El fútbol ha sido (y sigue siendo) designado con diversas diversas frases o comentarios. Desde los negativos (son 22 tontos corriendo tras de una pelota; lo nobles juegan el rugby como “villanos” mientras que los futbolistas son “villanos” que juegan como nobles) hasta los positivos que califican al fútbol como una danza. Estas referencias son las que manejo y me sirven de introducción para reflexionar sobre lo que estoy viendo en la Copa América.
El comentario del entrenador de la selección peruana, Sergio Markarian, acerca de que no le gusta que asignen “rótulos” a los planteamientos tácticos desplegados en los encuentros futbolísticos es interesante. Se puede entender que mediante una denominación se clasifica el argumento táctico (al que llamo discurso) en ciertas categorías (ofensivo, defensivo, ratonendo, etc). El fútbol, a mi parecer, es (que miedo usar esta palabra) el despliegue en una cancha de dos discursos enfrentados elaborados por cada uno de los entrenadores. Para elaborar sus argumenos se valen de ciertos patrones establecidos ya sean tácticos (defensa y ataque; arquero, defensa, volante y delantero), reglamentarios (11 jugadores), entre otros. El entrenador va modelando su discurso en el devenir del encuentro mediante cambios tácticos (cambios de jugadores de posición en sus diveras manifestaciones).
Este discurso propuesto puede ser “sacado de vuelta” por las singularidades de los jugadores. Cada jugador tiene la capacidad de agencia de modificar el discurso por una cierta capacidad de agencia que en este caso son sus detrezas). Eludir el discurso se da con el mismo objetivo del estratega: Anotar goles y ganar los partidos.
El fútbol como discurso
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