Michel Foucault en Las palabras y las cosas menciona (en el libro traducido al español por la editorial Siglo XXI que se encuentra en la biblioteca):
Si designo la palabra
Entre el objeto y la palabra existe un suplemento, una diferencia, un exceso que el signo no puede capturar. Ese exceso es incomensurable, es ilimitado, es el ser! (cuidado con la ingenuidad de mi afirmación). Si menciono la palabra árbol y le pido a usted lector imaginar uno, el árbol que usted piensa y el que yo tengo en mi cabeza son distintos conforme a las relaciones entre significante y significado en cada uno. Pero le pido que reflexione acerca de árbol que tiene en la mente y el árbol en físico, la diferencia es el suplemento (el exceso, lo que el signo no logra capturar). La naturaleza del objeto es independiente al de la palabra. Mediante todo este párrafo pretendo señalar que el signo no es el objeto; al contrario, está en defecto con él.
Los escritos son el “reino de la palabra” pero son el “calabozo” de la existencia (aunque parezca paradójico). En la palabra no reside el ser sino su representación, está vacía (en cierto sentido). He tomado algunos argumentos de Jacques Derrida señalados por Isaac Rossler en un seminario el año pasado.
Para concluir, quisiera mencionar un ejemplo. Si a usted lo insultan en la calle, más que ofenderse por la mención, debe (disculpe mi osadía) preguntárse: Por qué menciona lo que menciona?. Comienza la doble reflexión del pensar sobre lo pensado (la esfericidad de la esfera). Esta reflexión es vital en medio de el ataque de los signos, símbolos e íconos que son los abanderados del consumismo. Pensar sobre lo pensado, sentir sobre lo sentido.
No te lo tomes de manera literal!
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