el colegio cuando sus compañeros de clase le gritaban ‘cojo de mierda’. Más aún cuando utilizaba una férula en la pierna que no disminuía su esfuerzo por jugar fútbol.

La terapia se combinaba con sus horarios escolares. Cambiaba de un escenario a otro para confrontar la realidad del dolor. Una realidad en la cual habían niños (y aún hay esperando por ayuda) que realizaban diversas actividades con el objetivo de superar su deficiencia.

El contraste era dramático. Por un lado niños engreídos (como todo niño en la infancia), que sólo jugaban y que no luchaban aún por nada. Por el otro niños que subían escaleras con unos pesos en su pierna, se sentaban horas en una especie de piscina para ejercitar sus piernas, corrían hacia adelante y hacia atrás, les pasaban corriente en las extremidades para que reaccionen sus nervios o se ponían compresas calientes. Esos niños que en su lucha por su recuperación se volvían fuertes al superar una fortísima cargas.

Pasaro los años y tuvo que dejar de asistir a este centro.

Hace unos días me encontré a Tomás en un conocido bar de Miraflores. Nos dispusimos a tomar algo y comenzamos a recapitular nuestras vidas puesto que hacía tiempo que no nos veíamos. Cuando le tocó el turno de contarme su vida, quedé impactado por su relato. Todas sus vivencias en este Hospital las contaba con un énfasis y melancolía . Intenté cambiar de tema para aliviarlo pero no pude. Con todo esto le pregunté sobre cuál era el escenario más hermoso donde hubo estado en su vida y que era lo que más lo impacto al punto de ser trascendente en su vida.

Me prespondió que el mejor lugar en el que estuvo era el Hogar Clínica San Juan de Dios. Me dijo que en este lugar los niños tenían fierros en las piernas pero caminaban, caminaban con problemas pero caminaban siempre hacia adelante. Tenían mil muletas o andaban en una silla de ruedas pero caminaban. Les ponían mil obstáculos pero caminaban. Siempre continuaban con la esperanza de superarse, de rehabilitarse, que constituía una magífica escuela de vida. Todos se unían a través de las más profundas escenas de amor tanto con sus padres, amigos y entre ellos que nunca se abandonaban.

Añadió que lo más hermoso que vió en toda su vida fue a esos niños que tenían la escisión en el labio, los que tenían labio leporino. Estos niños, pese a tener ese corte, igual sonreían. Le sonreían a la vida y a la esperanza de recuperarse. Le sonreían a sus padres, a sus amigos y a sus compañeros. Se sonreían a ellos mismos. Al igual que una rosa que florece entre espinas, la sonrisa de estos niños era la más hermosa pues en todas las dificultades brotaba e irradiaba felicidad.

Sentí un poco de verguenza y mucha admiración. Con nada más que decir, me puse a hablar de fútbol.

Puntuación: 0 / Votos: 0

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *