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Por César Lincoln Candela Sánchez, Profesor ordinario de la Facultad de Derecho PUCP.
En el mes de marzo del 2023, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de la República Argentina indicó la inflación mensual de 7.7% registrada en el mes de marzo del 2023, con un índice interanual (de año a año) con registró de 104.3%.
“Representa la cuarta inflación más alta del mundo”, según sostiene el periodista Leuco, de Radio Mitre.
Es de destacar, siempre el profesionalismo, objetividad y honestidad intelectual de los funcionarios públicos argentinos del INDEC, de honrar la función pública transparentado en sus registros estadísticos, la verdad y la sola verdad de la situación de la economía.
En otros países y en décadas pasadas, ojalá siempre superadas, “el maquillaje” a los indicadores estadísticos económicos y “no sincerar” la verdad pudo ser la respuesta a las presiones de índole política, para sostener un optimismo irreal respecto a la situación económica de un país.
No resulta así en el caso del INDEC, cuya autonomía, profesionalismo y trabajo técnico, rinde tributo a la verdad y no al ilusionismo con el que las poblaciones son, en ocasiones, anastesiadas.
Aún en las coyunturas más graves para las naciones, se debe siempre elogiar el valor de la transparencia, la verdad y la objetividad, tan necesarias para la toma de decisiones y la gestión pública por los sucesivos gobiernos.
La inflación es macro-económica y no se genera necesariamente, solo por el nexo causal en una sequía grave, o por el incumplimiento de acuerdos con los formadores de precios (sujetos a fiscalización y control de precios justos, que no funcionan) o por culpa de la coyuntura internacional, como la guerra de Rusia contra Ucrania; países con registros de inflación menores, en plena guerra.
Incluso, países del espacio sudamericano que han debido enfrentar catástrofes naturales o los coletazos a la economía internacional por la misma guerra de Rusia contra Ucrania, registraron menores indicadores de inflación en el presente mes y en el consolidado comparativo anual que en el caso de la hermana República Argentina.
En el Perú, la emisión de papel billete y monedas sin valor adquisitivo real en la década de los ochentas es el triste recuerdo de la época conocida como de “la maquinita”, que llevó temerariamente a inundar con papel billete la economía nacional, con el espejismo que se venía alcanzando el desarrollo y mejorando la producción y productividad, forma de ocultar la debacle económica.
La inflación es siempre devastadora en todos los lugares y en todos los tiempos para las economías y la calidad de vida de las personas.
En efecto.
Para las generaciones presentes, la lucha por el día a día, la pérdida de acceso a los alimentos, al empleo, al acceso a los medicamentos, a los servicios públicos, al crédito, les resulta agobiante, angustiante, debido a que los recursos para la población, y en particular para los grupos vulnerables van por detrás, dejados en ocasiones abandonados a su suerte, como costo social colateral, bajo un enfoque simplista del sálvese quien pueda.
Mas aún, en aquellas partes del mundo donde la pobreza (y la miseria) se consolidan, se acentúan y se generan las condiciones para la desestructuración de los espacios territoriales-poblacionales de los Estados, agravada por la corrupción de los gobiernos, de las/los funcionaria(o)s del sector público y también por las prácticas corruptas de los privados que sacan provecho del golpe inflacionario (vgr. a través de la especulación, el acaparamiento, los monopolios y las concentraciones). Impacta, asimismo, en la pérdida del principio de autoridad, la inseguridad ciudadana, la pérdida del estado de derecho, alienta la informalidad, el descontrol, la comisión de ilícitos y la pérdida del sacro valor de la paz y la fe en el estado nacional, la institucionalidad pública, la democracia y el estado constitucional de derecho.
La inflación se constituye además en un pesado lastre fruto casi siempre no de un gobierno sino de varios gobiernos, que hipoteca injustamente las posibilidades de vida digna y de desarrollo sostenible para las generaciones futuras (aún no presentes, a quien nadie las representa), con el legado irresponsable del dolor, frustración y sufrimiento en sus proyectos de vida en el país donde nacieron, siendo muchas veces gatillante a fenómenos más complejos como las crisis migratorias y humanitarias.
Bajar la inflación, no debe llevar a generar más inflación, ni a devaluaciones, siendo que muchas veces se adoptan medidas radicales para atacar el problema de raíz.
Opciones que se presentan para los países, de acuerdo a Enrique Szewach, Director de la Fundación Mediterránea, entrevistado por el periodista argentino Alejandro Leuco, de Radio Mitre de la República Argentina, lleva a la necesidad de contar con un plan inflacionario integral sostenido por transformaciones (y sólidos consensos) políticos, así como propuestas de cambios económicos trascendentales frente a la recesión, la restricción de las importaciones por falta de dólares y la pérdida de valor del salario real.
Ello conlleva, según explica Szewach, economista entrevistado por Leuco, en el caso argentino a tener que enfrentar técnicamente la inflación, el factor del dólar oficial atrasado, las tarifas no ajustadas, los precios regulados, el valor controlado de combustibles, a fin de estabilizar los precios reales. En definitiva, a realizar una muy compleja evaluación frente al proceso inflacionario, identificando el modo cómo se acomodan los precios y las tarifas. Y, esencialmente, a considerar tarifas sociales para los sectores vulnerables y más necesitados, impactados por las medidas para licuar los gastos, las medidas tributarias e impositivas que se adopten para aumentar la recaudación nominal y realizar ajustes que no conduzcan al abismo socio-económico.
La inflación (y en ciertos casos, las medidas antiinflacionarias y planes de emergencia antiinflacionarios) se sienten con mayor fuerza en los distintos espacios o regiones de un mismo paìs, lastiman, causan dolor y afectan en forma distinta a las familias y grupos vulnerables pudiendo incluso generar mayor vulnerabilidad y agravar el sufrimiento en sectores sociales menos favorecidos.
Cabe tener en cuenta que al final del túnel pueda encontrarse siempre una luz, como sucedió en Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial, en el último caso, resurgiendo de las dos bombas atómicas.
En el caso de la hermana República Argentina, considerada en una época el granero del mundo, cuenta con ventajas comparativas. Solo para mencionar en la producción y transformación agrícola. Su reconocida capacidad agro-exportadora y de sus campos para la producción de millones de toneladas de cosechas agrícolas y de forraje para el ganado, así como la activación de los mercados para los productores mantienen viva siempre la esperanza y anhelo hacia una economía real que pueda brindar estado de bienestar.
Por todo ello, resulta siempre necesario hacer un llamado a la cooperación y la solidaridad internacional del espacio sudamericano, con la República Argentina y la nación argentina, a través de una política de pequeños pasos para la identificación de indicadores propios de las relaciones economícas internacionales y del comercio internacional, como herramientas de apalancamiento (tooling) para la reactivación, la consolidación del crecimiento de las divisas en términos constantes (céteris paribus) que puedan brindar las condiciones para la gestión eficaz de las variables macro y micro económicas con efecto boomerang para el crecimiento humano del gran pueblo argentino.
Fuente: Radio Mitre- Programa “Le doy mi palabra” – entrevista de Alfredo Leuco a Enrique Szewach, economista y periodista.