UNA VIDA CON MAESTROS Y DISCÍPULOS

Estimados blogueros:

A raíz de una anecdota originada en Facebook, se me ocurrió dar vueltas sobre la relación maestro/discipulo y me animé a escribir unas líneas. Van a continuación.

Por: Luis Durán Rojo

Percibo que más personas han empezado a decirme “¡Maestro!”, supongo como signo de respeto y cariño, y cuando hubo oportunidad les he dicho bromeando que ojalá lo fuera realmente. Hace poco colgué un post en el Facebook alegrándome por las buenas noticias que me enteraba: “En días como hoy, noticias sobre éxitos de viejos discípulos alegran y calientan el corazón!!!!”.

He tenido variadas reacciones sobre el post, de quienes se han alegrado mucho por las personas que estarían detrás del posteo, otros queriendo indagar de quienes se trata, pero varios haciéndome notar la supuesta inconsistencia que hay en mi pensamiento, de por un lado andar siempre rechazando que me digan “Maestro” y hablar ahora de “Discípulos”.

Bien, me puse a pensar en eso en estos días, para escarbar el entendimiento que tengo de las dos palabras Maestro/Discípulo, y de su interrelación de un modo más general al religioso/bíblico.

Debo empezar señalando que yo he tenido y tengo “Maestros” de vida, que han acompañado –queriéndolo o sin querer- mis decisiones y situaciones a lo largo de mucho tiempo de mi vida. Siempre he sentido que la relación con ellos es en lo fundamental una basada en sentimientos de admiración pero también de acompañamiento por la vida, pero además de inspiración y seguimiento. Cuando alguno de ellos se fue yendo de esta vida (como don Armando Zolezzi o el Doc. Luis Aparicio) uno se fue quedando en algún sentido más sólo pero a la vez más acompañado por su legado y por intentar someter a ejercicio lo que uno fue aprendiendo del ejemplo de ellos.

Que no se entienda mal, creo que la relación Maestro/Discípulo tiene un toque emocional y espiritual profundo, pero es siempre de doble vía, ambos se nutren y ambos crecen juntos. En otras palabras, creo que a diferencia de cómo se ha vivido (o puede entenderse) en mucho de la cultura occidental, la relación no puede concebirse en términos autoritarios, esto es una relación de alguien que es más y aporta, y otro que es menos y recibe. Menos en los términos en que se vivió en muchas escuelas de Derecho, Psicoanálisis o Sociología, donde el pretendido “Discípulo” tenía a su “Maestro” como alguien infalible a quien se le debía fidelidad personal y, por lo tanto, la mejor actuación consistía en defenderle hasta lo imposible. Hubo, en la historia reciente, casos sonados de “Discípulos” cuyo “Maestro” cambiaba de opinión, y el aprendiz lo hacía también para seguir en la lógica de la fidelidad.

Yo entiendo que uno es discípulo de aquellos que estima y que tienen algo que aportarle a la vida, por eso les pide consejo y apoyo, o incluso ayuda emocional fraterna cuando se necesita. Es un acercamiento decidido y desinteresado a la vez. El discípulo, así, busca al maestro quien finalmente lo acoge.

El maestro, no es alguien “superior” pero capaz sí que ha andado más en la vida y puede –y está dispuesto- a ver las cosas de una perspectiva especial, que puede insuflarle a la vida de uno de un sentido que la razón propia no había encontrado.

En esa relación, el supuesto maestro acaba también aprendiendo de lo que hace el supuesto discípulo, se nutre de sus experiencias y de los caminos que enrumba, lo que finalmente redunda también en su propio desarrollo y andar de vida.

En suma, una relación, por decirlo así, mutua.

El discípulo no tiene necesariamente que hacer lo que el maestro le diga, pero sí que toma en cuenta su opinión para asumir siempre la mejor decisión posible.

El maestro sigue la carrera de sus discípulos, celebra sus triunfos, a veces en el discreto silencio. También siente sus caídas como propias, y pone su hombro sin dudarlo.

Posiblemente por la historia autoritaria de la relación maestro/discípulo, hemos hoy sustituido la terminología por tutor/tutoriado o el más reciente mentor/mentoriado.

Estimo que el cambio, por búsqueda democrática, ha traído consigo lamentablemente un tufillo de oportunismo, eficiencia económica y poca gratuidad, que se ha desdibujado mucho los sentidos positivos que tiene usar las palabras maestro/discípulo.

Por esa razón uno siempre tenía pocos maestros y, a la vez, porque conoció la relación tan profunda, se animó a tener pocos discípulos.

Yo haría votos para que podamos identificar e incrementar nuestros maestros y discípulos de vida. Sería un círculo virtuoso de gratitud.

Puntuación: 5.00 / Votos: 4

Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

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