Por: Alfredo Barnechea (23.11.2008)
Cuando se formó la APEC, hacía cuarenta años que se discutía si había un declive americano.
La primera vez que comenzó a mencionarse el tema fue en los cincuenta, cuando los soviéticos lanzaron el Sputnik y tomaron, o parecieron tomar, la delantera en la carrera espacial. Eso, pese a que Estados Unidos estaba en una década de expansión bajo Eisenhower.
Volvió a plantearse con la derrota de Vietnam, que abrió una herida profunda en la psique norteamericana. La nación más poderosa del mundo no podía doblegar la insurrección en un pequeño país asiático.
Con la emergencia económica de Chindia, se ha hecho un lugar común señalar el desplazamiento del mundo al Este. El Pacífico sería la gran
plataforma del diálogo de civilizaciones.
Los números lo indicarían: 55 por ciento del producto mundial, y por lo menos la mitad del comercio, se generan en ese espacio. La alianza
atlántica, sin embargo, representa también un 54 por ciento de ese producto. En ambos casos, el pivote esencial lo constituyen los Estados Unidos, que representa aproximadamente una cuarta parte de la riqueza global.
En medio de la crisis, originada precisamente en los Estados Unidos, ¿hacia dónde fuga el dinero del mundo? Curiosamente a los propios Estados Unidos, y al refugio de los bonos de su Tesoro. Asimismo, ¿dónde se dirige a estudiar la elite china, o asiática en general? A las universidades norteamericanas. Según el ranking de universidades hecho por la universidad de Shangai, 17 de las 20 mejores universidades del mundo están, o siguen estando, en los Estados Unidos. El faro económico y científico del mundo siguen siendo los Estados Unidos.
Con todo y aunque carezca de los instrumentos de coordinación, económicos y militares, logrados desde la segunda postguerra por el conglomerado atlántico—, el foro de cooperación económica del Asia-Pacífico constituye una inmensa plataforma de intercambios, una extraordinaria ventana a la globalización.
¿Es ésta irreversible? Hace unos años, Harold James publicó un libro que parece ahora profético: El fin de la globalización. Lecciones de la Gran Depresión. Allí se señalaba la profunda internacionalización del mundo en el primer cuarto del siglo XX. La crisis de 1929 se trajo abajo esa globalización precedente, y el proteccionismo contagió una por una a todas las economías. Esa caída en los intercambios fue paralela a la desestabilización social y política de Europa, que a la postre condujeron a la Segunda Guerra Mundial. Es por tanto relevante que en esta cita de la APEC, sus miembros se hayan pronunciado en contra del proteccionismo.
Mientras observaba los eventos de esta reunión, dos hechos ocurrieron.
El primero: un carguero saudita con más de dos millones de barriles de petróleo, aquellos que no pueden pasar por los Canales de Suez o Panamá, fue capturado en aguas internacionales por piratas de Somalia, el país que encabeza el ranking de Estados fracasados. Un Estado fracasado o fallido tiene algunas de estas características: pérdida de control físico de parte de su territorio, pérdida del monopolio del uso legítimo de la fuerza, incapacidad para proveer a sus ciudadanos de servicios públicos.
El segundo: Daewoo Logistics alquiló a Madagascar, por 99 años (el tiempo de un protectorado), 1.3 millones de hectáreas, la mitad de la tierra arable de esa isla. Según la propia Daewoo, no pagará nada sino que proveerá empleo e infraestructura. Madagascar tiene un per cápita de menos de 400 dólares. Esta es otra forma de Estado fallido: no poder proveer de empleo a sus ciudadanos y tener que hacer outsourcing para ello.
Los tigres económicos conviven con los Estados fallidos. La globalización con la piratería, el terrorismo internacional, las migraciones, la miseria.
Salvo Haití, América Latina no tiene en rigor Estados fallidos. Pero muchos países tienen, sobre todo en términos económicos y sociales, regiones fallidas. Están fracturados. Bolivia es un caso emblemático de un país cortado en dos, en el último medio siglo, entre los llanos emergentes y el occidente histórico. En el caso del Perú, el Sur andino es esa región rezagada. Huancavelica provee buena parte de la energía hídrica del país, pero 67 por ciento de sus habitantes no tiene luz.
Por tanto, en países como los nuestros los gobiernos tienen una tarea dual, y generalmente contradictoria. Por un lado conectarse al mundo, por ejemplo a través de TLCs. Por el otro cerrar las brechas internas. La única manera de dar continuidad a lo primero es cerrar las segundas.
La crisis internacional exige en todas partes políticas contracíclicas. El Perú tiene los recursos fiscales y monetarios para realizarlas, y desarrollar por ejemplo inversión pública en infraestructura. Es la oportunidad para dirigir esa inversión a las zonas rezagadas.
El gobierno actual jugó todas sus cartas en el eje dominante de la globalización. La tarea del próximo gobierno será el TLC para adentro, según la acertada fórmula que usó Hernando de Soto. Porque la tarea histórica de nuestra generación es llegar al bicentenario de la República, el 2021, con las brechas entre los varios Perú cerradas para siempre.
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