El sol en conjunción con la arena es cruel. Se enseña en la piel, en el alma. El viento en conjunción con la arena es cruel. Se enseña en la piel, en el alma. Por esos sus miradas son duras, de ceño fuerte, de maneras toscas, directas. Eran un grupo amorfo y gris, sin nombre que transitaba presuroso o cansino, según la hora. Se vengaron: la señora solo era un apelativo.

Hoy tienen nombre, hoy tienen historias, hoy tienen pasado y presente. El futuro se lo hacen todos los días y es su presente. Cada gota, cada ritmo, cada golpe de fuerza las marca. Están ahí porque quieren matar una pena, desfogar un amor. Son diferentes a las demás, a las otras: estas se atreven. Si bien ocupan el mismo espacio y tienen las mismas preocupaciones, gozan de una libertad que las otras no tienen porque tienen a alguien a su lado. Estas atrevidas están solas. Sea porque las dejaron, sea porque enviudaron, sea porque ya no los quieren a su lado, toman parte de sus 24 horas para dar 60 minutos y olvidar y destellar.

De diferentes edades, reconozco diferencias entre ellas. De fogosa mirada, de francas sonrisas, de rebeldes cabellos al viento. Participan y participo. Eso es un grupo. Y como parte de mi pertenencia, comparto y recibo. Aunque aún soy diferente por más que quiera asimilarme, repetiré para mí que en este lapso soy parte del grupo y como tal me debo comportar.

Quienes lean probablemente no entiendan mi tristeza, mi necesidad de pertenencia y de alejamiento. Sentimientos encontrados que no tienen cabida en gente ocupada, pero sí en los que cavilamos y dejamos de actuar. Ojalá que este grupo perdure y que alcance
sus objetivos. O quién sabe, que si el vaivén de las circunstancias me permite estar junto a ellas, pueda celebrar un fin de año diferente con un bagaje de aprendizaje que nadie me quitará.

P.D. Estas mujeres de arena no tienen tiempo para leer este blog, no les interesa. Ellas nunca sabrán de la admiración que pueden suscitar en mí. Escribo pues quizá pronto ya no las vea y no quiero olvidarme de esta breve etapa junto a ellas. Pasaron más de ocho años y no tuve el coraje de acercarme humildemente y aprender de estas libertarias libertinas. Yo me lo perdí.

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