El tema sugerido en el título puede parecer ligero, pero es, en realidad, un asunto muy serio, especialmente para quienes crecieron disfrutando la saga de historietas del arácnido, el bicho más exitoso de la Marvel Comics.
Como es harto conocido, Spider-Man (no Spiderman) nace cuando una araña radioactiva pica a Peter Parker, un joven adolescente (nunca mejor dicho porque este individuo adolece de muchas cosas, entre ellas la capacidad para ligar con alguna chica)
estudiante de ciencias, transfiriéndole los poderes de una araña (hasta entonces yo no sabía que las arañas tenían poderes). Desde ese momento, el joven genio adquiere la fuerza proporcional de una araña, y la agilidad y capacidad de ésta para escalar paredes y techos. Adquiere, además, un sentido arácnido que le advierte de situaciones peligrosas (tal vez fue una araña hembra quien le picó y lo que adquirió en realidad fue el sexto sentido femenino, que puedo jurar, es mucho mejor que el de Spider-Man). Y por alguna mágica razón, repentinamente, este jovencito descubre, gracias a su cerebrito de genio, la fórmula mágica para hacer un fluido de telaraña (deduzco, además, que la araña que le picó era muy inteligente) que al ser expulsado de su cartucho y hacer contacto con el aire, se convierte en una red muy similar a una telaraña. (Qué oportuno descubrimiento, ¿verdad? Peor aun es la versión cinematográfica, en la cual la telaraña sale de su cuerpo. ¿No creen que después de recorrer un par de manzanas de New York, Arañito –Spidey– quedaría deshidratado? Hagan la analogía con lo que quieran y me darán la razón).
Pero no es por toda esta sucesión de hechos increíbles e inverosímiles que Spider-Man no puede existir. No, no lo es. Después todo, la radiación puede justificar el nacimiento de todo tipo de superhéroes, de cualquier especie de bicho. Si no, veamos a los Cuatro Fantásticos, Dark Devil o Hulk, nacidos por obra de la radiación. O Godzila. Y recordemos que Bart Simpson, toda una autoridad en superhéroes, tiene al Hombre Radioactivo como su personaje de ficción favorito. Las razones por las que Arañito no puede existir son más mundanas, más triviales que las de su asombroso nacimiento. Esas razones tienen que ver con su famoso y fachoso traje. Aquí las razones:
– Para empezar es realmente asombroso que de la noche a la mañana Peter Parker se vuelva en un consumado confeccionista. En un maestro de corte y confección. En modisto. Diseña uno de los mejores trajes que pueden existir en el universo de superhéroes (alguien dirá, al fin y al cabo, si una araña puede tejer una hermosa red ¿porqué él no podría confeccionarse un lindo traje?). Siempre me he preguntado cómo hizo Arañito para hacer las finas líneas que simulan una red de telaraña sobre el área roja de su traje. Cómo hizo un disfraz tan perfecto que el pliegue entre la máscara y el traje ni se nota.
– Por otro lado, ¿han reparado en lo incómodo que deber ser su traje? Siempre me asombró el traje de Arañito, pero no por lo colorido sino por lo incómodo que debería ser. Todo pegadito y ajustado. ¿Se imagina alguien llevar el traje de Arañito en un caluroso día de verano en New York? ¿No, verdad? No es posible. Por muy superhéroe que seas por lo menos te mueres de calor. Pero él como si nada. ¿Y qué me dicen del invierno? Eso sí que es insoportable. ¿Con ese traje a 10 grados Celsius bajo cero? Definitivamente no hay hombre ni araña que lo resista. Nunca vemos a Arañita con una casaca o saco. O al menos una bufanda. Nada, sólo el traje.
– ¿Y qué me dicen de la combinación de colores del traje? ¿No creen que sus colores, azul y rojo faber castell, sean demasiado llamativos como para pasar desapercibido? ¿No podría cambiarse a un color más discreto, menos llamativo? Digamos un gris o un azul oscuro casi negro. O un marrón oscuro. ¿Cómo hace Arañito para entrar a su departamento por la ventana sin que nadie note nunca, aunque sea por una sola vez, que un bulto color rojo y azul cruza el cielo y se adentra por la ventana de un edificio? Bien difícil de creérsela, ¿no?
– ¿Y qué me dicen de que en 45 años de existencia Arañito no cambie su traje, teniendo en cuenta todas la incomodidades que le debe causar? Ni que fuera su piel. (Algunas veces cambió veces su traje –ejemplo por el traje negro que después heredó Venom– pero sólo por un corto tiempo). Digamos, podría usar un traje más oscuro, uno menos llamativo y que pase desapercibido; no usar una máscara que le cubra toda la cara y que no le permita respirar; usar un traje en verano y otro en invierno. Usar zapatillas, no andar sólo en medias y con un par de plantillas, y usar, cuando el frío arrecie, un pulóver.
Y miren ustedes que el cabeza de telaraña es considerado uno de los personajes más verosímiles del universo de superhéroes por ser un joven que, como muchos, pasa apuros económicos, no es el alma de la fiesta y tiene un jefe que lo explota. Si eso pasa con Arañito ¡qué podemos decir de los otros! Si no, miren a Superman, quien usa, como alguien anotó hace mucho, el calzoncillo encima del pantalón, y además, agregaría yo, cree que con ponerse unos lentes nadie lo reconoce.
Alguien podrá decir que estas razones son triviales, y claro que lo son, pero justamente allí está el asunto: si los creadores de superhéroes o superbichos quieren que parezcan reales, deberían empezar precisamente por darle sentido a las cosas triviales que rodean las vidas de estos personajes.