CLASIFICANDO EL CANCER: Los avances recientes para mejor tratamiento del malestar

Estimados blogueros:

A continuación posteo unas reflexiones -como siempre interesantes- del doctor Elmer Huerta. Éstas se refieren al cancer y fueron publicadas en el Diario El Comercio el 11.08.2014, bajo el título “¿Por qué entre cánceres iguales uno es más agresivo que otro?”.

Por: ELMER HUERTA

En los tiempos antiguos, los enfermos con cáncer llegaban a los hospitales en un estado avanzado de la enfermedad, con tumores que les habían crecido en alguna parte del cuerpo y, por tanto, los diagnósticos que hacían los doctores eran relativamente “sencillos”. Simplemente, miraban al enfermo y decían que tenía cáncer de seno, de pulmón, de la piel, de hígado, etc. Es decir, solo necesitaban sus ojos y sus manos.

Fue recién a mediados del siglo XIX cuando el profesor Rudolf Virchow en Alemania tuvo la curiosidad de examinar el tejido de los tumores con el microscopio, un aparato inventado a fines del siglo XVII.

Lo que vio en los tejidos cancerosos permitió a Virchow sentar las bases del sistema de clasificación del cáncer que hasta ahora usamos los médicos: la clasificación del cáncer de acuerdo con el tejido y el órgano que lo originan. De ese modo, empezó entonces la manera más fácil, y más lógica, de clasificar al cáncer: de acuerdo con el órgano o la región en que nacía.

Al igual que los antiguos, se empezó a hablar del cáncer de seno, de la próstata, del cerebro, de la piel, de la vejiga, de hígado, etc., con la diferencia de que ahora ya teníamos clasificación histológica (o sea de microscopio).

DISTINTO PRONÓSTICO

Con ese modelo, se han clasificado hasta ahora más de 200 tipos de cáncer, todos diferentes entre ellos. Esa clasificación hizo que se diseñasen tratamientos dirigidos al cáncer del órgano, que es lo que usamos en la actualidad.

Pero había un pequeño problema, la observación mostraba que un mismo tipo de cáncer producía diferente efecto en la sobrevida de los enfermos.

Por ejemplo, había señoras que tenían cáncer de seno, eran operadas y vivían por 30 o 40 años más sin mostrar que su cáncer de seno les regresara jamás y se morían de viejitas de cualquier otra enfermedad.

Mientras que otras mujeres, también con cáncer de mama, morían en pocos meses con un cáncer muy agresivo.

Esa diferencia se hizo más evidente cuando empezaron los tratamientos con quimioterapia: algunos cánceres de mama respondían maravillosamente bien, mientras que otros casi no respondían al tratamiento.

¿De qué dependía esa diferencia? ¿Por qué un mismo tipo de cáncer visto al microscopio mostraba tan diferente comportamiento biológico? ¿Por qué algunos cánceres que, según el microscopio, eran idénticos se comportaban algunos como bravos perros doberman, mientras que otros eran mansos chihuahuas?

Los modernos estudios del genoma humano nos dan la respuesta a esas preguntas al identificar las llamadas firmas genéticas del cáncer; es decir, las características genéticas particulares de un tipo de tumor.

En la primera investigación de su tipo, publicada el 7 de agosto en la revista “Cell”, científicos del proyecto Atlas del Genoma del Cáncer han descubierto que lo que vemos en el microscopio puede ser diferente de lo que muestran los tumores en sus firmas genéticas y concluyen que uno de cada diez tumores tendría que ser reclasificado y que es posible que con las nuevas tecnologías hasta el 50% de los cánceres tendría que ser reclasificado en el futuro.

Después de estudiar con seis plataformas tecnológicas el ADN y el ARN de más de 3.500 muestras de tumores pertenecientes a 12 tipos microscópicos de cáncer, los autores encontraron que en solo cinco había correspondencia entre lo que decía el microscopio y lo que decían las firmas genéticas. En los demás, había contradicciones; es decir, el microscopio decía, por ejemplo, que había un cáncer de vejiga, pero la firma genética era la de un cáncer de pulmón.

Los investigadores enfatizan que en su estudio el cáncer de vejiga y de seno mostraron las contradicciones más notorias. Encontraron, por ejemplo, que una muestra que, según el microscopio, era cáncer de vejiga tenía en realidad la firma genética de un cáncer glandular de pulmón o de piel. Ese detalle, dicen los autores, explicaría por qué los cánceres de vejiga responden tan diferentemente a los tratamientos actuales.

En tanto, el cáncer de mama tiene dos firmas genéticas tan diferentes como el día y la noche: el luminal y el basal. El luminal tiene firma genética de cáncer de seno y responde maravillosamente bien al tratamiento; mientras que la firma genética del cáncer basal, llamado también triple negativo, no es de cáncer de seno, sino de ovario y de cáncer de células escamosas de pulmón o de boca y garganta. Nuevamente eso explicaría por qué este tipo de cáncer responde muy poco a los tratamientos usados para el cáncer de seno.

En resumen, se ve que no importa de qué órgano nazca el cáncer, lo que realmente importaría es la firma genética del tumor, firmas que son comunes para cánceres que nacen en diferentes órganos.

Estos nuevos conocimientos abren extraordinarias posibilidades para el desarrollo de un nuevo sistema de clasificación del cáncer, pues en vez de seguir con el viejo y tradicional modelo de clasificar al cáncer de acuerdo con el órgano en el que nace, el futuro clasificará al cáncer de acuerdo con las firmas genéticas de su genoma.

Una comparación algo tosca, pero que puede ayudar a entender este nuevo paradigma sería como decir que hasta ahora nos hemos estado preocupando del “color de la tela del cáncer” y la hemos clasificado en telas rojas, verdes, azules o amarillas. Lo que estas nuevas investigaciones nos dicen es que más importante que el color de la tela del cáncer es el tipo de material del que está hecho la tela: de lana, de lanilla, de poliéster, de seda o de lino.

En otras palabras, más importante que saber si una tela es roja, amarilla, verde o azul, será saber de qué material está hecha la tela.

El conocer las firmas genéticas del tumor permitirá que, en vez de tratar un cáncer por el órgano que lo origina, se lo trate por la firma genética que presenta.

De tal modo que cuando en el futuro el paciente le pregunte a su médico por qué el tratamiento que recibe para su cáncer de pulmón es el mismo que recibe su amiga para el tratamiento del cáncer de ovario, el doctor le dirá que lo que está tratando es la firma genética del tumor y no el cáncer del órgano, es decir está tratando el tipo de tela, no el color de esta.

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Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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