Los tres principales dioses andinos: Huari, Pachacamac y Con. Qué tipo de culto fueron y cuál es su procedencia

Introducción

Huari, Pachacamac y Con son los tres dioses andinos principales de la época preinca en el Perú. Sin embargo, ¿qué nos pueden decir sobre culturas que no podemos estudiar a través de la escritura? En este informe, revisaremos estas tres deidades, sus nombres y cómo se vinculan a las culturas de las que provienen. Por la amplia información sobre este tema, esta será una nota en varias entregas.

Archivo:Idolos de los ingas.jpg - Wikipedia, la enciclopedia libre

Resumen

-La onomástica o estudio de los nombres nos permite conocer sobre culturas antiguas que no han dejado escritura.

-En este caso en particular, la pesquisa etimológica se remonta a dos mil años antes de nuestro tiempo y advierte dos problemas: el fuerte cambio que sufren las palabras, sobre todo en lenguas que no tienen escritura al no tener con ello un modelo de uso a seguir, y la procedencia de términos de lenguas que ya están extintas que no han dejado ni menciones de su existencia en algunos casos.

-Por lo general, en el mundo andino, los nombres de deidades atienden al tipo de culto al que están vinculados. Este puede ser agrícola, climático, atmosférico, acuífero o vinculado a las constelaciones.

-Huari, Pachacamac y Con son las tres divinidades principales surgidas previas al periodo incaico: abarcan un amplio territorio de la zona andina y representaron principios de organización más allá de culturas locales.

-La primera divinidad, Huari, es una divinidad solar y agrícola que parece tener su origen en la zona que cubre el quechua I. Esta es la zona de Áncash y Junín más la zona entre el río Paramonga y el río Huaura.

Cama es un atributo relacionado con el orden y está presente en la divinidad Pachacamac, el dios ordenador por excelencia del panteón andino. Por ello la forma de su nombre, donde Pacha es “mundo”, “tierra” o” tiempo”. Así, cama-, camasca y camaq serían atributos relacionados con el orden. Y la presencia de cama- en Pachacamac responde a que este es un dios con el mismo atributo pero de mayor jerarquía.

Con es una de las deidades más antiguas y su origen es debatido: para Alfredo Torero proviene del norte del Perú y para María Rostorowski tiene su origen en la cultura Nazca. Se vincula también con desastres naturales y con una primera época civilizatoria en el mundo andino. Es uno de los primeros dioses y está relacionado con calendarios estelares.

 

Explicación científica sobre el Wiracocha y Pachacamac - Central de las Escrituras

La onomástica: fuente de información en culturas sin escritura

El estudio de la onomástica, la investigación de los nombres, ya sea de lugares o de personas, es una fuente importante para el estudio de la historia. Esta adquiere una relevancia importante para investigar las culturas americanas que no han dejado información escrita. Por un lado, al estudio de los nombres de los lugares se le conoce como toponimia, y suele describir características de lugar, el clima o la actividad productiva que se desarrolla en dicha zona. Por otro lado, el estudio del nombre de las personas por lo general describe la cultura de la que proviene o propiedades atribuidas.

Un ejemplo de esto es el análisis del nombre de Lima, la capital de Perú. El nombre <Lima>, según el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino, proviene del quechua <Rímaq> que significa “el que dice” y hace referencia al oráculo de dicho territorio. Este oráculo era un culto de amplia importancia en la zona dirigido hacia era un piedra ceremonial ubicada en una huaca en el actual Barrios Altos. Esto contraviene a lo que se cree popularmente donde se atribuye el nombre al río Rímac, también conocido como “río hablador”. La situación, según las investigaciones, resuelve que el oráculo de la el nombre al río y no al revés.

Este término sufrió un cambio en la consonante inicial por influencia del aimara. Este fenómeno es regular en todas las zonas donde el aimara se instaló y afecta a las consonantes vibrantes del quechua de manera regular convirtiéndolas en /l/. Es decir, de /r/ a /l/.

A esto se le suma la pérdida de la consonante final por las prácticas articulatorias españolas. Estos últimos rechazan usualmente las consonantes al final de palabra como en Lunahuaná que era originalmente “lunahuanac”. Acá también se advierte el paso de “r” a “l” en el segmento inicial.

En resumen, en este territorio, primero hubo grupos aimaras, luego quechuas y, por último, los conquistadores españoles. Revisado esto, describiremos primero cómo era el panorama para los primeros pobladores del Ande: el contexto en el que surge el culto a los dioses.

Cómo era el mundo antes de la aparición de estas divinidades

Los investigadores Alfredo Torero, Luis Lumbreras entre otros, atribuyen de manera unánime la diversidad lingüística en los Andes centrales a un conjunto de procesos poblacionales y de producción. Estos se reducen a tres principios en la primera etapa de poblamiento de este territorio.

  1. Penetración de grupos humanos en América con una antigüedad de 20 mil años a.C y hace 13 mil a.C en América del Sur.
  2. Una gran cantidad de oleadas posteriores y de desplazamientos de grupos que ya usaban lenguas distintas.
  3. Amplia variedad geográfica del territorio en el que se dispersaron.

Estos investigadores asumen que esta primera oleada poblacional se fragmentó incluso más por el aislamiento producido por la variedad geográfica. Es decir, hubo una gran primera ola migratoria y la misma procedió a establecerse luego de segmentarse del primer grupo. En esta etapa inicial, los recursos fueron abundantes en la costa y en la selva y en menor medida en la sierra. Estas condiciones son propicias para el inicio del proceso de sedentarización y el inicio del neolítico, y dejar atrás una etapa de nomadismo y seminomadismo. Es decir, pasaron a establecerse y mejorar sus herramientas de piedra.

Ya para el neolítico, la segunda etapa de la edad de piedra, que inició aproximadamente hace 10 mil años a. C, y en años posteriores, existieron dos momentos en el desarrollo de la civilización andina primigenia que explican un poco su dispersión social y variedad lingüística:

-Un primer momento de sedentarismo y desarrollo local de comunidades aisladas.

-Un segundo momento con un proceso de intercambio intensivo mediado, al parecer, por la utilización de una lengua de comercio en común.

Este contexto dio lugar al surgimiento de cultos locales, basados en la buena utilización del espacio y sus características. Por ejemplo, un río o un lago, o la lluvia y sus atributos pasan a ser motivos de adoración. Asimismo, el fortalecimiento de producción local dio lugar al intercambio, no solo de productos, sino de cultura y de los cultos. Ambos aspectos fueron aumentando paulatinamente la densidad de redes de comunicación entre estos pueblos incipientes.

Por qué es relevante estudiar a estos tres dioses andino

Si bien conocer los aspectos centrales de las culturas andinas previas a la llegada de los españoles nos permite comprender muchos aspectos que marcaron el desarrollo del Perú luego de la Conquista, existen aspectos puntuales que se extraen del estudio de las divinidades primigenias. Acá comentaremos tres: la naturaleza de las primeras organizaciones locales en el territorio andino; revelan también la importancia de ciertos valores dentro del mundo andino, diferentes en muchos aspectos al mundo occidental relacionado al culto de elementos y divinidades y, por último, la utilización de tecnologías y sistemas de producción para el aprovechamiento de la tierra a gran escala. En primer lugar, el estudio de las divinidades más importantes de este periodo nos permite reconocer cuáles son cultos locales, de caseríos y pueblos, y cultos regionales de mayor alcance. Con esto se empieza a advertir niveles de organización más complejos. En segundo lugar, estos dioses tienen asociados atributos como la luminosidad, la capacidad de construir y la abundancia. Pero también valores como el equilibrio, las relaciones duales y la concepción de un mundo divino constituido de entidades abstractas antes que antropomorfas. Con esto último, quizá se pueda entender un fuerte respeto por la naturaleza como un espacio que todo lo implica. En tercer lugar, el estudio de divinidades antiguas nos revela la importancia de actividades como la siembra y la cosecha, el cultivo del agua y el pastoreo. También nos revela que estas divinidades tienen un fuerte rol organizador. Esta idea es relevante porque nos hace pensar que en el antiguo Perú estas divinidades provienen de su poder para organizar ciclos de tiempo, basado en ciclos naturales. Es decir, son sistemas de medición del tiempo de estaciones para las cosechas. Con el dios Con, este sistema se basa en la observación de constelaciones, con Huari con sistemas solares y con Pachacamac con un sistema que integraría a los otros sistemas menores de medición. Así es posible ver a Pachacama como un centro de información, tanto mística como técnica, para el desarrollo de la producción. Es sobre esta última idea que los incas adquieren poder al respetar los cultos y ciclos temporales de nivel local, pero tomando en cuenta al sol como sistema central de referencia y por lo tanto de tributo.

Características de los dioses andinos

Según Alfredo Torero, uno de los fundadores de la lingüística andina, y Pierre Duviols, investigador de los textos de la Colonia temprana, las divinidades andinas representan atributos y están asociados con elementos. Por ejemplo, la divinidad Huari está vinculada con atributos como el orden y asociado al sol como elemento. En esta línea, también es un culto relacionado con la tierra y la agricultura. Pero, el trasfondo de la mayoría de estas divinidades está vinculada con la manera en que organizan el tiempo para el cultivo, cosechas y las estaciones. Es decir, organizan las estaciones, el paso del tiempo y los tiempos de cosechas con ciclos solar en este caso. Otras deidades lo están con la Luna y otros con las estrellas. Esta situación se hace evidente en la época de los incas donde se recapitulan todas estas deidades y tienen su lugar en el panteón andino como lo atestigua el dibujo de Guamán Poma con el que comienza esta nota.

Sobre el ama quella, ama llulla y ama suwa: un código moral que no es incaico

 Introducción

En la actualidad, muchos consideran que “ama quella, ama llula y ama suwa”, (no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón, respectivamente) son la base del sistema moral de los incas. El mismo es utilizado hoy en día por políticos, profesores y estudiosos; sin embargo, muchas veces no se ha realizado el examen necesario del origen de este código moral. El presente texto busca desentrañar este misterio y dar cuenta de que el mismo está más cerca de los ideales europeos que de los propiamente andinos.

 

 

Resumen

No hay fuentes que documenten que este código moral provenga de épocas del Tawantinsuyo.

-Al parecer, tiene su origen en el denominado “movimiento nacional inca” de 1780, cuando el Perú era un virreinato de España. En esta época, bajo la influencia de los textos del Inca Garcilaso de la Vega y de las ideas provenientes de la Revolución francesa, se estipulan estas como leyes morales vinculadas a la época en torno a la revolución de Túpac Amarú II.

-El primero en documentar estos mandamientos es el militar inglés Guillermo Miller en 1829, en plenas gestas independentistas. El segundo es el investigador italiano Cesare Cantú 1856 y el tercero es el traductor de dramas andinos Gabino Pacheco Zegarra en 1878. Los tres autores registran los tres mandamientos clásicos que han llegado hasta nuestros días.

– El famoso peruanista inglés Clements Markham en 1856 también documenta el código moral, pero con dos variaciones frente a los otros casos: encuentra que son cinco mandamientos y, además, revisa la forma en que están escritas dichas leyes, adecuándolas, de alguna manera, a formas más naturales del quechua.

-Uno de los principales indicios para dudar del origen puramente andino de este código es la estructura gramatical que presenta. En ella es evidente que su formulación no proviene de hablantes nativos de esta lengua andina. Esta es la razón por la que Markham revisa su estructura para acercarla al quechua real, pero falla en este tratamiento.

 

Fuentes escritas sobre el tema

Debemos partir de un hecho central: no existen fuentes tempranas vinculadas al Tawantinsuyo y al mundo andino que hagan mención de estas tres leyes morales. Ninguno de los cronistas tempranos, fuentes consideradas básicas para comprender al mundo andino antes del contacto con el mundo español, toman en cuenta estos tres preceptos. Así lo comenta el arqueólogo Sergio Saenz quien no encuentra mención a este código moral ni en Pedro Cieza de León ni Pedro Pizarro; ni tampoco en los escritos de Felipe Guamán Poma de Ayala y Juan de Santa Cruz Pachacuti. Por esta razón, se debe dudar de su origen andino y, sobre todo, incaico. Con este apunte central, debemos trasladarnos a la época Colonial para identificar su aparición. Para cerrar esta sección podemos decir que no hay vestigios de su concepción y menos de su escritura en esta etapa de la historia.

 

Origen y contexto para su formulación

El arqueólogo John Rowe sugiere que esta fórmula aparece en la época denominada “movimiento nacional inca” en 1780, época cercana al levantamiento de Túpac Amaru II. Este autor encuentra dos fuentes de inspiración para la misma: la visión idílica del incanato heredada de los comentarios reales del Inca Garcilaso De la Vega, y los ideales de la Ilustración y la Revolución francesa. Primero, debemos indicar que “Los comentarios reales” constituyen una  importante fuente de inspiración para los españoles y criollos de aquel entonces. En este texto, un retrato de la historia inca adaptado a la visión europea, encontraban un recurso literario para imaginar un pasado andino utópico. El mismo alimentaba los diversos levantamientos ocurridos a lo largo del siglo XVIII en búsqueda del retorno este tiempo. Acá estaríamos ante un fuerte influjo romántico. Segundo, muchos de estos pensadores estaban influenciados también por las ideas de la Ilustración. No es gratuito que sean tres las leyes de Newton, tres los valores de la Revolución francesa y, además, del supuesto código moral inca. Ahora bien, si la intuición de Rowe parece acertar en relacionar estos elementos para la época de su formulación, no se han podido encontrar, como lo indica el lingüista y profesor de la PUCP Rodolfo Cerrón Palomino, fuentes documentales que den cuenta de manera escrita de este código moral en esta época. Tenemos que esperar algunos años más, ya en el siglo XIX para hacerlo. En resumen, ya acá podemos especular sobre la concepción del trinomio moral, pero no hay aún registro del mismo.

Primeras documentaciones

La primera documentación de estos tres mandamientos andinos tiene lugar en 1829, pocos años después de la independencia, y se la debemos a Guillermo Miller, un militar británico que participó en las gestas independentistas más importantes de nuestro territorio, entre ellas, las batallas de Junín y Ayacucho. Este militar registra en sus escritos el lapso de tiempo que va desde su desembarco en Buenos Aires hasta su retorno a Inglaterra. Estas vivencias tienen lugar entre los años 1817 y 1825. Sin embargo, es su hermano John Miller quien tiempo después organiza esta información en base a sus escritos y memorias. Es en estos textos donde menciona que la educación y la justicia andina se sustentaban en estos tres preceptos. Cerrón Palomino comenta que no es posible asignar la autoría de estas leyes al militar inglés, pero sí reconocer que fue él quien recogió esta información de los soldados y militares que participaron de las diversas batallas independentistas. Al parecer Guillermo Miller consideró este código moral autóctono del mundo andino y lo pasó de fuentes orales a un documento escrito en sus memorias.

El segundo es Cesare Cantú, investigador italiano autor de una Historia Universal de diez tomos en 1856. Aunque la publicación en lengua románica data de 1839, sólo puede encontrarse mención a ella en dicha lengua y no en quechua propiamente. Esta aparece recién veinte años después, gracias a Gabino Pacheco Zegarra en 1878. Este es un reconocido traductor de obras coloniales al francés, donde se rescata su trabajo con el drama Ollantay. Esta es la tercera mención de los preceptos y, además, respeta la tradición de tres mandamientos. El primero fue Guillermo Miller en sus memorias, el segundo Cantú en su historia universal y el tercero Pacheco en un traducción del quechua al francés. La situación varía un poco con el siguiente registro encontrado.

La versión de Markham

En 1856, encontramos estos mandamientos ampliados a cinco y con otra formulación. Esta se la debemos al famoso peruanista Clements Markham. Presentaremos la forma en la que el autor las documenta y luego realizaremos un breve comentario. Según este autor, los mandamientos eran los siguientes:

 

 

 

 

Versión de Markham Escritura actual Traducción
Ama quellanquichu Ama quella-nki-chu no seas ocioso
Ama llullanquichu Ama llulla-nki-chu no seas mentiroso
Ama suanquichu Ama sua-nki-chu no seas ladrón
Ama huachoc chucanqui Ama huachoq-chu-kanki no cometas adulterio
Ama huañu chin quichu Ama wañi-chi-nki-chu no matarás

 

Corresponde comentar brevemente este tratamiento realizado por Markham y qué motivó dicha modificación. Para empezar, observamos que se anexan dos preceptos más: no seas adúltero y no matarás. Sobre el primero debemos indicar, que otros autores han retomado este mandamiento con ciertas modificaciones. Por ejemplo, para el historiador Manuel Calvo y Pérez, este varía en “no seas formicario”, “no seas pervertido”, o “no seas amanerado”. Esto aparece en su Resumen de historia del Perú de 1922. Al observar este carácter vacilante, solo nos queda advertir, siguiendo a Cerrón Palomino, que fueron añadidos recientes y, en relación a lo mencionado por Rowe líneas arriba, alejado ya de los ideales ilustrados iniciales. Es decir, Markham integra estos mandamientos, pero su carácter es novedoso frente a los tres primeros.

 

El segundo punto, es la modificación que realiza Markham de las primeras formulaciones. El intento que lleva a cabo el autor afecta la formulación inicial de dos maneras: da cuenta que la misma estaba alejada del quechua nativo y más parecía una estructura adaptada de las lenguas romances; y trata de repararla conjugando los verbos en futuro incurriendo en un error de otro tipo.

En el primer punto, es claro que lo que se busca es similitud con las leyes bíblicas. Pero, para que dichos verbos funcionen con el privativo “ama” inicial, que tiene el valor de “NO” de los mandamientos, el verbo debería estar en imperativo. Es decir, presentar el sufijo ”-y” al final de la raíz, pero no es así. Dichas fórmulas deberían ser: “Ama llullay”, por ejemplo.

En segundo lugar, la reparación que busca hacer Markham, si bien busca subsanar este problema, también parte de un molde de lengua europea: utiliza las formas en futuro y no en imperativo como corresponde para el quechua. Al conjugarse y no usar el infinitivo, como corresponde, el elemento negativo no debería ser “Ama”, sino “Mana” al inicio de la frase, que es el adverbio que se utiliza para verbos conjugados y no en imperativo. La forma correcta sería “mana wañu-chi-nki-chu”. Por donde se le vea, ni las fórmulas originales, ni las formas reparadas corresponde a un origen nativo.

 

 

Comentarios finales

Las tres leyes del código moral andino son usadas de manera natural en discuros políticos y educativos, pero las mismas leyes presentan bastantes problemas al vislumbrar su procedencia. En esta nota hemos visto que su origen andino es dudoso, que su formulación responde más bien a una fuerte influencia europea, tanto en estructura como en ideología y que su registro es tardío, no andino. Quizá uno de los puntos centrales y que no se explora en la nota es que si estas leyes hubieran sido de raigambre incaica su formulación tendría presencia puquina o aimara, ya que estas fueron las lenguas de los incas tempranos. Este último punto será abordado con detenimiento en otra nota.

 

 

Relativismo lingüístico: origen, problemas y actualidad

Introducción

La película “Arrival” (2016) de Denis Villeneuve presentó a los espectadores un problema sobre el cual más de uno ha pensado alguna vez: si seres de otros planetas, con otras culturas, otro idioma y formas de vida nos llegaran a visitar, ¿podríamos eventualmente comprenderlos? La premisa detrás de esta pregunta es lo que se conoce como relativismo lingüístico y, como aún no tenemos contacto extraterrestre, suele aparecer en situaciones más cotidianas como en el encuentro de dos personas con culturas o lenguas distintas. En esta nota abordaremos su definición, su origen y veremos si es una postura que puede defenderse en la actualidad.

 

Resumen

-El relativismo lingüístico postula que la lengua que uno habla determina la forma en que vemos el mundo. Esta postura tiene su origen en el siglo XVIII y se relaciona con el surgimiento de las naciones y la historia del arte. Se asumió que la lengua contenía el espíritu y la intención de los pueblos que la hablaban.

En el siglo XX, Edward Sapir y luego su alumno Benajim Whorf se convierten en las figuras visibles de este pensamiento. Encontraron argumentos en las lenguas nativas de América. Además, postularon dos maneras de abordar el tema: una versión fuerte, llamada también determinismo lingüístico, y una versión débil.

-En el mismo siglo, el relativismo lingüístico fue una hipótesis fuertemente criticada desde la filosofía y las ciencias cognitivas. La primera encuentra muy difícil de justificar que una lengua pueda determinar nuestra forma de pensar. La segunda crítica pone a la biología por encima de la cultura: la biología es la loza donde la cultura se desarrolla y organiza. En la actualidad, se ha cambiado el abordaje: la lengua no determina nuestra forma de pensar, pero sí puede aumentar nuestra pericia en ciertas tareas cognitivas.

 

 

¿Qué es el relativismo lingüístico?

El relativismo lingüístico defiende la influencia de la lengua materna en nuestros procesos cognitivos. De acuerdo con esta perspectiva, un hablante organiza en su mente el mundo que percibe desde las categorías de la lengua que habla. Si dicha lengua tiene o no ciertas categorías, el hablante procesa el mundo desde la presencia o ausencia de las mismas. En resumen, las lenguas serían “lentes” que determinan la manera en que vemos el mundo. Revisemos dos ejemplos para hacernos una idea más clara de esta propuesta.

La lengua Piraha, hablada en la Amazonía brasileña, es un caso especial para los investigadores de distintas áreas. Para los interesados en el relativismo lingüístico, les son llamativas las categorías que usan para referirse a cantidades. Por ejemplo, esta lengua no cuenta con números: carecen de términos específicos más allá del número uno. Ellos cuentan uno, varios y muchos. Experimentos, realizados en la década pasada, principalmente por Peter Gordon, investigador de la Universidad de Columbia, dan cuenta de que esta caracterización es correcta y que no pueden operar con números abstractos. Según el relativismo lingüístico, estarían inhabilitados para operar matemáticamente como lo harían hablantes de lenguas occidentales porque su lengua no tiene los términos adecuados para llevar a cabo esta actividad.

Otro caso relevante fue presentado por Benjamín Whorf a finales de los años 30s, uno de los fundadores de esta perspectiva, al estudiar la lengua de los nativos hopi de Norteamérica. Whorf advierte que en esta lengua no hay distinciones específicas de tiempo. Para ellos, no hay diferencia entre “él corre”, “está corriendo” y “corrió”. Usan únicamente el término “wari” que lo traduce como “hay correr”. Asimismo, no hacen distinciones modales, es decir “él correrá” o “él correría” se expresan ambos con el término “warinki”, traducido por este autor como “hay correr diría yo”. De estos ejemplos, Whorf concluye que los hopi no segmentan el tiempo de la misma manera que las lenguas europeas. Es más, ni siquiera están interesados en esto: su atención recae en la veracidad de la acción realizada y cómo el enunciador da cuenta esto. De esta idea, Whorf infiere, además, que el espacio, tiempo y la materia, en el sentido de Newton, no son intuiciones universales, sino más bien recetas culturales que encuentran su origen en la forma en que las lenguas indoeuropeas organizan el tiempo en pasado, presente y futuro. Esto es  anteponer la cultura a la biología.

Los defensores del relativismo lingüístico usan estos ejemplos para sostener que la lengua materna y sus pautas lingüísticas determinan lo que un individuo percibe en el mundo y cómo piensan. Además, tomando en cuenta que estas pautas cambiarían los modos de percibir y pensar, tendrían visiones del mundo básicamente diferentes y, en muchos casos, mutuamente incompatibles. Este último punto es el que los críticos tienden a atacar primero.

 

 

Cuál es el origen de esta noción

Se suelen mencionar tres momentos de desarrollo de esta hipótesis. El primero, en el siglo XVIII en Europa, vinculado al origen de las naciones; el segundo, a inicios del siglo XX, en terrenos de la Historia del arte; y el tercero, a mediados del mismo siglo, en los trabajos de antropología desarrollados en América del norte.

En primer lugar, Ludwig von Bertalanffy, padre de la teoría de los sistemas complejos, identifica el relativismo lingüístico con el surgimiento de las naciones y el pensamiento romántico alemán. Ve en la figura de Willem Von Humboldt al iniciador de esta perspectiva. Para Bertalanffy, el sabio alemán fue el primero en plantearse si el uso de una lengua crea cultura o si una cultura determina una lengua. Humboldt pensaba que cada lengua trae consigo una imagen del mundo. Esta organización no sería arbitraria, sino estaría motivada por el espíritu de los pueblos y sus intereses. Así, una lengua contiene la visión del mundo de sus hablantes siendo así el vehículo de una cultura. Con ello, defiende una relación intrínseca entre lengua y cosmovisión denominada en alemán weltanschauung.

En segundo lugar, se toma en cuenta las impresiones del historiador del arte vienés Alois Riegl, quien gozó de fama a inicios del siglo XX. En su libro “El culto moderno a los monumentos: caracteres y origen” de 1903, una obra fundamental en la historia del arte y en el trabajo de restauración, introduce por primera vez la noción de Kunstwollen, traducida como “intención artística”. A partir de esta idea aborda el arte primitivo y su carácter poco realista. Sin embargo, y en esto difería de diversas posturas de la época, consideraba que esta tendencia no representaba falta de habilidad o de recursos para llevar a cabo el trabajo artístico, sino que albergaba una intención artística distinta a la nuestra. Esto se sustentó, más adelante, con ejemplos del arte gótico frente al canon clásico: era impensable que el arte gótico careciera de recursos, sino que tenía una intención distinta constituida por la cultura de la que provenía. Con esto se advertía que los productos culturales, como el arte o la lengua, contienen las intenciones del grupo al que pertenecen.

En tercer lugar, a mediados del siglo XX, Edward Sapir, antropólogo y lingüista estadounidense,  y luego su alumno, el lingüista de la Universidad de Yale, Benajmin Whorf, fueron sus principales defensores. Ellos encontraron argumentos en las lenguas nativas de América. Si bien se discute actualmente si realmente ellos defendieron esta postura, se suele usar sus nombres como sinónimo de la misma. Así, en 1954 y gracias a Harry Hoijer, un lingüista alumno de Whorf, se acuña la hipótesis Sapir-Whorf.

Estos autores estaban interesados en averiguar hasta qué punto una lengua, con su gramática y palabras, determina la visión del mundo de una comunidad lingüística específica. Para ellos, la lengua y sus características forman el pensamiento. Con el tiempo, esta hipótesis fue tratada de manera distinta por los investigadores que les siguieron, dando lugar a dos versiones de la misma: la radical y la laxa. La primera asume que las categorías lingüísticas limitan y determinan las categorías cognitivas. En su versión extrema, solo podemos percibir lo que la lengua advierte. A esta se le denominó también determinismo lingüístico. La segunda postula, de una manera menos radical, como lo indica su nombre, que las categorías lingüísticas solo influyen en el pensamiento, principalmente, práctico.

 

 

 

 

Las críticas al relativismo lingüístico

Ahora revisaremos dos críticas al denominado relativismo lingüístico. La primera es una crítica desde la filosofía propuesta por Donald Davidson; la segunda proviene de las ciencias cognitivas y es defendida por el lingüista John H. Mc Whorther.

El filósofo estadounidense, y profesor por muchos años en la Universidad de California, Donald Davidson, siempre estuvo en contra del relativismo lingüístico, pero sobre todo de la idea que según él le daba sustento: los esquemas conceptuales. Esta es la manera en que describe las redes de significados y categorías que organizarían nuestra forma de ver el mundo. El siguiente cuadro es ejemplo de este tipo de acercamiento:

 

 

 

El cuadro anterior muestra cómo tres lenguas organizan información del mundo. Vemos como el francés tiene tres términos para dar cuenta de árbol, bosque y selva. Asimismo, vemos que el alemán tiene tres palabras para segmentar dicha información. Por último, el ruso solo tiene dos palabras para lo que el alemán y el francés tres. Lo importante para el relativista reside en la segmentación fijada por cada lengua. Es decir, para este, el hablante que tenga la categoría “skov” presentaría problemas para reconocer la distinción entre “bosque” y “selva” que realiza el francés, por ejemplo.

Davidson veía además que el relativismo lingüístico se alimentaba de problemas que surgen al realizar trabajos de traducción. Para los defensores del relativismo, la aparente imposibilidad para traducir algunos términos justificaba la presencia de estas redes conceptuales que organizan el mundo de manera distinta. Por ello, Davidson debía resolver estos problemas para traer abajo al relativismo. Estos son sus argumentos.

En primer lugar, para Davidson es imposible alegar la total incomprensión de una lengua con otra porque estaría en contra de la misma definición de lengua. Si alguien reconoce algo como lengua, implica necesariamente su posibilidad de traducción. Esta puede ser más complicada o más sencilla, pero es imposible que no se llegue a establecer una traducción. En este caso, la historia de conquistas y colonias desarrolladas entre pueblos sería su demostración. Algunos podrían alegar, que tal vez solo algunas secciones de la lengua son difíciles de traducir y no todas. La resolución de este comentario lo dejamos para el segundo argumento.

En segundo lugar, Davidson admite que pueden existir algunos términos que sean más complicados de traducir que otros, pero que de ninguna manera es imposible realizar dicho trabajo. La razón principal es que si hay problemas con un conjunto de términos, ya contamos con una gran número de los mismos para realizar la labor en cuestión. Un ejemplo de esto sería el término “saudade” del portugués. El mismo se traduce como “nostalgia”. Para los relativistas lingüísticos, reducir el término a “nostalgia” no le hace justicia a lo que evoca. Sin embargo, muchos autores usan los recursos de la lengua para darle una traducción más precisa. Quizá uno de los mejores sea el propuesto en 1660 por el escritor portugués Manuel Melo: bien que se padece y mal que se disfruta. Qué sucedió acá: se diluye la aparente dificultad haciendo uso de los recursos que tiene la lengua. Como vemos, existen argumentos desde la filosofía en contra del relativismo lingüístico.

El lingüista estadounidense John Mc Whorther, profesor de la Universidad de Berkeley y autor del libro “The language Hoax”, critica también el relativismo lingüístico, pero desde la biología. Para él, la biología antecede a la cultura. Para demostrar esta postura recurre a la información de la vista y de los colores. Para la física, los colores son franjas del espectro electromagnético que desencadenan la experiencia del color. El ojo humano puede percibir hasta siete millones de colores. Las lenguas del mundo, a su vez, tienden a segmentar este espectro de manera particular. Por ejemplo, las lenguas románicas como el español organizan 10 campos de color: blanco, negro, rojo, azul, verde, amarillo, gris, marrón, rosa y violeta. Los últimos tres no existieron en la época del latín, sino representan innovaciones comunes en las lenguas románicas.

La organización de los colores varía de lengua en lengua. Por ejemplo, los dani de Nueva Guinea usan solo dos palabras para hablar del espectro en general. Con estos simples datos, es evidente que la diferencia en la estructuración cultural de los colores no guarda relación con la percepción de los mismos. Es así que el léxico codifica aspectos del color que ya son notorios para el sujeto en lugar de volver notorios estos. Una persona puede percibir los colores, y la realidad que esto implica, sin que sus categorías lingüísticas hayan codificado dicho elemento. Entonces podemos afirmar que nuestros sentidos están por encima de la clasificación léxica que se realiza.

La pregunta que surge inmediatamente es: ¿la organización cultural de los colores es arbitraria, es decir, no motivada? Es decir, ¿cada cultura organiza sus taxonomías sobre el mundo a su antojo? Si esto fuese así, dejaríamos abierta la puerta al relativismo y llegaríamos a pensar que la cultura determina nuestras percepciones.

Desde los años 70 y tras examinar 90 idiomas se llegó a ciertas conclusiones sobre este punto. Para empezar, usen muchas o pocas palabras para el nombre de los colores, las lenguas siempre abarcan todo el espectro cromático. Asimismo, se observó que existen 11 puntos referenciales para el color, incluso en las lenguas que no tienen términos para nombrarlos. Sobre esta base, el detalle, aumento o reducción de términos para los colores se sigue sistemáticamente. Es decir, existe una “jerarquía implicativa” en el léxico de los colores. Esto quiere decir que encontraremos el color morado en el léxico de una lengua si es que ya está presente el azul, el blanco y el rojo. No es posible encontrar lenguas donde se codifica el morado, sin que se hayan nombrado primero al azul, al blanco o al rojo: solo pueden aparecer colores de cierto tipo si es que antes están otros más básicos. Esta jerarquización es universal y está en relación con aspectos biológicos de nuestra percepción. Podemos indicar, entonces, que el léxico del color no determina la experiencia, pero su organización manifiesta los intereses del grupo cultural sin dejar de seguir patrones universales de organización.

 

Qué se piensa actualmente sobre el relativismo lingüístico

En la actualidad, hay un resurgir del relativismo lingüístico. Sin embargo, todas sus versiones han cambiado en la manera de abordarlo. Ya no se habla propiamente de pensar o de la imposibilidad de percibir aspectos del mundo que no estén en las categorías de la lengua, sino de realizar determinadas “tareas cognitivas”. Es decir, los relativistas lingüísticos actuales plantean que la influencia de la lengua tiene lugar en ciertos aspectos prácticos.

En el 2006, la profesora Diana Deutsch y sus colaboradores de la Universidad de San Diego, en California, encontraron, en un experimento, una relación entre el oído absoluto y los hablantes de lenguas tonales.

Vayamos por partes. Por un lado, el oído absoluto se define como una capacidad para reconocer una nota musical sin contexto y de manera precisa. Muy pocas personas tienen esta capacidad. Incluso entre músicos aparece en una relación de uno entre mil. Un ejemplo clásico de esto es el músico argentino Charly García, quien puede reconocer, con alta precisión, la nota en la que una cuchara resuena al golpearse con la mesa o la nota en la que vibra el timbre de una puerta.

Entonces, las lenguas tonales son los sistemas lingüísticos que utilizan el tono como un rasgo que distingue significados. El mandarín, lengua que utilizan los sujetos de este experimento, distingue la secuencia «ma» según el tono con que se pronuncie: tenemos «caballo» (tono alto y sostenido, sin variación), «madre» (tono ascendente), «cáñamo» (tono medio que baja y vuelve a subir, terminando alto) o «regañar» (tono neutro y corto).  Es decir, hay cuatro significados de “ma” según la forma en que usan el tono.

Estos investigadores descubrieron que existe una probabilidad mucho mayor en los hablantes de mandarín de tener oído absoluto que en los hablantes del inglés. En su estudio, analizaron a 88 estudiantes de primer año del Conservatorio de Música de Pekín y a 111 estudiantes de primer año del Eastman School of Music de Rochester, Nueva York; cada uno, nativo de dicha lengua. Lo que esto evidencia es que los hablantes de lenguas tonales que se dedican a la música identifican mejor las notas musicales, esto quizás por la práctica que se tiene al momento de hablar.

Si bien muchos factores han sido discutidos sobre esta investigación, como, por ejemplo, el carácter innato del oído absoluto, parece que el relativismo lingüístico se vuelve a asomar desde investigaciones empíricas ya no relacionadas al pensamiento en general, sino en tareas cognitivas más puntuales.

 

 

 

 

 

Felipillo y Martinillo. Los dos intérpretes en la conquista del Tawantinsuyo

Introducción

Un punto central en todo el proceso de conquista del Tawantinsuyo por parte de los españoles fue cómo se comunicaron estos con sus pares andinos. Es conocido el hecho de que Huayna Capac tuvo una entrevista con el conquistador Pedro de Candía en el norte del Perú. De ese primer encuentro (que, según cuentan algunos testimonios, el inca entendió que los españoles “comían oro”) los foráneos incorporaron intérpretes al proceso de conquista. ¿Cuántos fueron?, ¿cómo los integran a las filas españolas?, ¿fueron fieles a los extranjeros o libraron su propia batalla en tan particulares circunstancias?, serán algunas de las preguntas que resolveremos en la siguiente nota.

 

Resumen

-El primero a comentar será Felipillo. Él fue el intérprete, también denominado indio “lengua”, que acompañó a Francisco Pizarro y Diego de Almagro durante la conquista de Perú y Chile. Era un indio del norte del Perú y se incorporó a la expedición de Francisco Pizarro durante la segunda incursión exploratoria del conquistador en territorio incaico. Esto fue hacia 1526 cuando el traductor tenía veintidós años de edad. Acompañó a Hernando de Soto y Hernando Pizarro en la primera entrevista de los españoles con Atahualpa, estuvo presente en la matanza del 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca, y fue el traductor principal del proceso por fratricidio, idolatría y rebelión que sirvió para consolidar el ajusticiamiento del Inca en 1533.

-Poco tiempo después, los cronistas indican que Felipillo actuó a favor del Tahuantinsuyo durante la expedición española a Chile. Este informó a los nativos locales que atacaran a Diego de Almagro, a sus hombres españoles y a los nativos americanos fieles a la corona, ya que eran asesinos y solo buscaban oro. Cuando Almagro descubrió los motivos de traición de Felipillo y obtuvo su confesión acerca de malinterpretar, a propósito y por interés propio, el mensaje de Pizarro a Atahualpa en Cajamarca, ordenó a sus soldados capturarlo y destrozar su cuerpo con caballos frente al curaca de la región.

-El segundo a comentar es Martinillo. Él fue un traductor peruano que, como conocedor del quechua y el español, ejerció las funciones de intérprete durante la conquista del Imperio Inca, y más tarde durante el período colonial del Perú. Nació en el norte del Perú aproximadamente en el 1518 y murió en Sevilla, España en 1549.

-Martinillo era sobrino de Maisavilca, la “curaca” de Poechos y fue confiado a Francisco Pizarro durante su exploración en esas tierras. Martinillo tenía en ese momento poco más de catorce años y desde que Pizarro entró en la región de Poechos en 1532, se presume que nació en 1518. Investigadores, como Waldemar Espinosa, indican que era muy hábil con los idiomas y dominaba el idioma “sec”, hablado por su etnia Tallán de Piura y entendía el quechua, en su variedad norteña. En las guerras civiles entre “conquistadores”, estuvo del lado de los Pizarro y después de la muerte de Francisco Pizarro por los almagristas, se unió a las filas de las tropas del gobierno y durante la Batalla de Chupas, entre Cristóbal Vaca de Castro y el Hijo de Almagro, comandó, con coraje, una multitud de tropas indígenas. A su regreso a Cuzco, sin embargo, las cosas fueron mal para Martinillo. Un funcionario español lo denunció como seguidor de Gonzalo Pizarro y la investigación encontró que había servido en sus filas como caballero y no como un simple intérprete como siempre había afirmado. La condena fue ejemplar: doscientos azotes en Cuzco, cien en Lima y, luego, el exilio perpetuo en Panamá. Fue el fin de la acomodada situación de Martinillo. Aunque, el indígena intentó jugar una carta más. Soportado el tormento y trasladado a Panamá, navegó hacia España con la intención de defender su caso ante la corona. Su esposa y una hija se unieron a él en Sevilla, pero su físico se vio debilitado por el sufrimiento y murió en el trayecto en 1549, a la edad de treinta años.

1. Felipillo de Tumbes

Felipillo fue el intérprete, también denominado indio “lengua”, que acompañó a Francisco Pizarro y Diego de Almagro durante la conquista de Perú y Chile. Se le puso ese nombre por el rey de España de aquel entonces.

En la actualidad, el nombre Felipillo es usado a veces como sinónimo de traición. Sin embargo, el comportamiento de Felipillo, el personaje histórico, se explica por diversas razones. Entre ellas está el hecho de que no pertenecía a la etnia dominante en el Imperio Inca, sino a un grupo sometido por la aristocracia reinante. Esto, dentro de la lógica andina, explica por qué su actitud hacia el Inca era distinta a la de un seguidor.

1.1 Lugar de origen y lengua materna 

Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento y existe una discrepancia sobre su lugar de origen. Historiadores, como Waldemar Espinoza, proponen que nació en el norte del imperio incaico. Los cronistas Guamán Poma de Ayala y Buenaventura de Salinas y Córdoba coinciden en que era un indio Huancavilca, etnia perteneciente al actual Ecuador. Garcilaso de la Vega afirma que era natural de la isla de Puná y Agustín de Zárate sostiene que había nacido en Poechos. Para otros cronistas, como Juan de Betanzos, él era un nativo de Tumbes y, según otros, era de la etnia Tallán, en la actual Piura.

Felipillo no era quechua hablante nativo. Él aprendió esta lengua en Tumbes de boca de los nativos que la usaban como segunda lengua. Ahí fue que aprendió español básico de los soldados de Francisco Pizarro.

1.2 Adhesión al contingente español

Se incorporó a la expedición de Francisco Pizarro durante la segunda incursión exploratoria del conquistador en territorio incaico hacia 1526, cuando tenía veintidós años de edad. Entonces, algunos jóvenes indígenas se unieron a los españoles en Tumbes con objeto de aprender castellano y servir de intérpretes. Felipillo fue bautizado, como se mencionó, con el nombre del rey español.

Francisco Pizarro le tomó afecto y lo llevó a Panamá donde lo hizo su hombre de confianza, le dio un caballo y lo bautizó. Este último acto era un gran honor para un indio porque equivalía a igualarse como hermano de sus amos según la mentalidad europea de aquella época. Después acompañó a los castellanos a la Península Ibérica entre 1528 y 1530, cuando el extremeño pactó con la Monarquía Católica las mercedes correspondientes a las tierras por conquistar.

1.3 Participación en la conquista

En 1531 formó parte de la expedición que partió desde España al Perú. Acompañó a Hernando de Soto y Hernando Pizarro en la primera entrevista de los españoles con Atahualpa, estuvo presente en la matanza del 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca, y fue el traductor principal del proceso por fratricidio, idolatría y rebelión que condenó al Inca en 1533.

Después de que Francisco Pizarro capturó al inca Atahualpa en la batalla de Cajamarca en 1532, Felipillo fue el principal traductor entre ellos durante su primera reunión. Puesto que Felipillo pertenecía a una tribu rival, y estaba teniendo un romance con una de las esposas de Atahualpa, indica Juan de Betanzos, que deliberadamente tradujo los mensajes de Pizarro de manera imprecisa al inca Atahualpa.

Los historiadores coinciden en que la interpretación proporcionada por Felipillo está lejos de ser fiel o incluso útil para los españoles. Algunos aseguran que llegó a hablar en términos desfavorables acerca de la doctrina católica, la Biblia, y toda la presencia española en su tierra. Solo el Inca Garcilaso de la Vega defiende la actuación de Felipillo en Cajamarca.​

1.4  Final de su vida

Según Agustín de Zárate, en Historia del descubrimiento y conquista de las provincias del Perú (1555), el indígena se enamoró de una de las mujeres que acompañaban a Atahualpa y provocó la muerte de éste para disfrutar de su amor sin problemas con las autoridades.

Entonces, extendió el rumor de que el Inca estaba reuniendo secretamente un ejército para atacar a los españoles y malinterpretó declaraciones de testigos para lograr su objetivo. Esta versión ha sido aceptada por cronistas como Pedro Cieza de León, Antonio de Herrera Tordesillas, Felipe Guamán Poma de Ayala y Buenaventura de Salinas y Córdoba. El inca Garcilaso de la Vega también hace referencia al supuesto engaño de Felipillo, en el manuscrito titulado Segunda parte de los comentarios reales de los incas: Historia general del Perú (1617), pero advierte de que el joven indio hablaba tan mal la lengua de los incas como comprendía el castellano. Por tanto, su traducción pudo caer en varios despropósitos, a voluntarios o no, como también lo indica Juan de Betanzos.

Los mismos cronistas indican que Felipillo actuó a favor del Tahuantinsuyo durante la expedición española a Chile. Este les dijo a los nativos locales que atacaran a Diego de Almagro, a sus hombres españoles y nativos americanos fieles, ya que eran asesinos y solo buscan oro. Así los instó a atacarlos o huir. Cuando Almagro descubrió los motivos de traición de Felipillo y su confesión acerca de malinterpretar a propósito el mensaje de Pizarro a Atahualpa, ordenó a sus soldados capturarlo y destrozar su cuerpo con caballos frente al curaca de la región.

2. Martinillo de Poechos

Martinillo fue un traductor peruano que, como conocedor del quechua y el español, ejerció las funciones de intérprete durante la conquista del Imperio Inca, y más tarde durante el período colonial del Perú. Gracias a este trabajo, llegó a obtener una posición bastante acomodada dentro de la Colonia temprana. Nació en el norte del Perú aproximadamente en el 1518 y murió en Sevilla, España en 1549.

2.1 Lugar de origen y lengua materna

Investigadores, como Waldemar Espinosa, indican que era muy hábil con los idiomas y dominaba el idioma “sec” , hablado por su etnia Tallán de Piura, específicamente, la lengua de sechura, y entendía el quechua, en su variedad norteña. En pocos meses logró dominar bastante bien el castellano, por lo que fue contratado por Hernando Pizarro, como intérprete en su visita al campo cuando se dirigía a entrevistarse con Atahualpa. El cronista y testigo de la Conquista, Miguel de Estete asegura que fue él quien acompañó a fray Vicente de Valverde cuando se presentó al inca y trató de impartir la fe cristiana en el accidentado encuentro en Cajamarca. Los otros conquistadores presentes en el evento aseguran, sin embargo, que el intérprete, en esta ocasión, fue otro, el ya mencionado Felipillo. Es un clásico tema de debate esta imagen.

Martinillo, sin embargo, obtuvo la confianza del soberano cautivo que dependía de él para comunicar a Pizarro su oferta de rescate y para lidiar con los tiempos y métodos. Lo que sí está confirmado es que Martinillo no estaba presente en Cajamarca cuando el Inca fue ejecutado. Había acompañado a Hernando de Soto en la exploración para verificar algunos rumores sobre la presencia de un ejército hostil y la función de intérprete fue ejercida por Felipillo quien más tarde sería objeto de infames acusaciones por este trabajo realizado, según algunos, con abierta mala fe.

 

2.2 Adhesión al contingente español

Martinillo era sobrino de Maisavilca, la “curaca” de Poechos y fue confiado a Francisco Pizarro durante su exploración en esas tierras. Martinillo tenía en ese momento poco más de catorce años y desde que Pizarro entró en la región de Poechos en 1532, se presume que nació en 1518.

Aún no se ha establecido de manera definitiva si Maisavilca era un cacique local o uno impuesto por el incario, pero dado su rango social, debía hablar quechua con fluidez. Martinillo se crió en un entorno quechuahablante, sin que esta sea su lengua madre.

Martinillo permaneció entonces al lado de sus nuevos apoderados españoles a quienes sirvió fielmente. Ya siendo parte del contingente español, participó en violentos enfrentamientos durante la marcha al Cuzco, cuando Manco Inca fue elegido como Sapa Inca. Mientras Felipillo se había alineado con Diego de Almagro, Martinillo se puso incondicionalmente del lado de los Pizarros a quienes serviría fielmente durante toda su vida. Su lealtad fue reconocida y Pizarro, ahora gobernador del Perú, lo recompensó con una importante “encomienda” que lo convirtió en el indígena más rico de la Colonia. La ambición de Martinillo, a partir de ese momento, no conoció límites y su ansiedad por ser hispano lo empujó a imitar en todo a sus benefactores. Vestido al estilo europeo, solo se movía a caballo y logró casarse con una española, Luisa de Medina, con la que tuvo tres hijos.

2.3 Participación en la conquista

Aunque Guamán Poma de Ayala en uno de sus dibujos identifica a Felipillo como el que trata de explicar al Inca lo que dice el sacerdote español, otras referencias históricas señalan que fue Martinillo quien tuvo a su cargo esa labor.

Sin embargo, el historiador Juan José Vega afirma que el intérprete que actuó con el padre Valverde en Cajamarca fue Martinillo. Ratifica así lo escrito por Miguel de Estete, quien oficiaba de secretario de Pizarro y estuvo presente en el acto.

Antes de ese hecho, relatos de la época afirman que luego de ingresar a la ciudad de Cajamarca, el 15 de noviembre de 1532, Pizarro ordenó a Hernando de Soto y a su hermano Hernando Pizarro que se dirigieran a Pultamarca, los actuales Baños del Inca, e invitaran a Atahualpa a cenar esa noche, con la idea de tomarlo preso en dicha reunión. El inca accedió a la cita, pero para el día siguiente. Esto en consonancia con el hecho de que los incas tenían muy reducidas, por cuestión de tradición, las actividades por la noche. Menos aún desatar alguna batalla.

Los primeros en presentarse por parte de los españoles fueron Hernando de Aldana, el ‘lengua’ Martinillo y fray Valverde.

En una investigación sobre Martinillo de Poechos, el historiador José Antonio del Busto indica que Pedro Pizarro, sobrino del conquistador, no marchó con este a Cajamarca y permaneció en San Miguel de Tangarará, la primera ciudad española fundada por Pizarro. Los relatos que hace el cronista Pizarro del viaje de los españoles a la recién fundada ciudad se los contó Martinillo, con quien mantenía una gran amistad.

El mismo Pizarro relata que fue Martinillo quien tradujo la conversación violenta y tirante entre Atahualpa y Hernando Pizarro, y el diálogo entre Atahualpa y Valverde.

En las guerras civiles entre “conquistadores”, estuvo del lado de los Pizarro y después de la muerte de Francisco Pizarro por los almagristas, se unió a las filas de las tropas del gobierno y durante la Batalla de Chupas, entre Cristóbal Vaca de Castro y el Hijo de Almagro, comandó, con coraje, una multitud de tropas indígenas. Su gesto le dio reconocimiento oficial y un aumento en la ya notable “encomienda” que poseía. En las posteriores disputas entre Gonzalo Pizarro y el poder real permaneció fiel al representante de la familia a la que había estado vinculado y fue protagonista de una misión oficial que lo llevó, incluso, a España. De hecho, acudió a Hernando Pizarro, que en ese momento estaba detenido, para ilustrar la situación y acordar alguna acción para transferir a Gonzalo el poder que ya había sido de Francisco. La misión no tuvo éxito y Martinillo fue capaz de regresar a Perú sólo en secreto disfrazándose de esclavo. Cuando Gonzalo Pizarro fue derrotado, Martinillo intentó pasar desapercibido y, por un tiempo, tuvo éxito. En 1548 incluso se le confió una misión oficial con el Inca de Vilcabamba, Sayri Tupac que los españoles estaban tratando de convencer para abandonar el estado de rebelión abierta.

2.3 Final de su vida

A su regreso a Cuzco, sin embargo, las cosas fueron mal para Martinillo. Un funcionario español, el auditor Cianca, quizás motivado por alguna antigua animosidad, lo denunció como seguidor de Gonzalo Pizarro. La investigación encontró que había servido en sus filas como caballero y no solo como un simple intérprete como siempre él había afirmado. La condena fue ejemplar: doscientos Azotes en Cuzco, cien en Lima y luego el exilio perpetuo en Panamá. Fue el fin de la acomodada situación de Martinillo, pero el joven indígena intentó jugar una carta más. Soportado el tormento y trasladado a Panamá, navegó hacia España con la intención de defender su caso ante la corona. Su esposa e hija se unieron a él en Sevilla, pero su físico, debilitado por el sufrimiento, no soportó y murió en el trayecto en 1549, a la edad de unos treinta años.

 

Teoría Θ. Parte 2: una cuestión de sujeto

 

Como indicamos en el post anterior, algunas posiciones-A no pueden recibir papel-θ. Veamos el siguiente ejemplo:

Juan parece muy feliz

En este caso [Juan], que ocupa una posición-A, la de sujeto, no recibe rol temático del verbo [parece], ya que este es impersonal. Qué sugiere esta situación. Al parecer, dos cosas: 1) que [Juan] está generado dentro del domino de [parece] y que luego se desplaza a la posición donde se pronuncia en la oración, es decir, antes del verbo. Y 2), como una generalización más fuerte, todas la oraciones siempre solicitan un sujeto.

La primera característica nos permite introducir la distinción entre argumento interno y argumento externo. La distinción entre estas nociones reside en el tipo de relación que mantienen con el verbo principal de la oración. Por ejemplo, cuando un verbo y su complemento modifican el rol de un sujeto, podemos asumir que el sujeto es un argumento externo al no estar fuertemente vinculado con el verbo. Este es un ejemplo de esta situación:

Juan tiene (dinero/calor)

En este caso, Juan puede tener un rol de agente-posesor o el de un experimentador dependiendo de qué argumento seleccione el verbo.

Por otro lado, y esto es lo curioso en este punto, algunos sujetos pueden generarse dentro del dominio verbal y luego ocupar la posición-A de sujeto. Esto se evidencia en su fuerte vínculo:

Las flores han crecido
Juan ha llegado
Pedro llegó

Estos casos sugieren que tanto [Las flores], [Juan] o [Pedro] han surgido inicialmente dentro del dominio del verbo. Es decir que tanto las [Las flores], [Juan] y [Pedro] surgen como complementos del verbo igual que los objetos y luego se desplazan a una posición-A donde reciben el caso nominativo. Esto también permite hacer una distinción entre verbos intransitivos, reconociendo que unos seleccionan argumentos externos como en [Juan sonríe] y otros seleccionan un argumento interno como en [La rumba ha llegado]. Para más evidencia de esta situación debemos ver que solo las construcciones intransitivas con argumento interno soportan construcciones de participio absoluto:

*Sonreido Juan
Llegado Juan

Ahora bien, el hecho de que [Juan] haya tenido que moverse al inicio de la oración en [Juan parece muy feliz] responde a dos circunstancias: al ser una posición-A sin rol-θ la convierte en una “pista de aterrizaje” libre para algún elemento desplazado. En este caso, el desplazamiento está motivado por una condición universal de las lenguas; la característica 2): toda oración debe tener sujeto. La pregunta que cae por su propio peso es: ¿por qué? Las oraciones tienen una inobjetable naturaleza predicativa, por lo cual es importante que exista un sujeto sobre el cual predicar, ya sea este formal o explícito. Es lo que de fondo demandan los rasgos flexivos del verbo. Tener un objeto, por ejemplo, no es una necesidad oracional, sino más bien la propiedad de algunos verbos. Evidencia de esto, de la necesidad de un sujeto, es la aparición en algunas lenguas de expletivos:

It rains
Il pleut
(Expletivo) llueve

Lo que variaría en las lenguas sería la realización fonética de estos expletivos: en algunas como en el inglés y el francés, sí deben realizarse fonéticamente y en el castellano, no.

Hay más puntos que desarrollar aún en la teoría-θ, pero lo dejaremos para más adelante.

Teoría Θ. Primera parte

 

Dentro de los estudios de sintaxis existe un uso particular del término “argumento”. Este no es una razón para sustentar una tesis y menos el componente de un texto escrito de corte, valga la redundancia, argumentativo.

Algunas palabras determinan los roles y funciones que desempeñan las unidades sintagmáticas dentro de una oración. A estos roles asignados se les denomina papeles temáticos o papeles-θ y a las unidades seleccionadas argumentos . Los papeles-θ son asignados a través de los núcleos léxicos a sus argumentos. Por ejemplo, el verbo “estornudar” selecciona un argumento y asigna un rol-θ: selecciona un elemento nominal como argumento para que sea el sujeto de la oración y le asigna el papel de agente. Un verbo como “saquear” selecciona dos argumentos y asigna dos roles-θ: un agente y un paciente, respectivamente. Y “entregar” selecciona tres argumentos y asigna tres roles: un sujeto, un objeto y objeto indirecto son los argumentos y estos tienen los roles de agente, paciente y beneficiario, respectivamente.

Como se puede ir sospechando, existe una estrecha relación entre asignación de papeles-θ y posiciones dentro de la estructura sintáctica: los papeles-θ son asignados a sintagmas que aparecen en posiciones específicas. Las posiciones en que un sintagma puede recibir papel-θ se denomina posición-A y se denomina posición-A’ a una posición que no recibe papel temático. Las posiciones-A usuales son la de sujeto, complementos categorizados por verbos o preposiciones. Las posiciones-A’ son la de los elementos adjuntos: sintagmas que proporcionan información no obligatoria al núcleo verbal.

Algunos verbos suelen complicarnos el aparente panorama uniforme de esta asignación de roles a los argumentos. Pero este tema, lo dejamos para la siguiente entrega.

La flexión verbal

 

Debemos tener presente lo ya propuesto en las notas anteriores: una frase verbal, o una palabra verbal, es un núcleo léxico verbal, es decir, un lexema, más un conjunto de sufijos y prefijos que se ensamblan entorno a una cumbre acentual. Veamos los matices de esta definición con un ejemplo. Tenemos una frase como la siguiente:

No las cantábamos

Donde tenemos los siguientes elementos:

Prefijos Lexema Sufijos
Negación objeto núcleo léxico Tiempo, aspecto, modo. Número/persona
No las cant- -ába- -mos

Seguimos el mismo espíritu del análisis anterior, pero con los verbos debemos hacer una precisión mayor para el caso de los verbos compuestos. Esta la haremos un poco más adelante. Veamos lo que tenemos aquí.

Vemos, para empezar, elementos de función: los rasgos de número y persona. Estos no aportan a la configuración del evento que describe el verbo, solo copian los rasgos del sujeto estableciendo una relación de concordancia. Asumimos que estos rasgos proyectan sintaxis en esta lengua, ya que desde ahí se establece el vinculo entre palabras nominales y palabras verbales.

Tenemos más sufijos. Un sufijo en este caso, que presenta la información de tiempo, modo y aspecto verbal. Nos referimos al sufijo <-ába> que presenta la información de pasado, indicativo e imperfecto. En otras lenguas, esta información se puede presentar en distintos sufijos, pero en el castellano todos estos valores se encuentran amalgamados.

Por el lado de los prefijos, tenemos una partícula negativa. Su nombre técnico es el de “operador negativo” y manifiesta su alcance a través de la relación formal de C-comando. Esta última noción tendrá un post individual, pero vale mencionar que es una relación abstracta que vincula distintos nodos dentro de la estructura sintáctica. Este elemento presenta distribución constante en la sintaxis y, por lo tanto, asumimos, despliega sintaxis.

Por último, tenemos un pronombre femenino en plural, el cual, está, seguramente, reemplazando al sustantivo <canciones>. No complicaremos la presentación de este elemento pero es suficiente decir que por algún tipo de transformación se ha pronominalizado y ha venido ocupar dicho lugar en la configuración, siendo este un lugar derivado.

El análisis sintáctico nos sugiere el siguiente despliegue:

 

Lo que no muestra nuestro esquema es que <las canciones> se pronominaliza y pasa a ocupar el especificador de ST. Por lo demás, este sería el marcador frasal para la oración que propusimos.

Con respecto a la negación hay un asunto que comentar:  para algunos autores esta varía de lugar dentro de la configuración frasal. Para algunos, por razones paramétricas, para otros por cuestiones de semántica. La negación la podremos tratar más adelante, en otro post y con mayor detenimiento. Por ahora es importante saber que despliega sintaxis. Ahora bien, la última pregunta por resolver para este tipo de frases es la siguiente: dónde van los verbos auxiliares si estamos ante un verbo compuesto. Nuestra salida es sencilla: entre la SCon y SV puede aparecer una categoría SAux donde iría, sin problemas, el verbo apoyo en los casos de verbos compuestos.

Hasta este punto, la descripción sigue el mismo espíritu de las anteriores entregas y resulta, desde nuestro punto de vista, plausible. Ahora toca ver qué sucede con la derivación.

La flexión nominal

 

Como vimos en el post anterior, una palabra es un elemento léxico nominal que sostiene la cumbre acentual y a diversos elementos que dependen de este elemento nuclear para tener sentido. Veamos un ejemplo:

cabañ-a-s

Un elemento léxico nominal <cabañ->, una unidad para el género <-a> y un elemento para el número <-s>. Ahora bien, según el alcance de nuestra propuesta, una palabra puede alcanzar otros elementos. Por ejemplo,

Estas muchas cabañas

Donde <estas> es un determinante y <muchas> un cuantificador. El análisis sugiere la siguiente disposición.

Clíticos Lexema Afijos
determinante cuantificador núcleo léxico género número
estas muchas cabañ- -a -s

Debemos hacer un breve comentario sobre cada elemento con miras a caracterizar su organización desde un punto de vista sintáctico. Que quede claro que este punto, para ser lo más pedagógico posible, utilizaremos el castellano como lengua para los ejemplos.

El género es, esencialmente, un elemento de función: no es un elemento que proporcione información constante sobre el mundo y su funcionalidad es estrictamente relacional. Sospechamos que a diferencia de otras categorías dentro de la palabra, esta, no proyecta sintaxis, como sí lo hacen los núcleos léxicos verbales o nominales, o los elementos preposicionales.

El número sí es un elemento que proporciona información constante sobre el mundo y sospechamos que esto le permite integrar su representación en un diagrama sintáctico.

Los elementos cuantificadores dotan de información numérica específica sobre el núcleo léxico en cuestión. Así existen cuantificadores imprecisos, indefinidos, cardinales, ordinales, etc.

Los determinantes suelen especificar información anteponiéndose al núcleo en forma de artículos, demostrativos o posesivos. Así como anuncian sus rasgos.

En este punto debemos recordar el esquema básico de la sintaxis: la teoría x barra.

 

https://temasdelinguistica.files.wordpress.com/2012/09/xba.png

Este diagrama da cuenta que un núcleo léxico se proyecta en distintos niveles que le permiten incorporar ahí otros componentes.

Veamos en caso que aquí estamos desarrollando en el siguiente marcador de frase.

https://temasdelinguistica.files.wordpress.com/2012/09/bhbh.png

Este marcador plantea que el núcleo léxico nominal tiene, a modo de elemento dominante, su información de número. Esto no se queda ahí:

 

https://temasdelinguistica.files.wordpress.com/2012/09/nnnn.png

El sintagma número tiene la posibilidad de albergar a los cuantificadores en el brazo que corresponde a su especificador. Esto continua y debe haber lugar para el demostrativo:

 

https://temasdelinguistica.files.wordpress.com/2012/09/lalalaa.png

 

Este elemento encuentra lugar en el especificador del sintagma determinante. Una vez que los elementos están en el marcador, se termina de organizar por movimiento, en este caso del núcleo nominal hacia el núcleo inmediatamente superior en un proceso que se conoce como “incorporación”. El orden lineal de la oración se deduce de esta construcción leyendo los elementos de izquierda a derecha.

Hasta este punto hemos podido desarrollar las características básicas de una palabra o frase nominal. Estos marcadores deben adecuarse a los requerimientos de cada lengua integrando así la información pertinente como, por ejemplo, el caso gramatical en las lenguas que lo manifiesten morfológicamente. Sobre esta base sintáctica seguiremos desarrollando esta propuesta. La que corresponde desarrollar ahora es la frase verbal.

 

 

¿Existe la morfología?

 

Esta es una pregunta interesante para comenzar algún estudio sobre la naturaleza de la palabra. Primero, hay que responder a qué nos referimos aquí con morfología. Esta palabra tiene tres acepciones: 1) procesos que sufre la palabra; 2) una disciplina dentro de la gramática; y 3) un componente dentro de la competencia del hablante. Es un concepto, a la vez, 1)  descriptivo, 2)  institucional (no encuentro otro nombre para esta acepción) y 3) cognitivo. Desde nuestro punto de vista, el número 2) es irrelevante para nuestro trabajo de investigación; sin embargo, 1) y 3) están relacionados, si es que asumimos que estos procesos tienen lugar en la mente del hablante. En ese sentido, 3) implicaría a 2), sin inconvenientes. Pero ahí debemos hacer una pequeña distinción: reconocemos la existencia de procesos morfológicos, pero no de un componente (cognitivo) exclusivo para estos procesos, como los es por ejemplo, el componente semántico, fonológico o sintáctico. Hay, por lo menos, dos razones para suponer esto: a) todo proceso, ya sea flexivo, derivativo o de composición apunta a la sintaxis, sino estos se quedan en un simple juego de unidades, y b), si a) es verdad, deberíamos quedarnos, por un principio de economía conceptual, con el aparato computacional de la sintaxis asignándole al mismo el poder sobre la palabra que vemos en los procesos morfológicos. Esta asunción no es tan fácil de integrar, ya que implica que todos estos procesos morfológicos estarían regidos por los mismos principios que rigen a la sintaxis.

Lo que queda por demostrar, entonces, es que todos los procesos morfológicos pueden ser resueltos por el componente sintáctico y sus diversas características. Tenemos que realizar explicaciones de los siguientes procesos: flexión nominal, flexión verbal, composición y derivación. Para no cargar esta entrada con mucha información, cada uno de estos puntos será el tema de cuatro post próximos. Así que, un poco de paciencia.

Hay un punto donde la situación se pone un poco más complicada. Muchas lenguas del mundo integran diversos matices pragmáticos a partir de recursos morfológicos. Por ejemplo, el quechua tiene sufijos para explicitar dos grandes áreas temporales: un tiempo realizado y uno no realizado. El sufijo [-rqa] corresponde al pasado en el castellano y es la marca de pasado experimentado. La marca [∅] (asumimos que la marca de presente es [Ø], ya que es lo que antecede a los sufijos de persona verbal también pertenece a esta área temporal. Asimismo, tenemos un tiempo no-realizado [-sqa] (este sufijo es, únicamente, de primera persona. Las persona del tiempo no-realizado cambian en cada caso). Hasta ahí, las novedades son mínimas. Sin embargo, dentro del tiempo realizado hay una distinción codificada también morfológicamente: el tiempo realizado experimentado [-rqa] y no experimentado [-sqa]. Ahí surge una pregunta, por no decir, un pequeño calambre mental: cómo es posible que un tiempo realizado pueda ser no experimentado. La verdad, es más sencillo de lo que parece, pero es un matiz pragmático, o si se quiere, semántico. Este sufijo es utilizado para situaciones en las que el agente de la oración no es consciente de lo que sucede y no se considera responsable de sus actos. Situaciones como estas, como cuentan los hablantes de esta lengua andina, son los efectos de la ebriedad o alguna droga. También se utilizan estos sufijos para hablar de situaciones de carácter mítico o de narraciones sobre la cual no se puede tener conocimiento directo. Otro caso que podemos encontrar en el quechua es el de los reportativos. Tanto de los de primera mano [-m] como los de segunda mano [-s], dan cuenta del origen de la información transmitida. Si el hablante maneja esta información por conocimiento propio sufija al sujeto oracional el reportativo de primera mano [-m], o si esta le fue transmitida por otra persona, caso en el que sufija el reportativo de segunda mano [-s]. Estas marcas tienen un eminente carácter discursivo y son mecanismos que han permitido integrar gramaticalmente funciones comunicativas. Parecerían responder, desde nuestro punto de vista, a un tipo de proceso post-sintáctica, ya que la marca solo varía por una cuestión de contexto y no por motivación formal, como la asignación de caso, por ejemplo. Lo que sucedería, y es lo que tiene que asumir un análisis sintáctico de la palabra es a “silenciar” o “reducir” la posiblidad de explicitar estos matices en la descripción sintáctica. Se pierden sutilezas por ganar una generalidad mayor. Desde nuestro punto de vista, no es un problema muy grave si es que tenemos presente que nuestro objetivo es la universalidad de estos procesos.

La morfología -como conjunto de procesos que actúan sobre la palabra- es el lugar donde la sintaxis, como procedimiento formal, puede entrar en problemas: es similar al umbral de eventos de un agujero negro. ¿Por qué esta analogía? Los procesos morfológicos tienden a ser el lugar donde la semántica, la pragmática y la sintaxis se encuentran generando las diversas posibilidades expresivas y organizativas de una lengua. Una vez que se aleja de este umbral, la morfología se vuelve sintaxis a través de un proceso histórico. Una vez que se está más cerca del agujero negro (llamémosle también pragmática), las posibilidades y los matices expresivos son altísimos, generando dificultades en su formalización por el alto contenido pragmático que presentan. Por ello, desde los primeros gramáticos existe un mantra sobre este tema: la morfología del ayer, es la sintaxis del mañana. Para nosotros, la morfología es el umbral por donde el mundo analógico pasa a ser digitalizado en sintaxis.

Ante de todo: ¿qué es una palabra?

 

Una pregunta que ha atormentando a muchos gramáticos a lo largo de la historia es ¿qué es una palabra? Todos tenemos un conocimiento, como diría Hegel, claro pero no distinto de lo que es una palabra. Sabemos lo que es, pero se nos hace difícil explicitar dicho conocimiento. Nuestro objetivo en esta breve nota es equiparar la noción intuitiva de palabra con la de frase.

Lo primero que debemos hacer es eliminar la idea de que una palabra es ese momento entre dos espacios que vemos sobre un papel. La escritura es posterior y, si se quiere, artificial frente a la palabra hablada. Una excelente manera de probar esta noción errada de “palabra” es ver otras lenguas en el mundo, ya que como es fácil comprobar, un significado que corresponde en una lengua a una unidad, en otra utiliza más de una unidad para su formulación. En quechua, por ejemplo, <wasiy> y <mi casa> significan lo mismo. Como decíamos, en una lengua se utiliza una unidad ensamblada y en la otra dos, respectivamente. Si seguimos el análisis podemos reconocer dos elementos en estas construcciones: 1) un elemento semántico pleno, <wasi> y <casa>; y, 2) elementos que no pueden aparecer independientemente de estos elementos plenos: <-y> y <mi>. Estos últimos, no solo son dependientes de la raíz, sino que también pueden variar modificando la relación con el elemento nominal como, por ejemplo, <wasin> y <su casa>.  ¿Qué características presenta esta relación de elementos? Podemos sugerir que estos elementos dependientes se integran a los independientes que, por lo general, son elementos con semática plena y, como suele suceder en las lenguas del mundo, poseedores de la cumbre acentual. La suma de estos elementos nos produce una “palabra”. Es decir, una palabra sería un elemento de semántica plena, con una cumbre acentual a la cual se le anexan los elementos dependientes. En este punto es sencillo equiparar la noción de “frase” con la noción de “palabra”. Es por eso que <wasiy> y <mi casa> pueden reconocerse como las mismas unidades, una sola palabra en las dos lengua, o mejor dicho una sola frase, bajo esta noción. Pasemos, ahora sí, a analizar el contenido básico de estas las distintas palabras o frases, que, en este punto, son estrictamente lo mismo.

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