Estimados blogueros:
Visto que este fin de semana son los finales de la Copa del Mundo de Futbol de 2014, posteo este interesante artículo publicado en el Diario El Comercio (30.06.2014), bajo el título “¿Qué hay detrás de las mordeduras de Luis Suárez a sus rivales?”. En él se analiza las implicancias psicológicas y sanitarias de la famosa “mordedura”, que dejó fuera a Luis Suarez y creo a la selección Uruguaya.
El autor es el medico peruano Elmer Huerta, cuyas opiniones yo valoro mucho por actuales, inteligentes, ponderas y con connotación científica. Además, por lo que he podido escucharle, parece una buena persona, interesada en hacer el bien.
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Por: Elmer Huerta
Los mamíferos muerden. Se trata de un acto primitivo de defensa que en el ser humano desaparece durante la primera infancia. En adultos, el morder demuestra una elevada frustración que debe ser tratada. Además, las mordidas exponen a la persona agredida a sufrir infecciones.
En el desarrollo de mi segunda carrera, la de educador médico, he tratado siempre de aprovechar de las noticias que tienen que ver con la salud y que, por alguna razón, ocupan las primeras planas en los medios de comunicación.
Pienso que cuando la atención del público se centra en un asunto de salud, se presenta la oportunidad de explicarlo desde el punto de vista científico, tanto para fijar conceptos como para ayudar a las muchas personas que puedan estar pasando por el mismo problema.
Ese es el asunto con la reciente mordida que le propinó el futbolista uruguayo Luis Suárez a su colega italiano Giorgio Chiellini en la Copa del Mundo Brasil 2014.
Ese suceso ha originado millones de bromas en el mundo y todos hablan de eso, ¿pero qué se sabe acerca de las mordeduras humanas? ¿Por qué muerden los seres humanos? ¿Qué complicaciones ocasionan las mordeduras humanas? Veamos.
Morder es un acto animal por excelencia, se conoce que todos los mamíferos muerden y algunos lo hacen durante las relaciones sexuales. Se sabe que los primates, por ejemplo, son fieros mordedores.
Al ser mamíferos, los seres humanos tienen entonces el acto de morder como una de las características básicas de su primitivo repertorio de defensa y ataque. Es más, se sabe que el acto de morder en la primera infancia es muy común y se considera que más de la mitad de los niños menores de 3 años muerden en algún momento de su vida.
Esa esa edad que, en su proceso de maduración y “civilización”, los niños aprenden que el morder a una persona es un acto de mala conducta muy grave y no solo dejan de hacerlo, sino que quedan condicionados a rechazar para siempre como “muy negativo” todo acto de mordedura humana.
En esa etapa de la vida del niño mordedor, los que más sufren son los padres, tanto del mordedor como del mordido, y esto debido a que las mordeduras humanas causan siempre un fuerte rechazo emocional. Hay algo sobre la naturaleza del morder que hace que los familiares del mordedor, si este es un niño, se sientan avergonzados de lo que ha pasado, y los familiares del mordido sientan rabia y pidan un castigo severo para el mordedor, a quien muchas veces igualan a un animal.
Este asunto de morder sucede muy frecuentemente en las guarderías o nidos y es entonces un motivo de consulta muy común a los psicólogos infantiles, quienes explican que los niños pequeños muerden porque, al no haber desarrollado aún el lenguaje, expresan de esa manera sus emociones. Al morder demuestran su cólera, su frustración, su necesidad de controlar una situación negativa para ellos o su afán de llamar la atención.
CORREGIR AL NIÑO MORDEDOR
De acuerdo con la Asociación Psicológica Norteamericana, hay muy poca investigación con respecto a las mordeduras humanas en la infancia debido a que es muy difícil estudiarlas de manera controlada en un laboratorio, por lo que su tratamiento se basa en técnicas generales de cambios de comportamiento en los niños.
Al respecto, y sabiendo que el morder puede ser una etapa normal del desarrollo infantil, lo primero que se recomienda a los padres o cuidadores de un niño mordedor es que actúen con calma, pero con rapidez. Recordemos que estamos hablando de niños pequeños, de 1 o 2 años, en quienes el lenguaje no está aún bien desarrollado, ni para entender lo que se les dice ni para que ellos se expresen.
Lo primero que se aconseja es apartar al mordedor y llevarlo a una habitación separada donde debe “enfriarse” la situación por uno o dos minutos (los psicólogos recomiendan un minuto por cada año de edad). Ya “enfriada” la situación, el adulto debe hablarle calmadamente y en “lenguaje telegráfico” al niño, diciéndole por ejemplo: “Se te ve molesto Carlitos… cuando un niño está molesto no está bien que muerda…”. Lo que el adulto debe evitar es gritar o castigar al niño por lo que ha hecho. A esa edad, los niños deben desarrollar la conciencia de asociar sus sentimientos con sus acciones y las consecuencias de esas acciones. El castigo, los gritos o la vieja creencia de que el adulto debe morder al niño para que “sienta lo que se siente al ser mordido” solo hacen que el niño piense que la violencia origina más violencia. Ese no es un mensaje adecuado, ni a esa ni a ninguna edad.
El problema es más grave cuando el niño sigue mordiendo después de los 3 años. En estas condiciones, los padres deben buscar ayuda inmediata con un psiquiatra o psicólogo infantil y no deben pensar que esa conducta “ya le pasará”, porque puede suceder lo que con sorpresa hemos visto la semana pasada en la Copa Mundial: un adulto frustrado mordiendo a un rival en un partido de fútbol. Lo más grave es que es la tercera vez que este frustrado futbolista lo hace en público, ya había mordido a un rival en Holanda y a otro en Inglaterra.
La siguiente pregunta es entonces: ¿Por qué muerde un adulto? La verdad, no hay una sola respuesta a esa pregunta. Se piensa que muchos adultos mordedores no han logrado superar la fase infantil de su desarrollo y usan todavía, como lo hacían antes de los 3 años, los mordiscos para expresar su frustración y rabia. Esa reacción es de la misma categoría que la de aquellos que resuelven a balazos sus diferencias. Por otro lado, el acto de morder puede ser una característica relativamente frecuente en algunos niños con autismo y en personas con trastornos cerebrales de tipo convulsivo, en cuyo caso es una condición muy difícil, sino imposible de tratar.
Para finalizar, es importante recordar que las mordeduras humanas constituyen verdaderas emergencias para su tratamiento. Esto es porque la posibilidad de una grave infección en la zona mordida es mucho mayor que si la mordedura haya sido producida por un perro, un gato u otro animal. La razón es que las bacterias que viven en la boca humana, sobre todo las llamadas bacterias anaeróbicas (que viven sin oxígeno), pueden causar graves infecciones en las zonas mordidas. Se calcula que cada mililitro de material de la boca humana contiene aproximadamente 100 millones de bacterias de 190 especies diferentes. Además de un agresivo lavado de la herida con agua, jabón y cepillo, algunas veces los cirujanos cortan los bordes de la herida (debridación) para evitar esas graves infecciones. El uso de antibióticos es mandatorio.
Nunca olvidaré aquella mujer que atendí en la antigua asistencia pública de la avenida Grau. Había peleado con su novio y en la última cita que tuvieron, él le pidió “el último beso”. Ella se lo dio y él le mordió la lengua y se la partió en dos. Ese fue mi primer contacto con un caso de severa mordedura humana.
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