SOBRE LA NOCIÓN DEL DESARROLLO HUMANO

La noción de desarrollo surge en la modernidad, como consecuencia de una nueva manera de entender el mundo partiendo de conceptuar la vida a partir de parámetros históricos y temporales. En buena cuenta, el hombre asume racionalmente su situación de temporalidad y, por lo tanto, le da contenido histórico a su permanencia en este mundo.
En ese esquema, se origina una primera noción de desarrollo conforme a la cual este se produce cuando hay una mejora sustantiva de las capacidades para afrontar la propia vida. Esta noción, fue muy pronto dejada de lado en razón al carácter mecanicista que se le imprimió al enfoque historicista moderno. Así, se fue desarrollando una lógica denominada posteriormente como “capitalista”, que tomando en cuenta los avances del positivismo (que decretó la idea de que el hombre requiere conquistar y gobernar la naturaleza, transformándola para su propio beneficio y utilización), incremento la noción de acumulación como obtención de recursos para la satisfacción de necesidades humanas.
Curiosamente, en el caso de América Latina, en los años sesenta y setenta del siglo XX, los sectores progresistas generaron una noción sobre el desarrollo desde el aspecto económico, según la cual su logro era un asunto tecnocrático y de planificación, que no suponía un cambio sustantivo en la existencia humana, la estructura de clases o el poder. Esta noción “desarrollista” suponía medir el grado de desarrollo de un país “en vías de desarrollo” comparando su producto real o su renta per cápita con los de un país considerado entre aquellos que han logrado un alto nivel de desarrollo. Así, el desarrollo era ante todo un aumento de la riqueza o, a lo sumo, una elevación de los niveles de bienestar.
Como se puede ver, los enfoques sobre el desarrollo se plantearon como el crecimiento del producto interno bruto, el incremento de los ingresos personales, los niveles de industrialización, el avance tecnológico, o con la modernización social (en América Latina). En todos estos esquemas, el desarrollo vendría a ser la evolución cuantitativa de la situación de las personas, de manera que éstas mantengan mayores recursos que le permitan satisfacer sus necesidades.
Justamente en este período es que se desarrolla la noción de “capital humano” (construida abundantemente por Gary Becker a partir de 1964), que se define como el conjunto de las capacidades productivas que un individuo adquiere por acumulación de conocimientos generales o específicos. El conocimiento no se mide más que por su contribución monetaria y no porque pueda aportar a un proceso de acumulación y de conocimiento más allá del ámbito económico. La teoría del capital humano niega, así, el carácter colectivo del proceso de acumulación de conocimiento, haciendo del individuo un ser que maximiza sus rentas futuras optando por trabajar y formarse.
Dicha noción fue un elemento clave en el progreso humano durante el siglo XX, permitiendo avances significativos de las libertades y la conquista de importantes logros de crecimiento y bienestar en las naciones más desarrolladas. No obstante, su centralización en el aspecto económico origino que se ignoraran sistemáticos recortes a la idea de libertad humana, que según Amartya Sen, debe ser el eje central del concepto de desarrollo por dos razones: (i) la evaluación del desarrollo tiene que ser hecha en términos de sí la libertad que la gente tiene es optimizada; y (ii) el éxito del desarrollo finalmente depende de la capacidad de la gente de actuar libremente.
En ese sentido, para Sen, la relación entre las libertades individuales y los logros del desarrollo social debe ir más allá de su vínculo visible, de modo que la libertad humana depende de otros elementos determinantes como las instituciones sociales y políticas. En ese sentido, el énfasis debe variar de ver la acumulación de capital en términos físicos, a un proceso en el que la productividad cualitativa de los seres humanos sea una parte integral de este proceso.
Así, el nuevo enfoque debe ser el de las capacidades humanas, conforme al cual se mide las oportunidades reales de un individuo para alcanzar sus objetivos. El conjunto de capacidades son las libertades que disfrutan los individuos; esto es, el conjunto de alternativas de donde el individuo puede escoger para vivir una vida de mejor calidad, de modo que el rol del crecimiento económico en expandir estas oportunidades tiene que ser integrado en las bases del marco conceptual del proceso de desarrollo como la expansión de las capacidades humanas para vivir vidas más significativas y más libres.
Así, el proceso de desarrollo se redimensiona, de manera que adquiere nuevos alcances. Ya no puede entenderse como crecimiento en acumulación de capital sino como la obtención de capacidades para enfrentar la propia vida y, por lo tanto, decidir el proyecto propio. De esta manera el desarrollo implicará la prolongación de la vida no solamente en lo que respecta a hacerla lo más larga posible sino también respecto a la elevación de su calidad, de manera de hacerla más completa en todos los sentidos posibles. Entonces, el nuevo significado de lo que es vivir no se basa en lo que la gente tiene sino en lo que la gente es y hace.
En ese sentido, desde mi perspectiva personal, se podrá entender por desarrollo a aquel estado social que permite que cada ciudadano en particular se encuentre en capacidad de decidir –con una libertad razonable- el proyecto de vida que debe seguir, para lo cual el conjunto social le habrá provisto de capacidades mínimas que le permita encarar claramente ese proyecto de vida.
Como se puede ver, mi noción de desarrollo se centra en el SER HUMANO, de modo que se pueda encontrar una forma de vida diferente y mejor, fortaleciendo las capacidades necesarias para construir una sociedad de ciudadanos. En tal sentido, debe promoverse la igualdad inclusiva de oportunidades para todos, lo que implica garantizar una igualdad de condiciones básicas para el desarrollo personal que garantice a absolutamente todos la satisfacción de cuanto menos las necesidades mínimas (materiales y espirituales), lo que incluye asegurar que las generaciones actuales hagan un uso consciente y eficiente de los recursos, de modo que se asegure las óptimas condiciones de vida presente sin menoscabar las óptimas condiciones de vida de las generaciones futuras. Estas óptimas condiciones de vida implican la convivencia con la máxima biodiversidad posible.

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Acerca del autor

Luis Alberto Duran Rojo

Abogado por la PUCP. Profesor Asociado del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Director de ANALISIS TRIBUTARIO. Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la PUCP. Candidato a Doctor en Derecho Tributario Europeo por la Universidad Castilla-La Mancha de España (UCLM). Con estudios de Maestria en Derecho Constitucional por la PUCP, de Postgrado en Derecho Tributario por la PUCP, UCLM y Universidad Austral de Argentina. Miembro de la Asociación Peruana de Derecho Constitucional, del Instituto Peruano de Investigación y Desarrollo Tributario (IPIDET) y la Asoción Fiscal Internacional (IFA).

1 Comentario

CHRISTIAN

ES MUY BUENA IFORMACION Y PUES SUGUIERO K LO ESTEN ACTUALZANDO CONSTANTEMENTE

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