Para Vanessa F.
La pasada semana se dio una noticia que es urgente reflexionar. El Gerente de Cultura y Turismo de la Municipalidad del Cuzco, Martín Romero, se pronunció de manera despectiva respecto al quechua. Señaló que esta lengua venía a ser un <cáncer> que impedía el desarrollo del pensamiento abstracto en la educación. Este historiador, un excelente ser humano que desarrolla una serie de eventos culturales a beneficio de los cuzqueños, pronunció un prejuicio que urge desterrarlo a la luz de los conocimientos contemporáneos.
Primero, hay que reflexionar en torno a la naturaleza del lenguaje. A menudo se piensa que viene a ser una creación/construcción humana, pero no es cierto. Hablamos porque tenemos lenguaje, no porque lo hemos creado a lo largo de la presencia humana en la tierra. El lenguaje viene a ser una condición de la misma naturaleza humana que reside en el mismo cerebro. El lenguaje es una capacidad del ser humano para la supervivencia.
En mis propios términos, la lengua viene a ser la materialización del lenguaje en el nivel social (mientras que el habla en el nivel individual). A partir del giro lingüístico alemán, derivando a partir de Humboldt, la lengua viene a ser la condensación de la experiencia (manifestación de su estar en el mundo). Esto se expresa mediante el significado ya sea el pragmático (ejemplo un niño que reconoce un perro sin saber lo que significa “animal mamífero cuadrúpedo …) o el social que se encuentra en las enciclopedias o diccionarios (Mamífero doméstico de la familia de los Cánidos, de tamaño, forma y pelaje muy diversos, según las razas. Tiene olfato muy fino y es inteligente y muy leal al hombre. RAE).
El siglo XX implicó para la humanidad la crisis de los paradigmas. Se produjo una crítica desde diversos ámbitos hacia la modernidad y a su vehículo intelectual: el positivismo. El giro ontológico de Heidegger permitió que la subjetividad cobrase mayor importancia al ser una condición misma de la existencia humana. Esta predefine la misma al hombre, la condiciona, en sus diferentes aspectos. Uno de estos son los prejuicios puesto el ser se inserta en una sociedad con tradiciones y costumbres que lo modifican teniendo que comprenderlos para interpretarlos. Es entonces que la diferencia y la diversidad se hacen indispensables.
El quechua es una lengua que constituye un patrimonio inmaterial tanto para la humanidad como para la nación. Refleja el estar en el mundo de sociedades por una considerable cantidad de años. Acumula una experiencia ancestral que no ha sido para nada valorada por los prejuicios contra la población natural. Desde la categoría de la modernidad, los viajeros e intlecuales criticaron a la “población indígena” por su condición misérrima. Su análisis no permitió la valoración tanto de la manera de cultivar en lugares complicados como la lengua en sí misma (ambos elementos impresionantes). Pero hay que tener en cuenta que no se mantiene prístino conforme pasa el tiempo sino que se modifica por el contacto con otras lenguas y se adapta al mismo contexto. El quechua pasó a ser escrito y a incorporar léxico proveniente del castellano. La lengua utiliza todos los elementos que le son indispensables para su entorno y sus necesidades.
El comentario del gerente viene a ser un tanto retrógrado en el tiempo que vivimos. Ya no estamos en el siglo XIX donde se afirmaba la superioridad de una raza sobre otras u otros elementos. Toda argumentación en este sentido es una falacia, es un discurso puesto que legitima intereses políticos sin basarse en la realidad. En estos tiempos se tiene que valorar la diferencia y diversidad de todos los individuos para obtener su aporte para la sociedad actual. El respeto a las tradiciones y a las costumbres son la manera para manifestar nuestra valoración hacia otros individuos. Todos somos iguales en cuanto somos diferentes pero diferentes en tanto la diferencia.
Se urge de rehabilitar todos los prejuicios en una sociedad con herencia colonial como la nuestra, que guarda la desigualdad como elemento angular en la estructura social. Pero antes de esto es necesario de expresarlos. El desliz del buen Martín Romero nos permite construir hacia el respeto de la diversidad superando las valoraciones despectivas que no se basan en realidades sino en opiniones.