Felipillo y Martinillo. Los dos intérpretes en la conquista del Tawantinsuyo

Introducción

Un punto central en todo el proceso de conquista del Tawantinsuyo por parte de los españoles fue cómo se comunicaron estos con sus pares andinos. Es conocido el hecho de que Huayna Capac tuvo una entrevista con el conquistador Pedro de Candía en el norte del Perú. De ese primer encuentro (que, según cuentan algunos testimonios, el inca entendió que los españoles “comían oro”) los foráneos incorporaron intérpretes al proceso de conquista. ¿Cuántos fueron?, ¿cómo los integran a las filas españolas?, ¿fueron fieles a los extranjeros o libraron su propia batalla en tan particulares circunstancias?, serán algunas de las preguntas que resolveremos en la siguiente nota.

 

Resumen

-El primero a comentar será Felipillo. Él fue el intérprete, también denominado indio “lengua”, que acompañó a Francisco Pizarro y Diego de Almagro durante la conquista de Perú y Chile. Era un indio del norte del Perú y se incorporó a la expedición de Francisco Pizarro durante la segunda incursión exploratoria del conquistador en territorio incaico. Esto fue hacia 1526 cuando el traductor tenía veintidós años de edad. Acompañó a Hernando de Soto y Hernando Pizarro en la primera entrevista de los españoles con Atahualpa, estuvo presente en la matanza del 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca, y fue el traductor principal del proceso por fratricidio, idolatría y rebelión que sirvió para consolidar el ajusticiamiento del Inca en 1533.

-Poco tiempo después, los cronistas indican que Felipillo actuó a favor del Tahuantinsuyo durante la expedición española a Chile. Este informó a los nativos locales que atacaran a Diego de Almagro, a sus hombres españoles y a los nativos americanos fieles a la corona, ya que eran asesinos y solo buscaban oro. Cuando Almagro descubrió los motivos de traición de Felipillo y obtuvo su confesión acerca de malinterpretar, a propósito y por interés propio, el mensaje de Pizarro a Atahualpa en Cajamarca, ordenó a sus soldados capturarlo y destrozar su cuerpo con caballos frente al curaca de la región.

-El segundo a comentar es Martinillo. Él fue un traductor peruano que, como conocedor del quechua y el español, ejerció las funciones de intérprete durante la conquista del Imperio Inca, y más tarde durante el período colonial del Perú. Nació en el norte del Perú aproximadamente en el 1518 y murió en Sevilla, España en 1549.

-Martinillo era sobrino de Maisavilca, la “curaca” de Poechos y fue confiado a Francisco Pizarro durante su exploración en esas tierras. Martinillo tenía en ese momento poco más de catorce años y desde que Pizarro entró en la región de Poechos en 1532, se presume que nació en 1518. Investigadores, como Waldemar Espinosa, indican que era muy hábil con los idiomas y dominaba el idioma “sec”, hablado por su etnia Tallán de Piura y entendía el quechua, en su variedad norteña. En las guerras civiles entre “conquistadores”, estuvo del lado de los Pizarro y después de la muerte de Francisco Pizarro por los almagristas, se unió a las filas de las tropas del gobierno y durante la Batalla de Chupas, entre Cristóbal Vaca de Castro y el Hijo de Almagro, comandó, con coraje, una multitud de tropas indígenas. A su regreso a Cuzco, sin embargo, las cosas fueron mal para Martinillo. Un funcionario español lo denunció como seguidor de Gonzalo Pizarro y la investigación encontró que había servido en sus filas como caballero y no como un simple intérprete como siempre había afirmado. La condena fue ejemplar: doscientos azotes en Cuzco, cien en Lima y, luego, el exilio perpetuo en Panamá. Fue el fin de la acomodada situación de Martinillo. Aunque, el indígena intentó jugar una carta más. Soportado el tormento y trasladado a Panamá, navegó hacia España con la intención de defender su caso ante la corona. Su esposa y una hija se unieron a él en Sevilla, pero su físico se vio debilitado por el sufrimiento y murió en el trayecto en 1549, a la edad de treinta años.

1. Felipillo de Tumbes

Felipillo fue el intérprete, también denominado indio “lengua”, que acompañó a Francisco Pizarro y Diego de Almagro durante la conquista de Perú y Chile. Se le puso ese nombre por el rey de España de aquel entonces.

En la actualidad, el nombre Felipillo es usado a veces como sinónimo de traición. Sin embargo, el comportamiento de Felipillo, el personaje histórico, se explica por diversas razones. Entre ellas está el hecho de que no pertenecía a la etnia dominante en el Imperio Inca, sino a un grupo sometido por la aristocracia reinante. Esto, dentro de la lógica andina, explica por qué su actitud hacia el Inca era distinta a la de un seguidor.

1.1 Lugar de origen y lengua materna 

Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento y existe una discrepancia sobre su lugar de origen. Historiadores, como Waldemar Espinoza, proponen que nació en el norte del imperio incaico. Los cronistas Guamán Poma de Ayala y Buenaventura de Salinas y Córdoba coinciden en que era un indio Huancavilca, etnia perteneciente al actual Ecuador. Garcilaso de la Vega afirma que era natural de la isla de Puná y Agustín de Zárate sostiene que había nacido en Poechos. Para otros cronistas, como Juan de Betanzos, él era un nativo de Tumbes y, según otros, era de la etnia Tallán, en la actual Piura.

Felipillo no era quechua hablante nativo. Él aprendió esta lengua en Tumbes de boca de los nativos que la usaban como segunda lengua. Ahí fue que aprendió español básico de los soldados de Francisco Pizarro.

1.2 Adhesión al contingente español

Se incorporó a la expedición de Francisco Pizarro durante la segunda incursión exploratoria del conquistador en territorio incaico hacia 1526, cuando tenía veintidós años de edad. Entonces, algunos jóvenes indígenas se unieron a los españoles en Tumbes con objeto de aprender castellano y servir de intérpretes. Felipillo fue bautizado, como se mencionó, con el nombre del rey español.

Francisco Pizarro le tomó afecto y lo llevó a Panamá donde lo hizo su hombre de confianza, le dio un caballo y lo bautizó. Este último acto era un gran honor para un indio porque equivalía a igualarse como hermano de sus amos según la mentalidad europea de aquella época. Después acompañó a los castellanos a la Península Ibérica entre 1528 y 1530, cuando el extremeño pactó con la Monarquía Católica las mercedes correspondientes a las tierras por conquistar.

1.3 Participación en la conquista

En 1531 formó parte de la expedición que partió desde España al Perú. Acompañó a Hernando de Soto y Hernando Pizarro en la primera entrevista de los españoles con Atahualpa, estuvo presente en la matanza del 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca, y fue el traductor principal del proceso por fratricidio, idolatría y rebelión que condenó al Inca en 1533.

Después de que Francisco Pizarro capturó al inca Atahualpa en la batalla de Cajamarca en 1532, Felipillo fue el principal traductor entre ellos durante su primera reunión. Puesto que Felipillo pertenecía a una tribu rival, y estaba teniendo un romance con una de las esposas de Atahualpa, indica Juan de Betanzos, que deliberadamente tradujo los mensajes de Pizarro de manera imprecisa al inca Atahualpa.

Los historiadores coinciden en que la interpretación proporcionada por Felipillo está lejos de ser fiel o incluso útil para los españoles. Algunos aseguran que llegó a hablar en términos desfavorables acerca de la doctrina católica, la Biblia, y toda la presencia española en su tierra. Solo el Inca Garcilaso de la Vega defiende la actuación de Felipillo en Cajamarca.​

1.4  Final de su vida

Según Agustín de Zárate, en Historia del descubrimiento y conquista de las provincias del Perú (1555), el indígena se enamoró de una de las mujeres que acompañaban a Atahualpa y provocó la muerte de éste para disfrutar de su amor sin problemas con las autoridades.

Entonces, extendió el rumor de que el Inca estaba reuniendo secretamente un ejército para atacar a los españoles y malinterpretó declaraciones de testigos para lograr su objetivo. Esta versión ha sido aceptada por cronistas como Pedro Cieza de León, Antonio de Herrera Tordesillas, Felipe Guamán Poma de Ayala y Buenaventura de Salinas y Córdoba. El inca Garcilaso de la Vega también hace referencia al supuesto engaño de Felipillo, en el manuscrito titulado Segunda parte de los comentarios reales de los incas: Historia general del Perú (1617), pero advierte de que el joven indio hablaba tan mal la lengua de los incas como comprendía el castellano. Por tanto, su traducción pudo caer en varios despropósitos, a voluntarios o no, como también lo indica Juan de Betanzos.

Los mismos cronistas indican que Felipillo actuó a favor del Tahuantinsuyo durante la expedición española a Chile. Este les dijo a los nativos locales que atacaran a Diego de Almagro, a sus hombres españoles y nativos americanos fieles, ya que eran asesinos y solo buscan oro. Así los instó a atacarlos o huir. Cuando Almagro descubrió los motivos de traición de Felipillo y su confesión acerca de malinterpretar a propósito el mensaje de Pizarro a Atahualpa, ordenó a sus soldados capturarlo y destrozar su cuerpo con caballos frente al curaca de la región.

2. Martinillo de Poechos

Martinillo fue un traductor peruano que, como conocedor del quechua y el español, ejerció las funciones de intérprete durante la conquista del Imperio Inca, y más tarde durante el período colonial del Perú. Gracias a este trabajo, llegó a obtener una posición bastante acomodada dentro de la Colonia temprana. Nació en el norte del Perú aproximadamente en el 1518 y murió en Sevilla, España en 1549.

2.1 Lugar de origen y lengua materna

Investigadores, como Waldemar Espinosa, indican que era muy hábil con los idiomas y dominaba el idioma “sec” , hablado por su etnia Tallán de Piura, específicamente, la lengua de sechura, y entendía el quechua, en su variedad norteña. En pocos meses logró dominar bastante bien el castellano, por lo que fue contratado por Hernando Pizarro, como intérprete en su visita al campo cuando se dirigía a entrevistarse con Atahualpa. El cronista y testigo de la Conquista, Miguel de Estete asegura que fue él quien acompañó a fray Vicente de Valverde cuando se presentó al inca y trató de impartir la fe cristiana en el accidentado encuentro en Cajamarca. Los otros conquistadores presentes en el evento aseguran, sin embargo, que el intérprete, en esta ocasión, fue otro, el ya mencionado Felipillo. Es un clásico tema de debate esta imagen.

Martinillo, sin embargo, obtuvo la confianza del soberano cautivo que dependía de él para comunicar a Pizarro su oferta de rescate y para lidiar con los tiempos y métodos. Lo que sí está confirmado es que Martinillo no estaba presente en Cajamarca cuando el Inca fue ejecutado. Había acompañado a Hernando de Soto en la exploración para verificar algunos rumores sobre la presencia de un ejército hostil y la función de intérprete fue ejercida por Felipillo quien más tarde sería objeto de infames acusaciones por este trabajo realizado, según algunos, con abierta mala fe.

 

2.2 Adhesión al contingente español

Martinillo era sobrino de Maisavilca, la “curaca” de Poechos y fue confiado a Francisco Pizarro durante su exploración en esas tierras. Martinillo tenía en ese momento poco más de catorce años y desde que Pizarro entró en la región de Poechos en 1532, se presume que nació en 1518.

Aún no se ha establecido de manera definitiva si Maisavilca era un cacique local o uno impuesto por el incario, pero dado su rango social, debía hablar quechua con fluidez. Martinillo se crió en un entorno quechuahablante, sin que esta sea su lengua madre.

Martinillo permaneció entonces al lado de sus nuevos apoderados españoles a quienes sirvió fielmente. Ya siendo parte del contingente español, participó en violentos enfrentamientos durante la marcha al Cuzco, cuando Manco Inca fue elegido como Sapa Inca. Mientras Felipillo se había alineado con Diego de Almagro, Martinillo se puso incondicionalmente del lado de los Pizarros a quienes serviría fielmente durante toda su vida. Su lealtad fue reconocida y Pizarro, ahora gobernador del Perú, lo recompensó con una importante “encomienda” que lo convirtió en el indígena más rico de la Colonia. La ambición de Martinillo, a partir de ese momento, no conoció límites y su ansiedad por ser hispano lo empujó a imitar en todo a sus benefactores. Vestido al estilo europeo, solo se movía a caballo y logró casarse con una española, Luisa de Medina, con la que tuvo tres hijos.

2.3 Participación en la conquista

Aunque Guamán Poma de Ayala en uno de sus dibujos identifica a Felipillo como el que trata de explicar al Inca lo que dice el sacerdote español, otras referencias históricas señalan que fue Martinillo quien tuvo a su cargo esa labor.

Sin embargo, el historiador Juan José Vega afirma que el intérprete que actuó con el padre Valverde en Cajamarca fue Martinillo. Ratifica así lo escrito por Miguel de Estete, quien oficiaba de secretario de Pizarro y estuvo presente en el acto.

Antes de ese hecho, relatos de la época afirman que luego de ingresar a la ciudad de Cajamarca, el 15 de noviembre de 1532, Pizarro ordenó a Hernando de Soto y a su hermano Hernando Pizarro que se dirigieran a Pultamarca, los actuales Baños del Inca, e invitaran a Atahualpa a cenar esa noche, con la idea de tomarlo preso en dicha reunión. El inca accedió a la cita, pero para el día siguiente. Esto en consonancia con el hecho de que los incas tenían muy reducidas, por cuestión de tradición, las actividades por la noche. Menos aún desatar alguna batalla.

Los primeros en presentarse por parte de los españoles fueron Hernando de Aldana, el ‘lengua’ Martinillo y fray Valverde.

En una investigación sobre Martinillo de Poechos, el historiador José Antonio del Busto indica que Pedro Pizarro, sobrino del conquistador, no marchó con este a Cajamarca y permaneció en San Miguel de Tangarará, la primera ciudad española fundada por Pizarro. Los relatos que hace el cronista Pizarro del viaje de los españoles a la recién fundada ciudad se los contó Martinillo, con quien mantenía una gran amistad.

El mismo Pizarro relata que fue Martinillo quien tradujo la conversación violenta y tirante entre Atahualpa y Hernando Pizarro, y el diálogo entre Atahualpa y Valverde.

En las guerras civiles entre “conquistadores”, estuvo del lado de los Pizarro y después de la muerte de Francisco Pizarro por los almagristas, se unió a las filas de las tropas del gobierno y durante la Batalla de Chupas, entre Cristóbal Vaca de Castro y el Hijo de Almagro, comandó, con coraje, una multitud de tropas indígenas. Su gesto le dio reconocimiento oficial y un aumento en la ya notable “encomienda” que poseía. En las posteriores disputas entre Gonzalo Pizarro y el poder real permaneció fiel al representante de la familia a la que había estado vinculado y fue protagonista de una misión oficial que lo llevó, incluso, a España. De hecho, acudió a Hernando Pizarro, que en ese momento estaba detenido, para ilustrar la situación y acordar alguna acción para transferir a Gonzalo el poder que ya había sido de Francisco. La misión no tuvo éxito y Martinillo fue capaz de regresar a Perú sólo en secreto disfrazándose de esclavo. Cuando Gonzalo Pizarro fue derrotado, Martinillo intentó pasar desapercibido y, por un tiempo, tuvo éxito. En 1548 incluso se le confió una misión oficial con el Inca de Vilcabamba, Sayri Tupac que los españoles estaban tratando de convencer para abandonar el estado de rebelión abierta.

2.3 Final de su vida

A su regreso a Cuzco, sin embargo, las cosas fueron mal para Martinillo. Un funcionario español, el auditor Cianca, quizás motivado por alguna antigua animosidad, lo denunció como seguidor de Gonzalo Pizarro. La investigación encontró que había servido en sus filas como caballero y no solo como un simple intérprete como siempre él había afirmado. La condena fue ejemplar: doscientos Azotes en Cuzco, cien en Lima y luego el exilio perpetuo en Panamá. Fue el fin de la acomodada situación de Martinillo, pero el joven indígena intentó jugar una carta más. Soportado el tormento y trasladado a Panamá, navegó hacia España con la intención de defender su caso ante la corona. Su esposa e hija se unieron a él en Sevilla, pero su físico, debilitado por el sufrimiento, no soportó y murió en el trayecto en 1549, a la edad de unos treinta años.

 

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