Dedicado a papá

I
Desplayada en el sofá de mi sala, con sus piernas color papel bond, avejentada, con voz lastimera… pasaba las tardes contándole a mamá sus cuitas de desamor. Yo detestaba su presencia pues nos dejaba una estela de mala onda que duraba hasta el otro día. Ni sus brazos moreteados ni su cara desencajada lograban apiadarme; esa mujer parecía una sombra quejumbrosa, una sombra en pena instalada en mi casa.

La mujer sombra tenía siete hijos y un marido que se la daba en todo sentido, y mamá más feminista que las feministas, enarbolando la bandera de guerra contra los hombres, la escuchaba, la aconsejaba, le reprochaba… y así todas las sempiternas tardes.

Un día encontré llorando a mamá. Habían matado a la mujer sombra. La habían ahorcado en presencia de sus siete hijos. A él lo juzgaron como loco. Pasado un breve tiempo, él regresó a la casa, echó a la calle a sus siete hijos y consiguió mujer nueva.
No sé si habrá ahorcado a esta, no era amiga de mamá.

II
Me gustaba verla llegar con sus maletas llenas de álbumes de LP, sus recuerdos y su sonrisa. Venía a Lima para divertirse y eso no se lo iba a impedir ni la cara adusta de mi abuela ni su sacrosanta casa.

Todos los veranos la veía, con su minifalda y sus monas sandalias y apenas pisaba suelo limeño se dedicaba a gastar toda la bolsa que le habían dado. Primero su padre, y luego su viejo marido.

Bailaba , cantaba y compraba cosas lindas, comíamos helados, chocolates y contaba anécdotas divertidas. Mamá y yo disfrutabamos de mi tía, pese a la censura de mi abuela que juzgaba, callaba y se ensimismaba, y cuya cara nunca era de buenos amigos.

Conforme pasaba el verano y el dinero se le iba agotando, se ensombrecía, su luz se apagaba, pues sabía que seguía el viaje de regreso. Se iba cargada de más recuerdos que había recogido en el camino.

III
Y tenía las piernas más hermosas de Arequipa…

Me miraba con ojos escudriñadores, no aguantaba la curiosidad por saber quién era yo… no aguantó más y previa lisura bien arequipeña ella, me dijo: “Se dice YO soy fulana de tal, hija de fulana de tal, nieta de fulana de tal, ante Ud. ofrezco mis respetos.”

Dueña de una personalidad dominante, sin instrucción aprendió a leer gracias a las revistas que le dejaban sus clientas, se abrió paso entre la sociedad arequipeña a punta de taconazos y caderazos. Gustaba del baile y de los guapos hombres de uniforme. Pero lo que más recuerdo de ella es que llenaba el espacio de mi vida contando el pasado y avisoraba el futuro como si fuera una novela… yo así conocí su historia, su negra historia que fue negada a sus nietos por su endeble hija. Coqueta y vanidosa, ambiciosa, decía tener las mejores piernas de Arequipa y que a sus 92 años un caballero de buena familia la pretendía con nobles intenciones de matrimonio.

Su oscura hija no había heredado la luz de su madre; sin ningún don, mojigata y cucufata gozaba de todo lo que su corajuda madre había conseguido con sus dotes naturales.

Este presente es para papá, aunque sé que a él no le gustaría le gusta a la zorra de su hija…

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