En los casos de creación de sujetos por esta condición, funciona el mecanismo de la interpretación sobre la alteridad de otro individuo teniendo como base nuevamente los prejuicios. Esta bse que al sujeto le confieren ciertos adjetivos que son, en el caso de los Andes,
se presentan términos como cochino, sucio, holgazán, etc. Se resalta el afán por la bebida y ese temor a un potencial ataque “se le salga el indio”. También se le confiere un contexto en el cual se le propone una determinada manera de actuar, un escenario teatra que es netamente “costumbrista”. Entonces, al enunciar a alguien se crea un sujeto con un adjetivo y un verbo. Se crea una ficción.
Este tipo de modalidad discursiva ocurre en occidente que crea a oriente. Se origina la ficción que Said llama Orientalismo. También surge el discurso racista del siglo XIX.
Se presenta el siguiente escenario que es necesario de tomar en cuenta: Un lector comprometido con cierta ideología puede leer los significantes y a partir de ellos de ellos generar significados propios de su imaginación. El punto crucial es que su misma imaginación se encuentra articulada por su ideología. No es tan correcto a firmar que cada uno lee lo que quiere leer, si es que se tiene en cuenta el poderse dejar interpelar por el sujeto que escribe o por el sujeto de quien posiblemente se escribe. Quién es el sujeto histórico entonces: quien enuncia o de quien se habla?
Por ejemplo, se puede encontrar movimientos cotra el capitalismo o feudalismo en las rebeliones campesinas para orientarse a un estado comunista. O quizás referirse al imperio socialista de los incas. Todo esto siguiendo una ideología marxista de por medio que sesga necesariamente la realidad. Aquí habla el investigador no quien enuncia ni de quien se enuncia.
También se inserta acá toda la narrativa nacionalista que tiende a considerar a todo levantamiento contra la administración colonial como precursores de la independencia. Esto es realmente absurdo en levantamientos como el de Tupac Amaru o como la rebelión de Huánuco donde se iba contra el mal gobierno pero no contra la aspiración sesionista de España y la formación de un estado nuevo. No se iba contra el rey.
Este tipo de articulación bajo narrativas particulares es una negligencia mayor en comparación a no hablar. Esto debido a que no se reconoce la agencia de la población en los momentos históricos en que acontecieron sino que se les asigna una valoración ideológica a posteriori. Habla más quien investiga, quien estudia, que quien se pretende estudiar.
Ojo, a este aspecto en posteriores investigaciones. El dejarse interpelar por el sujeto histórico es una consideración necesaria para cualquier trabajo. Vale más que cualquier hipótesis rimbombantes (Taki Onqoy y Extirpadores de Idolatrías por ejemplo) el poder ser contradichas por el sujeto histórico puesto que esto significa que el sigue aconteciendo. Esto se pierde cuando se le pone al paredón del método científico que sólo pretende demostrar algo rígidamente pero no permite ciertas filtraciones para difundir agencia propia de la realidad. Optar por dejarse interpelar o implantar un feroz método científico/marco teórico depende ya de cada investigador y su propia formación. Finalmente es el historiador quien se encuentra cara a cara con los significantes y le confiere significados como mejor le parezca.
Mucha atención con esto, el ser contradicho por el documento o cualquier tipo de fuente es sinónimo de que el pasado aún sigue aconteciendo en el presente.
Pd. Esto de añadir a narrativas particulares es una tradición muy difundida. Empieza en el XIX con los discursos de enunciar el pasado de los Incas como antiguo Perú para darle una tradición (una base de legitimidad) al proyecto de estado nación (Incas sí, Indios no). Ahora se puede ver esto con los discursos turísticos como Perú país de los Incas, la misma marca Perú o ahora con el Dakar el revivir a todos los dioses Nazcas confiriéndoles atributos propios de la competencia automovilística (rapidez, entre otras cosas).