Este post va para todos aquellos que no tenemos pareja
pues o la perdimos
o cambiamos de pareja continuamente porque “no hay suerte, señora”.

Hoy miré fotos lindas, lindas parejas felices frente a la cámara de fotos; vi que en sus ojos brillaba aún el calorcito del amor, a pesar de los años. Hoy envidié a aquellas mujeres que podían tener a su lado a un hombre ya cansado por los años, pero que compartía y, supongo, departía con ellas. Probablemente, para alcanzar ese estado de felicidad han pasado muchas vicisitudes, y juntos las han superado, proveídos de una carga de complicidad que les da la convivencia. O en el sentido cínico de la vida, se aguantan porque no les queda otra; aunque las parejas que vi hoy estaban radiantes, a no ser que sean excelentes dramaturgos y la pena la lleven por dentro. En realidad, quiero ser cruel con la felicidad conyugal para no caer en la ingenuidad del amor eterno. Recuerdo a una joven que me ayudaba en casa, era guapa y dicharachera. Un día me atreví a preguntarle por qué tenía tantos ex enamorados. Me dijo ” no hay suerte, señora”.

Sí, no hay suerte, y quizá sea porque uno se enamora del no indicado. Leí hoy en un diario local que las mujeres de lugares en donde no hay pobreza ni hambre, o al menos los índices son bajos, prefieren hombres de rasgos delicados. En cambio, las mujeres de lugares de escasez buscan hombres de rasgos masculinos pronunciados, dizque para sobrevivir. Pero yo soy de extremos así que puedo decir que he viajado por ambos mundos y no se diferencian en mucho.

El sujeto enamorado no ve más que su objeto de pasión, insaciable, no importa lo que le diga o aconseje el mundo, hasta que lo consigue… deja de ser “su” objeto de pasión y pasa a ser un sujeto independiente, con valor agregado pero independiente, y así el sujeto enamorado se libera. Es cierto, mientras se está enamorado el otro duele, dentro de la vorágine de esas grandes pasiones que hacen morder las paredes. Pero ¿y esos amores moderados? Aquellos que no gastan la frase “te amo”. Esos no son los “amores” que cantan los poetas ni los guiones que buscan los directores de cine; son las grandes amistades amorosas, compañeros de soledad, nunca las grandes pasiones fulminantes.

Ese probablemente sea el problema: esas amistades amorosas son los grandes compañeros de vida que hoy vi en esas fotos.
El problema es escoger, no es cuestión de suerte.

Una triste historia de amor es la de María Callas.

L’amour est enfant de bohème,
il n’a jamais, jamais connu de loi;
si tu ne m’aimes pas, je t’aime:
si je t’aime, prends garde à toi !

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