(Por César Lincoln Candela Sánchez, Catedrático Universitario de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad de Lima, Universidad Norbert Wiener, Universidad Tecnológica del Perú).
En el año del bicentenario de su independencia, Chile (y ciertamente el mundo) encuentran una nueva razón para festejar, gracias al rescate de 33 vidas, la de los mineros de la Mina San José, en Atacama, cautivos en el subsuelo por 69 días, a una profundidad de 622 metros. Millones de habitantes del planeta han podido seguir, paso a paso, los esfuerzos desarrollados por el Gobierno de Chile en la planificación y ejecución del rescate, reconociendo la lucha sin desmayo por salvar a los 33 mineros, dando muestras de una gran capacidad de organización, auténtico esfuerzo y sacrificio individual, de cientos sino miles de personas que pusieron lo mejor de si, en hacer realidad el sueño de rescatar 33 vidas de las entrañas mismas de la tierra.
¡Nada se dejó al azar!. Todo anduvo estrictamente conforme a lo planificado y a lo previsible según los cálculos, que con precisión matemática, de trabajos y avances, realizaron y ejecutaron los equipos humanos de ingenieros, perforistas, técnicos, rescatistas, familias y lugareños: reflejo de unidad de una nación laboriosa, pujante, optimista, aún en medio de las peores tragedias, que son el acicate para el coraje y su ímpetu creativo, vigoroso y ordenado.
Muchas y variadas reflexiones podrían realizarse sobre el antes, el durante y el después del accidente y rescate. Empecemos a decantar algunas de las claves para éste éxito en el rescate: liderazgo, convocatoria a los mejores, disciplina, cultura organizacional y logística, unidad y cooperación, auténtico esfuerzo humano y tecnológico, múltiples preparativos y ensayos al detalle, acompañados siempre de una gran dosis de serenidad y temple para acometer las labores de rescate, sin pausa, minimizando los riesgos y errores comunes en faenas complejas como el mismo rescate.
Desde el rol de la universidad, justo es reconocer que las canteras universitarias chilenas donde se forjaron los ingenieros, perforistas, técnicos pueden tener el alivio de conciencia de haber cumplido con su misión al asegurar a la nación chilena, los mejores profesionales de las ramas de la ingeniería, cuyas competencias y credenciales acrecentadas por el trabajo y praxis en empresas mineras, fueron puestas a prueba (y de qué modo!!), cuando la nación demandó su exigente concurso para liderar el rescate y hacer tan real la expresión que anima las grandes obras, que después de Dios, estaba el hombre.
Las imborrables imágenes de los hombres de ciencias laborando en la primera línea de lucha por el rescate de los 33 mineros resultan ser el mejor arquetipo para miles o millones de jóvenes alrededor del mundo, en quienes despertarán tempranas vocaciones profesionales y de servicio para resolver los grandes problemas de nuestros tiempos.
Muchas mandas y promesas de fe serán sin duda cumplidas antes del 8 de diciembre, fecha en que como cada año, multitudes católicas inician su devota peregrinación desde Santiago y otras ciudades, hacia el Santuario de la Virgen Purísima de Lo Vasquez.
El exitoso rescate de las 33 vidas de los mineros ayuda a todos a ser mejores. Sirve para recordar que en la cúspide de cada obra del hombre, se posiciona el sentido mismo de luchar por la vida humana digna, y a la par de ello, el sentido del deber y la responsabilidad de hacer las cosas siempre bien y con los mejores esfuerzos, (por cuya precisa omisión, hoy se empiezan a formalizar en tribunales de Chile, diversos cargos y querellas contra los propietarios de la Mina San José).
Felicitaciones al coraje y valor de los mineros, a Chile y a los chilenos, por el compromiso hacia el exitoso rescate y la meta alcanzada, que emociona, une y hermana al género humano en su conjunto, con la seguridad que la esperanza y la fe, no defraudan.