El epílogo es la cereza de la torta y es una forma de aprender a entendernos entre parejas.

Un abrazo, Renzo

Es complicado que una relación basada en la manipulación sentimental se rompa –por la dependencia emocional en la que cae él o ella–, sin embargo, recuerda que, por amor, uno no debe aguantar todo.

Saludos, Renzo

Mozo: “¿Desean pedir algo?”
Carlos: “(Noo!) Si, gracias. Nos trae dos tacos vegetarianos por favor”
Mozo: “¿Y algo para tomar?”
Rocío: “Dos jugos surtidos”
Mozo: “Entonces son dos tacos vegetarianos y dos jugos surtidos”
Carlos: “Asi es”
Mozo: “Ok”

El mozo se fue raudo. En eso entra una pareja de ancianos. Tendrían como 70 años aproximadamente. Se veían una pareja feliz, con la alegría de haber vivido juntos mucho tiempo. No hablaban, bastaba solo una mirada, un gesto, un movimiento de las manos para entenderse. Los seguí atentamente con mis ojos sin mover la cabeza. Ella apenas parpadeó mientras ojeaba la carta en busca de algun postre delicioso. El mozo regresaba.

Mozo: “Disculpen, me avisan en la cocina que los tacos van a demorar 15 minutos. ¿Desean esperar o les podría ofrecer alguna otra cosa?”
Rocío: “No hay problema, esperaremos”

El mozo asintió con la cabeza y se marchó. Por supuesto mi estómago bramó en señal de protesta. A quién se le ocurre la genial idea de comer un taco vegetariano cuando los tacos son de carne! Es como pedir un lomo saltado sin lomo o un arroz con pollo sin pollo. Ella me empezó a decir algo y yo trataba de escucharla cuando ví de reojo que entraba una señora con su perro cooker. Me gustan los cooker pero cómo se le ocurre llevar un perro a un restaurant! Más alla del peligro que representa un perro para los comensales está el hecho que podría originar un situación embarazosa para la dueña si al can se le ocurre satisfacer sus necesidades fisiológicas. Pero parecía que la señora estaba absorta en otra ideas mucho menos mundanas. Tomó asiento a tres mesas de distancia de nosotros y la perdí de vista.

Ella seguía contándome sus cosas cuando en eso entra un adolescente hablando por celular a viva voz. No me llamó particularmente la atención pero recuerdo claramente que dijo: “…felizmente mi vieja no se dió cuenta que llegué picado a la jato jajaja…” No se por qué me hizo recordar algunas travesías de antaño. Lentamente regresé
mi atención hacia ella que terminaba de hablar.

Rocío: “Y encima de todo la monga de mi amiga me dice que le gusta el ex de su prima. ¿Puedes creer eso?”
Carlos: “Mira que loco”

En eso llega el mozo con los tacos. Los acomoda lentamente bajo nuestras babas y desliza los surtidos al centro de la mesa. El humeante olor nos capturó. Ella tomó sus cubiertos como si fueran dos bisturís. Yo apenas tuve tiempo para respirar antes de que el primer bocado sea devorado por unas fauces que desconocía.

Rocío: “En verdad tenía hambre. ¡Y además está muy bueno!”

Y se zambulló nuevamente en sus devaneos gastronómicos.

Yo empecé a masticar lentamente. La verdad aunque sí quería comer hubiese preferído un ají de gallina o un grasiento y bien condimentado pollo a la brasa con su respectiva Inca Kola helada. Pero heme aquí digiriendo un saludable y natural taco vegetariano al lado de un no menos natural jugo surtido. Mientras me concentraba en saborear lo que me parecía un pan francés sin matequilla ví una silueta en la ventana que daba a la calle. Sabía perfectamente de qué se trataba o al menos lo intuía. Un metro setenta, noventa sesenta noventa, una hermosa cabellera rubia y unos ojos fulminantes. Se dirigío hacía la puerta de entrada, viró lentamente y entró. Yo casi sin moverme dirigí con mi tenedor un bocado del taco hacia mi boca. Creo que la abrí un poco más de lo normal.

Rocío (sin dejar de mirar su plato): “¿QUÉ MIRAS?”

Por ejemplo se acepta como una verdad indiscutible en nuestra sociedad que el hombre tiene que pagarlo todo cuando sale con una chica. Era algo que me parecía muy normal hasta hace poco. Encontraba muchas razones para ello, la primera obviamente era que los hombres ganan más que las mujeres. Los hombres por otro lado son los que siempre deben llevar la iniciativa del caso. Y como ellos invitan bueno pues que ellos paguen. Pero qué sucede si es la chica la que gana más que el chico. Esto me hace recordar a un amigo que digamos ganaba en su momento 800 soles. Su enamorada ganaba 1200 y sin embargo el pagaba siempre todas las salidas inclusive cuando su pareja le decía para ir a medias. Me parecía lo más raro del mundo. Cuando le pregunte por qué no aceptaba que su enamorada lo apoye me dijo: “No ps, como le voy a dejar que me pague si yo soy el hombre”. Por dentro pense: “¿Y?” y me reí. No encontraba ningún fundamento sólido más alla de nuestras propias idiosincracias.

Este escenario permite también que surjan seres tipo los chupacabras pero versión femenina que se aprovechan de esta inusitada regla de caballerosidad para drenar lentamente los vasos sanguíneos de sus eventuales víctimas. Pero bueno este tema tal vez sea motivo de otro post.

La idea que quiero revisar ahora es la siguiente: ¿Es bueno templarse? o mejor dicho ¿Es bueno dejar que tus sentimientos te lleven a donde quieran llevarte?. Lo digo en el sentido más noble posible. Entiendo perfectamente que templarse de alguien es algo muy agradable, muy rico, muy embriagante. Que el hecho de perder completamente la cabeza por alguien al punto de no saber lo que se esta haciendo o permitir cosas que nunca pensabamos que ibamos a permitir es algo que muchos anhelan y buscan con tesón. No los culpo. Para quien ha estado templado la sensación es muy especial. El sentido de bienestar que lo rodea puede hacer que minimice muchas situaciones inclusive peligrosas. Y ese más o menos es el punto al que quería llegar. Si templarnos nos lleva a abandonar nuestra identidad, a permitir situaciones que objetivamente no deseamos, a dejar de lado amigos, cursos en el colegio o en la universidad, a nuestros padres, pienso que algo esta andando mal. No critíco el amor apasionado, pero discrepo del amor acéfalo, de un amor que no sabe en que dirección va y que va caminando de tumbo en tumbo.

Como comenté alguna vez templarse es muy arriegado. Uno entra en una situación de debilidad emocional que te deja muy vulnerable, muy sensible al entorno. Y es entonces que tu pareja se puede aprovechar de esta circunstancia, de su poder o dominio sobre tí para utilizarte. Lamentablemente es difícil que esto no ocurra especialmente en nuestros tiempos donde las relaciones de pareja estan muy marcadas por el dominio y el placer.

Debo reconocer que el punto extremo o sea no templarse, es un situación inhumana. El estar enamorado es como el combustible de la relación pero insisto, pienso que no debemos llenarnos tanto de ese combustible que corramos el peligro de arder. Ama con el corazón pero piensa con la cabeza. O como dicen todo en su justa medida.

RG